.Orlando Guevara Núñez
Traslado de personas a lugares seguros, protección de
almacenes y otros sitios económicos, movimiento de ganado hacia zonas seguras,
intensa labor del sistema de salud, orientaciones permanentes de los medios de
comunicación. Así transcurre este 3 de octubre en Santiago de Cuba, casi al
llegar la mitad del día.
Caprichos de la historia. Hace hoy exactamente 53 años,
por la noche como se pronostica lo haga Matthew, el ciclón Flora comenzó a
azotar a la otrora provincia de Oriente.
En aquella ocasión, más que los vientos, hizo daño el
agua. Viví aquel fenómeno bien de cerca. Era el secretario general del Partido
Unido de la Revolución Socialista de Cuba en Cauto Embarcadero, situado a unos
25 kilómetros al oeste de la ciudad de Bayamo.
En ese territorio, perdieron la vida 257 personas. Ellas
estuvieron entre las 1 137 fallecidos por ese fatídico huracán.
Para entonces, el país no contaba con la preparación de
hoy para enfrentar un fenómeno de magnitud tan destructora. A partir de entonces,
la Revolución emprendió un programa que incluyó la formación de la Defensa
Civil el perfeccionamiento del sistema de pronósticos meteorológicos, el
desarrollo de obras hidráulicas que frenaran las inundaciones.
Recuerdo que allá, entre las aguas enfurecidas, en los
momentos más difíciles, estuvo Fidel, quien incluso corrió el peligro de perder la vida al
accidentarse el vehículo anfibio en el que participaba en las acciones de
salvamento.
En el territorio que yo dirigía, nada fue infalible ante
el ciclón Flora. Después de 53 años, permanecen en mi memoria las escenas de
dolor ante las pérdidas humanas. Luego, las labores de reconstrucción.
Al terminar los embates del Flora, Fidel trazó el camino:
Reconstruiremos lo perdido y haremos mucho más. El dolor de uno es el dolor de
todos. Nadie quedará desamparado. Y así fue.
Ahora estamos infinitamente más preparados. Contamos con
mayores recursos. Y lo más importante, somos un pueblo mucho más organizado y
disciplinado. Estamos siendo testigos de una solidaridad conmovedora, cuando
los vecinos con hogares más confortables le dan abrigo a los que viven en
instalaciones vulnerables. Puede que los conozcan o no; pero, al final, sienten
lo mismo que dijo Fidel en 1963: el dolor de uno es el dolor de todos, la
suerte de uno es la suerte de todos. Nadie quedará desamparado.
Dentro de pocas horas, habrá desaparecido la claridad que
todavía observamos. No sabemos la magnitud y consecuencias de Matthew. Lo que sí
sabemos es que la unidad y solidaridad del pueblo, contribuirá a hacer menos
doloroso el posible desastre.
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