Panchito Gómez Toro, junto a Antonio Maceo hasta la muerte
.Orlando Guevara Núñez
Cada vez que se hable de hechos destacados protagonizados por jóvenes cubanos a lo largo de nuestras luchas libertarias, no podrá soslayarse un nombre: Francisco Gómez Toro (Panchito), hijo del Mayor General del Ejército Libertador Cubano, Máximo Gómez Báez y de la también patriota Bernarda Toro (Manana).
Nacido en un bohío, en plena manigua, en un lugar nombrado La Reforma, comarca de Sancti Spíritus, el 11 de marzo de 1876, Panchito dio sus primeros pasos en territorio insurrecto, compartiendo el peligro de la guerra, hasta que, pasados unos dos años, fue enviado hacia Nueva Orleans, en los Estados Unidos.
Recoge la historia que en 1894, su padre, enfrascado en la preparación de la Guerra Necesaria, que estallaría en Cuba el 24 de febrero del año siguiente, dejó a Panchito en Nueva York, al cuidado de José Martí, a quien acompañó en su bregar allí y otros países, incluidos Panamá, Costa Rica y Jamaica. Contaba Panchito con solo 18 años de edad. De esa estancia junto al supremo jefe de la contienda que se avecinaba, aprendió las razones de la lucha independentista cubana y fortaleció su decisión de convertirse en soldado mambí.
Pero a la partida de su padre y de su tutor para la manigua cubana, Panchito no pudo acompañarlos como quería. Ante la decisión de excluirlo de la expedición, el joven reclamó a su padre con un sólido argumento: “El deber me manda ir a tu lado. No es posible que yo me concrete a empujar la barca que te ha de llevar al sacrificio por la libertad de la tierra que guarda mi cuna”. Logró, al menos, la promesa de su pronta incorporación, lo que no fue posible en la zona donde ya combatían los destacados jefes.
Pero Panchito buscó una vía propia, hasta que el 8 de septiembre de 1896 llegó a suelo cubano, territorio pinareño, en una expedición mambisa, logrando incorporarse a la tropa del general Antonio Maceo, encuentro realizado el día 20 del propio mes.
En los días siguientes, el joven patriota enfrentó los duros sacrificios y privaciones que imponía la guerra en condiciones tan desventajosas, pero las asumió e impuso su voluntad. El 24 de septiembre participaba en su primera acción, pero, según su propio testimonio, sería el 4 de octubre siguiente, en Cejo del Negro, su estreno en hacer fuego contra los españoles.
Luego vendrían otros combates, como los de Galalón, El Rubí y El Rosario. Por sus méritos, el primer día de diciembre es ascendido al grado de capitán. Dos días después, en el combate de Bejerano, es herido en un hombro y, en esas condiciones, al otro día, es escogido por Antonio Maceo para el cruce de la trocha de Mariel a Majana.
El día 7 de diciembre del mismo 1896, al producirse el combate, se determinó, por la herida, que permaneciera en el campamento de San Pedro. Pero al conocer la caída de su jefe, Antonio Maceo, decidió trasladarse hasta el lugar señalado, argumentando que él no abandonaría a su jefe. Y al cadáver del Titán de Bronce, fue sumado el de Panchito, quien, con 20 años de edad, legaba a la patria un ejemplo de fidelidad que trascendió su tiempo para insertarse en la filosofía de lucha de todo el pueblo cubano, especialmente de nuestra juventud.
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