.Orlando Guevara Núñez
El 9 de diciembre de 1958, un funcionario norteamericano visitó en La Habana al tirano Fulgencio Batista, enviado por el Departamento de Estado y con la anuencia del presidente Eisenhower con una
misión concreta: aconsejarlo para que renunciara y diera paso a una Junta Cívico Militar. Una previsión para evitar el triunfo de la Revolución-
Coincidentemente, ese 9 de diciembre Fidel, en respuesta a una información de la revista norteamericana Times en la cual se expresaba la posibilidad de que los Estados Unidos intervinieran en los asuntos cubanos, a través de la OEA, dejaría bien clara su posición:
“A buena hora se aparece esa gente con esas intenciones de intervención o de llamar a la Organización de Estados Americanos (OEA). Cuando aquí la dictadura estaba tronchando cabezas por decenas y por centenares, no se preocuparon absolutamente nada por eso. No tienen derecho a venir a preocuparse ahora…De ninguna manera aceptaremos ningún tipo de intervención en este conflicto (…) No aceptaremos nada que no sea la rendición incondicional de Batista y Columbia. Todo el que permanezca al lado de la dictadura, tendrá que rendirse. Ese es un problema que no hay ni que preocuparse. El que venga a intervenir tendrá que entrar peleando (…)
El 17 de ese mismo mes, el embajador de Estados Unidos en Cuba, Earl Smith, le comunicaba al dictador que su gobierno le retiraba el apoyo y sugería la conveniencia de su renuncia e inmediata salida del país. En realidad habían previsto que la victoria revolucionaria era un hecho inminente y se esforzaban para evitarlo.
Fidel, al mismo tiempo, desbarataba las maniobras externas e internas. Los acontecimientos del 28 de diciembre, confirmarían las consideraciones visionarias de Fidel.
Esa mañana, en las cercanías de Palma Soriano, el Comandante en Jefe sostuvo una entrevista solicitada por el general Eulogio Cantillo, jefe de operaciones del ejército de la tiranía y responsabilizado con sus tropas en Oriente, quien, apunta Fidel, “había mostrado disposiciòn para sumarse al movimiento militar que junto al Ejército Rebelde precipitaría la caída de la tiranía y el triunfo de la Revolución”.
En este encuentro quedó pactado que el 31 de diciembre, a las 3:00 de la tarde, se produciría la sublevación militar en la capital. Fidel propone similar movimiento en el Cuartel Moncada, lo cual es aceptado por Cantillo.
El jefe batistiano, pese a las advertencias de Fidel, parte hacia la capital del país. Había estado de acuerdo con tres advertencias del jefe de la Revolución: ni golpe de estado, ni dejar escapar a Batista y otros asesinos, ni contactar con la embajada norteamericana.
En la realidad, Cantillo incumplió todo lo pactado y se sumó a la fallida estrategia yanqui para estrangular a la Revolución. Pero el triunfo rebelde era ya un hecho irreversible.
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