Orlando Guevar Núñez
Al hacer esta afirmación, está hablando Martí sobre José Whit Laffite, violinista de origen cubano, nacido en Matanzas, Cuba, en 1836 y fallecido en París, Francia, en marzo de 1918. Padre de origen francés y madre mestiza cubana. El texto que contiene este pensamiento fue publicado en la Revista Universal, de México, el 25 de mayo de 1875
Martí elogia la estatura del músico y de él dice: “Whit no toca, subyuga: las notas resbalan en sus cuerdas, se quejan, se deslizan, lloran: suenan una tras otra como sonarían perlas cayendo.”
Hace otras definiciones sobre la música, como ésta: “La música es hombre escapado de sí mismo: es el ansia de lo límite surgido de lo limitado y de lo estrecho: es la armonía necesaria, anuncio de la armonía constante y venidera” Afirma que lo verdadero es lo que no termina: y la música está perpetuamente palpitando en el espacio.
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“Aquel violín -dice- se queja, se entusiasma, regaña, llora: ¡con qué lamentos gime! ¡con qué dolor tan hondo se desespera y estremece!”
Está comentando una presentación de Whit en el Teatro Nacional de México, dos días antes. Y comenta: “Cuanto quepa de alabanza, White lo merece. Cuanto de arte quepa, White lo tiene”
Martí expresa su satisfacción porque el violinista sea “hijo de mi patria muy amada”. “Yo me siento orgulloso –escribe- con que mi patria sea la patria de este artista perfecto y eminente”.
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