.Orlando Guevara Núñez
Esta mañana, salí temprano para el cementerio Santa Ifigenia. Pensé estar entre los primeros en rendir homenaje al Comandante en Jefe Fidel Castro, en el aniversario quinto de su desaparición física. Pero, aún antes de llegar, me vi envuelto entre miles de santiagueros.
Personas de todas las edades, incluyendo niños de manos de sus padres. Mezcla de uniformes escolares, militares, obreros. Otros con su vestimenta cotidiana. Coros de consignas revolucionarias, con predominio de ¡Viva Fidel! y ¡Yo soy Fidel!
Al llegar, una extensa y organizada fila. Cada persona con una flor en la mano. La bandera cubana que preside el memorial, ondeando altiva, como sumándose al homenaje. Luego, el paso frente al monolito que atesora las cenizas, identificado con solo cinco letras. FIDEL.
Y al depositar la flor, junto a ella, quedaba un compromiso: seguir siendo fieles al legado de nuestro eterno guía. A los santiagueros nos correspondió hoy ese homenaje presencial en nombre de todos los cubanos y más allá. Esa sentida ceremonia, puede definirse con solo tres palabras: homenaje de pueblo.
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