.Orlando Guevara Núñez
En la reciente derrota del gobierno norteamericano en la ONU, donde el mundo repudió el bloqueo económico, comercial y financiero de ese país contra Cuba, los 184 votos en su contra constituyen una vergüenza moral. Pero una deshonra de igual magnitud son el voto que lo apoyó y las tres abstenciones.
El único voto apoyando a Estados Unidos, fue nada menos que Israel, un gobierno genocida que comete los más bárbaros crímenes contra el pueblo palestino, para lo cual recibe, todos los años, unos 3 000 millones de dólares del gobierno yanqui. O lo que es lo mismo: un apoyo de asesinos.
Se abstuvieron dos caínes en América. Uno, Colombia, país donde el crimen político es de dimensiones dramáticas. Cientos de excombatientes guerrilleros y líderes sociales asesinados, el pueblo reprimido en sus justas manifestaciones, la corrupción en el gobierno, un país líder en la producción y exportación de drogas, de las cuales Estados Unidos es el mayor consumidor. Un territorio donde el imperio yanqui posee siete bases militares; un gobierno que es punta de lanza imperial contra la revolución bolivariana de Venezuela.
Otro peón imperial, Brasil. País donde la democracia fue brutalmente pisoteada, en la farsa para despojar del poder a la presidenta electa por el voto popular, donde oligarquía y poder judicial se confabularon para impedir, mediante la mentira y la injusticia, que Lula se postulara para presidente. Un gobierno que ha demostrado su desprecio por el pueblo por su indiferencia ante la pandemia. Con un mandatario que es copia fiel del que fue derrotado recientemente en los Estados Unidos. Un territorio donde el pueblo sufre una bárbara represión.
El tercero en la abstención fue Ucrania, con un papel subordinado al gobierno imperial yanqui contra Rusia. País que, por razones conocidas, conoce de sobra las justas razones de Cuba para que sea condenado y erradicado el bloqueo.
Son, un voto y tres abstenciones que deshonran al gobierno de los Estados Unidos. Lobos de la misma manada. Tal vez, estén haciendo estos países lo que hizo un presidente norteamericano cuando uno de sus asesores le aseguró que el tirano Somoza, de Nicaragua, a quien él apoyaba, era un hijo de puta. Su respuesta fue clara: Eso es verdad, pero es nuestro hijo de puta.
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