Orlando
Guevara Núñez
La figura de
Ernesto Guevara de la Serna, el Che, es hoy, a 52 años de su desaparición
física, más inmensa. Sus enemigos quisieron matarlo, reducirlo al silencio, y
lo que lograron fue convertirlo en símbolo y en himno de combate de millones de
personas en el mundo.
Los cubanos
vivimos orgullosos de haber tenido al Che junto a nosotros durante la lucha
libertaria en la Sierra Maestra, donde se fraguaron sus dotes de valiente
guerrillero, de jefe militar, y se desarrollaron sus cualidades de
revolucionario. Junto a Raúl Castro, fue de los dos primeros en la lista de
futuros expedicionarios del Granma, donde vino como Teniente Jefe de Sanidad.
Y a los tres
días del desembarco, en Alegría de Pío, su sangre se fundió para siempre con la
tierra cubana. Luego de la dispersión tras ese bautizo de fuego, estuvo en el
grupo que se reagrupó con Fidel para continuar la lucha armada por la
liberación de la nación cubana.
Aún siendo
el médico del grupo , se destacó como combatiente en La Plata y en El Uvero,
escenarios de la primera victoria militar rebelde y el ascenso – en su propio
decir- a la mayoría de edad de la guerrilla. No hubo que pedírselo, pues él
mismo se ofreció para ocupar un riesgoso puesto de combate.
Terminado el
épico encuentro de El Uvero, ejerció su profesión de médico, curando no solo a
sus compañeros heridos, sino también a los enemigos. Luego, durante el tiempo
necesario, permaneció junto a los heridos rebeldes. “Che era un insuperable
soldado; Che era un insuperable jefe; Che era, desde el punto de vista militar,
un hombre extraordinariamente capaz, extraordinariamente valeroso,
extraordinariamente agresivo. Si como guerrillero tenía un talón de Aquiles,
ese talón de Aquiles era su excesiva agresividad, era su absoluto desprecio al
peligro”. Así lo describió el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Esas
cualidades determinaron que fuera el Che el primer guerrillero ascendido por
Fidel al grado de Comandante del Ejército Rebelde y designado jefe de la
Columna 4, primera surgida de la Columna madre, desarrollando importantes y
victoriosos combates que fortalecieron las posiciones de la guerrilla. De esa
función sería relevado el Che para ser designado al frente del Campamento de
Reclutas de Minas del Frío y preservarlo para misiones más importantes.
Hasta que,
llegado el momento, fue nombrado jefe de la Columna 8 “Ciro Redondo” la que,
junto al Comandante Camilo Cienfuegos al frente de la Columna 2 “Antonio
Maceo”, realizaría la proeza de la invasión, a la que se sumó el ataque y
liberación de la ciudad de Santa Clara, venciendo fuerzas superiores en hombres
y en armas .
“No es fácil
conjugar en una persona todas las virtudes que se conjugaban en él. No es fácil
que una persona de manera espontánea sea capaz de desarrollar una personalidad
como la suya. Diría que es de esos tipos de hombres difíciles de igualar y
prácticamente imposibles de superar. Pero diremos también que hombres como él
son capaces, con su ejemplo, de ayudar a que surjan hombres como él”. Esta
aseveración de Fidel, retrata en toda su dimensión al Che, de quien dijo
también el máximo jefe de la Revolución: “Porque Che reunía, en su
extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. El descolló
como hombre de acción insuperable, pero Che no solo era un hombre de acción
insuperable: Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria,
un hombre de profunda cultura. Es decir que reunía en su persona al hombre de
ideas y al hombre de acción”.
Al Che lo
recordamos los cubanos como un incansable trabajador que dedicaba su tiempo
extra laboral al trabajo voluntario, que no concebía el ocio, ni desperdiciaba
un minuto sin dedicarlo a algo útil. Y junto a esto, la superación, el
aprendizaje constante, como un quehacer habitual, natural, necesario a su
propia existencia. Así lo demostró en sus múltiples responsabilidades, como las
de Presidente del Banco Nacional, director de la Junta de Planificación,
Ministro de Industrias, como Comandante de regiones militares y jefe de
delegaciones de tipo político, económico, o fraternal en las cuales representó
con dignidad a Cuba.
Del Che
recordamos sus valiosos relatos sobre hechos relevantes de la lucha, recogidos
luego en su libro “Pasajes de la guerra revolucionaria”. Sus escritos
sobre economía, sobre el papel de las universidades, sobre la lucha necesaria
contra el imperialismo. Perduran sus análisis profundos sobre el papel del
hombre en el socialismo, sobre los mecanismos de estimulación para convertir en
conciencia el deber del trabajo. Y también sobre la lucha ideológica entre el
socialismo naciente y el capitalismo en decadencia.
En el Che
pensamos los cubanos cuando la Patria nos convocó al cumplimiento de riesgosas
misiones internacionalistas, sin otro incentivo que arriesgar la vida en aras
de preservar la de millones de seres humanos agredidos, explotados y oprimidos
por el imperialismo internacional. Ese internacionalismo, del cual fue él su
mejor exponente, sigue siendo parte de la conciencia de nuestro pueblo.
En Cuba,
cada mañana, en las escuelas y otras actividades patrióticas, un infinito coro
de voces infantiles repite la consigna de Pioneros,
por el comunismo ¡Seremos como el Che! No faltan quienes afirmen la
imposibilidad de que alguien sea como el Che. Pienso que desde el punto de
vista de todas las cualidades y de todos los méritos acumulados en la figura de
tan extraordinario hombre, determinados por su actitud en los momentos que le
tocó vivir, el Che es, sencillamente, irrepetible. Pero de lo que se trata no
es de copiar una figura, sino de asimilar sus virtudes.
Se puede ser
valiente, trabajador, internacionalista, profesar los más puros sentimientos de
amor, sentir y practicar la solidaridad humana, estar dispuesto a ofrendar la
sangre y la vida por cualquier causa justa en cualquier parte del mundo, odiar
al imperialismo y luchar contra éste donde sea necesario. Y se puede ser abanderado
de la verdad, de la honestidad y la confianza en la Revolución y en el ser
humano. Como lo fue el Che.
Fidel
resumiría así el legado del Che a nuestro pueblo: “Nos dejó su pensamiento
revolucionario, nos dejó sus virtudes revolucionarias, nos dejó su carácter, su
voluntad, su tenacidad, su espíritu de trabajo. En una palabra, ¡nos dejó su
ejemplo! ¡Y el ejemplo del Che debe ser un modelo para nuestro pueblo, el
ejemplo del Che debe ser el modelo ideal para nuestro pueblo!”
Hoy, las
ideas del Che florecen no solo en Cuba. Se multiplican en otros pueblos de
nuestra América donde son enarboladas como símbolo de independencia y
soberanía, proclamadas por millones de seres humanos y por dirigentes que
decidieron unir su vida al destino libre y digno de sus pueblos, frente a un
mismo enemigo: el imperialismo norteamericano.
En su poema Canto
a Fidel, antes de partir en la expedición del Granma, el Che escribió: “Y si en nuestro camino se interpone el
hierro /pedimos un sudario de cubanas lágrimas para que se cubran los
guerrilleros huesos/ en el tránsito a la historia americana. Nada más”.
Ese
tránsito, a esa historia, continúa con rumbo firme. La imagen del Che está
diseminada en muchos países del mundo, acompañando demandas de libertad y de
justicia. Recorre calles y avenidas, alimenta esperanzas de redención. Es filo
cortante de grilletes esclavos y heraldo de tiempos de revolución por venir,
pero que se engendran en la lucha de las masas irredentas, ansiosas de un mundo
mejor que ahora reconocen posible.
Los restos
venerados del Che y de sus compañeros caídos en Bolivia, no puede decirse que
reposan en Cuba; valdría mejor decir que son eternos centinelas de nuestra
obra, prestos siempre, como cantó el poeta Bonifacio Byrne, a alzar sus brazos
para defender nuestra bandera. El destacamento de refuerzo, los llamó justamente
Fidel. Por eso ahora, a 52 años de la caída del Che y sus aguerridos
combatientes internacionalistas, vale dedicarles lo que ellos más quisieron y
fue la razón de su vida: la obra revolucionaria que construimos, fortalecemos y
defendemos.
Y la
confianza de que seguiremos juntos, fieles al grito que, más que despedida, es
expresión de encuentro y de abrazo eternos:
¡Hasta la victoria siempre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario