.Orlando Guevara Núñez
Una de las tareas más
titánicas de José Martí, fue la de unir ideas y acciones para organizar, con
éxito, la guerra necesaria. Y aglutinar, en pos de esos postulados, a los
grandes patriotas que habían protagonizado la guerra de 1868, entre ellos al Generalísimo
Máximo Gómez Báez.
En una extensa carta a este
gigante de la historia cubana, Martí deja testimonio sobre su afán de preparar
bien la guerra, de no precipitarla y crear bases sólidas para su inicio,
desarrollo y triunfo.
Fue el 16 de diciembre de
1887 cuando en la referida misiva, escrita en Nueva York, nuestro Apóstol
expone a Máximo Gómez argumentadas razones sobre el peligro de la precipitación
que podría conducir al fracaso. Está hablando en nombre de la Comisión
Ejecutiva del Partido Revolucionario Cubano.
Martí insiste en la unidad
como factor indispensable del triunfo. Unidad de todos cuantos lucharon antes y
de los nuevos que ahora se sumaban al ideal independentista. Y le dice a Gómez
que la hora parece llegada; pero alerta que
“La revolución surge, y nosotros podemos organizarla con nuestra
honradez y prudencia, o ahogarla en
sangre inútil con nuestra torpeza y ambiciones”
Expone que no debe ser el
enemigo quien imponga una guerra cuando le convenga y frente a adversarios
divididos. Es partidario de la preparación ordenada, entusiasta y unánime. Le
afirma a Gómez, por hechos conocidos, que “El país va desordenadamente a la
guerra, y la guerra corre gran peligro si la dejamos estallar desordenada”.
Establece cinco bases
indispensables de preparación de la contienda y cuatro objetivos
esenciales, En ambos postulados quedan
expuestos los criterios, en torno a los cuales se desea unir al Generalísimo,
De todo eso dependerá la victoria o la derrota.
Es entonces cuando surge,
luego de exteriorizar su confianza en la forma positiva en que ha de responder
el guerrero patriota, la sentencia con
la cual cierra la misiva: Séanos dado,
ahora que podemos fundar o destruir, fundar.
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