.Orlando
Guevara Núñez
Es conocido el
objetivo de Fidel – una vez tomado el Cuartel Moncada- de llamar al pueblo a la
lucha, sumando a los militares honestos contra la tiranía, para “ir unidos en
pos del único ideal hermoso y digno de ofrendarle la vida, que es la grandeza y
la felicidad de la Patria”. Así lo definió el máximo jefe de las acciones del
26 de julio de 1953, ante el Tribunal que lo juzgaba por esos hechos.
Se sabe la
existencia de un documento titulado A la
nación, conocido también como Manifiesto
del Moncada, el cual sería dado a conocer a través de la radio, cumplida la
misión militar. Fidel prefirió no hacer esa transmisión antes, en aras de
prevenir un posible derramamiento de sangre.
Ese documento,
por encargo de Fidel, fue elaborado por Raúl Gómez García, conocido como el Poeta de la Generación del Centenario,
asesinado el mismo día del asalto. En La Habana quedaron varias copias que
debían ser difundidas tras el éxito de la acción. En Santiago de Cuba habría de
hacerse lo mismo.
¿Cuáles
aspectos fundamentales se abordaban en ese documento? Lo primero, proclamar que “ante el cuadro patético y doloroso
de una república sumida bajo la voluntad caprichosa de un solo hombre, se
levanta el espíritu nacional desde lo más recóndito del alma de los hombres
libres”. Se declara la continuidad de la Revolución de 1868, iniciada por
Carlos Manuel de Céspedes, reanudada por José Martí en 1895, y actualizada por
Guiteras y Chibás en la época republicana.
Ante la
represión de la tiranía y la actitud de los políticos en componenda con ésta,
“se levanta la vergüenza inquebrantable del pueblo cubano en la decisión unánime
de reconquistar su Constitución, sus libertades esenciales y sus derechos
inalienables, pisoteados sin tregua por la usurpación traicionera”.
Se exalta el
papel de la juventud cubana, alzándose en rebeldía, “rompiendo el pacto insano
con la concepción del pasado y con el presente de duelo y decepción”. Se habla
de la juventud del Centenario, con el anhelo de “honrar con sacrificio y
triunfo el sueño irrealizado de Martí”.
Se anuncia la
llegada de una Revolución nueva que cambiaría para siempre la insoportable
situación del país. Se afirma que en la vergüenza de los hombres de Cuba está
el triunfo de la Revolución cubana. La Revolución de Céspedes, de Agramonte, de
Maceo, de Martí, de Mella, de Guiteras, de Trejo y de Chibás.
En una
interpretación del momento histórico, se afirma que el año del Centenario
Martiano cierra un ciclo signado por avances y retrocesos en los órdenes
político y moral de la república, destacando la lucha sangrienta del pueblo por
su libertad e independencia.
Se pone al
desnudo la esencia del golpe del 10 de marzo de 1952, y los mecanismos
fraudulentos para mantener en el poder a una casta explotadora y privilegiada,
sostenedora de “una bandera sin gloria al lado de la bandera más gloriosa”. Se
denuncian las funestas consecuencias del zarpazo batistiano en los órdenes
económico, político, las represiones obreras y estudiantiles, el aislamiento y
división de los partidos políticos, la muerte de la Constitución y los
derechos, entre otros graves males para el país.
Al analizar
otras consecuencias para el pueblo, el Manifiesto
del Moncada afirma, refiriéndose a quienes cometieron el crimen y los que
adoptaron una actitud pasiva ante ese hecho, que “No es honrado ni justo
atentar al corazón de la república, ni es justo ni es honrado encaramarse sobre
ella para dejar que los demás atenten”.
Fustiga el
documento a los políticos venales, prestos a hacerle el juego a los traidores
del 10 de marzo, mientras el pueblo espera la verdadera clarinada para la
defensa de sus más sagrados derechos. Por esos derechos, se destaca el ideal de
la juventud del Centenario.
Un concepto
político de trascendencia se expresa en el citado Manifiesto: “En 1853 con el
nacimiento de un hombre luz, comenzó la Revolución cubana; en 1953 terminará
con el nacimiento de una república luz” Se declara que la Revolución no
persigue odio ni sangre inútil, sino salvar la vergüenza de Cuba, naciendo del
pueblo cubano, con la vanguardia de una juventud nueva, limpia de pasados
errores y de mezquinas ambiciones.
Se declara la
Revolución como “frente meditado de un empeño”, arrancando de una vez y para
siempre todas las ataduras que nos ligan al pasado corrupto y todos los mitos
que nos mantienen en el presente de amargura y dolor.
Otro postulado
es que la Revolución se declara libre de trabas con las naciones extranjeras, y
libre también de influencias y apetitos de políticos y personajes propios. Una
definición retrata el ideal enarbolado: “La Revolución es la decisiva lucha de
un pueblo contra todos los que lo han engañado”.
Se puntualiza
el respeto a la integridad de los ciudadanos libres y de los militares que no
han traicionado el corazón nacional. Se ofrece un saludo a todos los cubanos de
vergüenza a quienes se invita a sumarse al triunfo. Al mismo tiempo se declara
la energía y rigor contra quienes han arrebatado al pueblo sus derechos, la
libertad y la soberanía.
Se declara el
interés de la Revolución de luchar por el bienestar y la prosperidad económica,
a la vez que, en el orden político, reconoce y se orienta “en los ideales de
Martí, contenidos en sus discursos, en las Bases del Partido Revolucionario
Cubano, y en el Manifiesto de Montecristi; y hace suyos los Programas
Revolucionarios de la Joven Cuba, ABC Radical y el Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxo).
Con sentido de
solidaridad y hermandad, se proclama el respeto por las naciones libres de
América, haciendo votos porque” la clarinada cubana sea una estrella más en la
conquista de los ideales e intereses latinoamericanos. Se anuncia también el
propósito de cambiar el medio económico nacional y repartir trabajo honrado y
dinero equitativo a todos los hogares cubanos.
Se declara el
respeto hacia los obreros y estudiantes, hacia la Constitución de 1940, se
reconoce como única bandera a la tricolor de la Estrella Solitaria y como Himno
al que nos enseña que ¡Morir por la Patria es vivir!
“La Revolución
– se expresa en el citado Manifiesto-
declara su amor y su confianza en la virtud, el honor y el decoro del hombre y
confiesa la intención de utilizar los que valen de verdad (…) Estos hombres
existen en todos los lugares e instituciones de Cuba, desde el bohío campesino
hasta el cuartel general de las Fuerzas Armadas; y el ojo avizor de la
Revolución los situará en la posición de servicio que Cuba les pide. No es esta
una Revolución de castas”.
Aquel
histórico documento que no llegó al pueblo por la frustración del triunfo
militar en el Moncada, concluye con patrióticas palabras, de contenido
martiano, que transcribo textualmente:
“Cuba abraza a
los que saben amar y fundar, y desprecia a los que odian y deshacen. Fundaremos
la república nueva, con todos y para el bien de todos, el amor y la fraternidad
de todos los cubanos. La Revolución se declara definitiva, recogiendo el
sacrificio inconmensurable de las pasadas generaciones, y la vida en bienestar
de las generaciones venideras”.
“En nombre de
los mártires. En nombre de los derechos sagrados de la patria. Por el honor del
Centenario”.
La Revolución
cubana.
Julio 23 de
1953.
Como puede
verse, aquí están plasmadas las ideas esenciales que pondrían en marcha a la
Revolución y darían luego cuerpo al Programa
del Moncada. En aquel momento, estas ideas no pudieron llegar a las masas
que las inspiraron. Pero esas ideas, que primero sufrieron crímenes y prisión,
no fueron derrotadas. Marcharon al exilio, regresaron en el Granma, escalaron
las montañas, se extendieron por llanos y ciudades, hasta que, victoriosas,
fueron coronadas con el triunfo, el 1ro. de enero de 1959, en esta heroica
ciudad de Santiago de Cuba.
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