viernes, 4 de mayo de 2018

Medallas en los pechos; en el corazón, cariño





.Orlando Guevara Núñez

En la mañana de este 4 de mayo, los combatientes internacionalistas de la asociación de base Sergio Marañón Pérez, de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, en el santiaguero Distrito José Martí, tuvimos una emotiva sorpresa.
Fuimos convocados para  recibir la Medalla Conmemorativa  60 aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. De ocasiones anteriores, recordábamos los actos solemnes, en filas bien formadas, en un ambiente cuya solemnidad imponía el silencio. Una entrega de medalla, un saludo, un apretón  de manos, la felicitación acostumbrada.
Pero esta vez fue distinto. El silencio cedió su lugar al bullicio, las risas, los saludos, las muestras de admiración de más de 900 pioneros del Seminternado de Primaria Generalísimo Máximo Gómez Báez, radicado en nuestra propia área.
La espontaneidad desplazó todo lo formal. El recibimiento trascendió los aplausos. Los niños  venían al encuentro de los combatientes, los saludaban, les preguntaban el significado de las medallas que portaban. Extendían pequeños pedazos de papel, evidentemente arrancados de sus libretas, para que les fueran firmados. Nunca, ninguno de los allí condecorados, había recibido tantos besos y abrazos infantiles en tan breve tiempo.
Por momentos, toda la atención era de los combatientes hacia los niños. Hablaron sobre Martí, Fidel, Raúl, Camilo, El Che, Almeida. Rememoraron el poema del Indio Naborí, Marcha triunfal del Ejército Rebelde. Y a Bonifacio Byrne defendiendo el amor hacia la bandera de la estrella solitaria.
Una pionera expresó que el compromiso de ellos era saber defender la Revolución y, cumplir el legado de Fidel de que primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.
Después, por primera vez, manos infantiles prendiendo medallas en pechos que, más por la condecoración, vibraban de emoción ante la ternura y la sencillez de quienes la imponían. Así, en esta mañana de mayo, en nuestros pechos quedó prendida una medalla; en nuestros corazones, quedó prendido otro premio mayor: el cariño de los niños.

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