.Orlando Guevara Núñez
La
industrialización del país, en precario grado de desarrollo en 1953, fue otro
de los problemas fundamentales planteados por el jefe del asalto al Cuartel
Moncada, Fidel Castro, durante el juicio que lo condenó a 15 años de prisión.
En su alegato, el joven revolucionario afirmó:
“Salvo
unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo
una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar
caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para
importar arados…Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de
industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas,
industrias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los
cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimenticias para que
puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de
queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas,
que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente
de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo
las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera
por las calendas griegas”.
En
la Cuba de entonces, más del 94% de los establecimientos industriales tenían
menos de cien empleados, mientras que más del 50% de los trabajadores de esa
rama pertenecían al sector azucarero. Las industrias productoras de materias
primas y recursos básicos, representaban sólo el 0,1% de las inversiones al
margen de la industria azucarera, la que, en su mayoría, estaba en manos de
monopolios extranjeros.
Cuba,
sin vacilación, nacionalizó las
principales industrias, al tiempo que
inició, desde el triunfo revolucionario, la construcción de importantes
industrias en las más diversas ramas. Las ramas básica, ligera, alimenticia y otras,
recibieron fuertes inversiones. En unos casos, con instalaciones nuevas y en
otros mediante ampliaciones de instalaciones y modernización tecnológica de las
existentes.
La
generación eléctrica, la industria del níquel, la rama química; las
exploraciones, extracción y refinación de petróleo, las ramas del calzado y
textil, la producción industrial alimentaria, la industria sideromecánica, la
fabricación de equipos e implementos agrícolas y la industria turística,
alcanzaron desde los primeros años un notable impulso. También fue modernizado
el proceso industrial azucarero e introducida la mecanización del corte y alza
de la caña, liberando a cientos de miles de trabajadores de tan rudo trabajo.
Todo
el sector industrial cubano fue blanco de las agresiones norteamericanas desde
los primeros años de la Revolución. El bloqueo obstaculizó la obtención de
materias primas y piezas de repuesto para una tecnología en su mayoría foránea.
Los
ingenieros, técnicos y obreros, tuvieron que hacer múltiples innovaciones,
adaptaciones y fabricar piezas para
mantener funcionando muchas de nuestras industrias, afectadas también por la
escasez de combustibles. Fue necesario un cambio casi total de la tecnología.
La
economía cubana, a partir del bloqueo norteamericano que comenzó desde el mismo
año del triunfo revolucionario, sufrió un duro golpe. Cuba quedó sin tener a
quien comprarle ni a quien venderle, hecho que se repitió tres décadas después,
cuando la desaparición de la Unión Soviética y del Campo Socialista. No haber sucumbido ante tales situaciones, es
un mérito indiscutible de la Revolución cubana, de sus dirigentes y de su
pueblo.
Nuestra
industrialización, por esos motivos, no
sólo se ha afectado en las industrias existentes, sino también se ha retardado
en su desarrollo.
La
obra realizada, es grande, no se ha detenido y prosigue su avance.
Los
sueños moncadistas continúan ganando fuerza de realidad en la obra conquistada
y defendida durante más de medio siglo. Y pese a las limitaciones económicas
derivadas de la pobreza heredada y del bloqueo que ha costado al país miles de
millones de dólares y ha retardado nuestro desarrollo en más de 15 años,
contamos con otra riqueza imposible de medir en cifras, definida por el
Comandante en Jefe Fidel Castro en su Informe Central al Primer Congreso del
Partido Comunista de Cuba, celebrado en diciembre de 1975:
“El
socialismo no solo significa enriquecimiento material, sino también la
oportunidad de crear una extraordinaria riqueza cultural y espiritual en el
pueblo y forjar un hombre con profundos sentimientos de solidaridad humana,
ajeno a los egoísmos y mezquindades que envilecen y agobian a los individuos en
el capitalismo”.
Ese
hombre, una de las obras más hermosas creadas por la Revolución cubana, es
también una de las razones que justifican el combate heroico del Moncada, el 26
de julio de 1953, cuando 61 jóvenes revolucionarios – 55 de ellos vilmente
asesinados – ofrendaron su vida, como expresara también Fidel durante su alegato
ante el Tribunal, para que nuestro José Martí siguiera viviendo en el
alma de la Patria.
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