:Orlando Guevara Núñez
El 4 de abril de 1962, fundación de la Unión
de Jóvenes Comunistas (UJC) , el Comandante en Jefe Fidel Castro pronunció un
discurso con visión de futuro. Y las esperanzas y la confianza en ese futuro las cifró en los jóvenes.
“La Revolución que estamos haciendo nosotros
no es la Revolución que nosotros queremos; la Revolución que nosotros queremos
es la Revolución que van a hacer ustedes.
La sociedad que nosotros vivimos no es la sociedad que nosotros
queremos. La sociedad que nosotros
queremos es la sociedad en que van a vivir ustedes”.
La Revolución, con poco más de dos años de
vida, no podía haber cumplido aún sus grandes objetivos de sustituir las estructuras
capitalistas de explotación e injusticias para construir una sociedad nueva, la sociedad socialista. No era esa una
tarea sencilla, ni de un día para otro, en la cual “Nos ha tocado el momento de la Revolución en
que las ideas tienen que abrirse paso por entre el bosque de los prejuicios, de
los hábitos, de las costumbres y de las ideas de la sociedad vieja”.
Cuando
se produce el cambio de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) para la UJC, la
juventud cubana había cumplido ya misiones heroicas, entre éstas la Campaña de
Alfabetización y la salvación de la Patria durante la invasión mercenaria de
Playa Girón, junto a otras en la defensa, el estudio y el trabajo. Por eso
Fidel le expresó a los jóvenes su máxima confianza en ellos.
“Por
todo lo que han hecho los jóvenes, por todo lo que han hecho en la historia de
nuestra patria, por todo lo que han hecho en la historia de nuestra Revolución,
es por lo que nosotros creemos en los jóvenes, creemos en los jóvenes, creemos
en los jóvenes —y lo repito— porque creer en los jóvenes significa una actitud,
creer en los jóvenes significa un pensamiento”.
Y fundamentó más esa convicción: “Creer en los jóvenes es ver en ellos
además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de
juventud, ¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la patria, fe en la
patria!, ¡amor a la Revolución, fe en la Revolución, confianza en sí mismos!,
convicción profunda de que la juventud puede, de que la juventud es capaz,
convicción profunda de que sobre los hombros de la juventud se pueden depositar
grandes tareas”. (…) Creer en la juventud es mirar todo lo que nuestra juventud
puede hacer; es ver en esa juventud los dignos continuadores de la obra
revolucionaria; es ver en la juventud a mejores continuadores o constructores
de la obra revolucionaria mejores todavía que nosotros mismos”.
“Creer en la juventud – afirmó ese día Fidel- es ver en ellos la generación
del mañana, una generación mejor que nuestra propia generación, una generación
con muchas más virtudes y muchos menos defectos que las virtudes y los defectos
de nuestra propia generación".
Hablaba
ese día Fidel para trazar una ruta hacia la sociedad por venir. Hablaba para
quienes tendrían la responsabilidad de construir y defender esa sociedad, diametralmente
opuesta a aquella de la que aún estábamos saliendo. Por eso definió el carácter
de la organización que ahora nacía como vanguardia de la juventud cubana.
“¿Es
acaso un extremismo bautizar la organización juvenil con el nombre de Unión de
Jóvenes Comunistas? ¡No! ¡No!
Porque, precisamente, la función de esa organización es formar jóvenes
que tengan una actitud comunista ante la sociedad y ante la vida; de formar
jóvenes que han de vivir en una sociedad nueva, en una sociedad distinta, en
una sociedad muy diferente de la sociedad en que hemos vivido. La misión de esa organización es formar
jóvenes capaces de construir esa sociedad y de vivir en esa sociedad”.
Una
organización con esa tarea, tendría que ser integrada por jóvenes que llegaran
a ella avalados por su calidad, por sus méritos, por ser modelos en todo su
actuar, dignos de llamarse joven comunista. Jóvenes, como lo dijo Fidel, que
actúen no con el prestigio y la autoridad
que les otorgue la organización, sino que la organización actúe con el
prestigio y la autoridad que esos jóvenes le aporten.
Partiendo
de ese concepto, si la AJR era una organización no selectiva, ese carácter sí
lo tenía ahora la UJC. Así lo definiría Fidel aquel histórico 4 de abril:
“Todos
no podrán ser Jóvenes Comunistas.
Jóvenes comunistas podrán llamarse solo
aquellos que, por su conducta y por sus méritos, sean acreedores a pertenecer a
esa organización.
“Es
decir, que hay que tener temple para ser un Joven Comunista, hay que tener
carácter para ser un Joven Comunista, hay que tener abnegación para ser un
Joven Comunista, hay que tener vocación para ser un Joven Comunista, hay que
saber cumplir. .
“Porque el Joven Comunista tiene que ser un
apóstol de sus ideas, un predicador de sus ideas, y tiene que predicar, en
primer lugar, con el ejemplo; tiene que conquistar jóvenes y no alejar
jóvenes. Quien aleje jóvenes de sí con
sus métodos despóticos, con su desprecio y con su falta de generosidad hacia
los demás jóvenes, no puede ser un Joven Comunista”.
“El
Joven Comunista, además, tiene que estar dispuesto a dar su vida por la
Revolución y por la patria sin vacilación. Esa es condición esencial de todo Joven
Comunista. Y así el carácter y el
concepto del Joven Comunista tiene que ir formado de todos esos atributos, de
todas esas cualidades, de todas esas virtudes, de manera que ser Joven
Comunista constituya el más alto, el más señalado y el más preciado galardón de
todo joven”.
Con ese
legado fidelista, la Unión de Jóvenes Comunistas llega al aniversario 55 de su
fundación. En gran parte, la sociedad nueva se ha construido y defendido en
Cuba. Pero el camino por recorrer es aún largo y requerirá no menos sacrificio
y consagración que los realizados hasta ahora. Otro es el momento histórico,
otras las tareas, pero los enemigos son los mismos e iguales sus objetivos, aunque las armas sean
distintas.
Hoy es
válido recordar aquel momento fundacional de la UJC para seguir reafirmando la
confianza expresada por Fidel en la juventud, junto a la convicción de que el
porvenir de la patria está y estará seguro en sus manos.
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