El autor de este artículo, prestigioso profesional de la medicina en Santiago de Cuba y escritor sobre temas literarios y periodísticos, me envió este trabajo que, por su importancia, lo comparto en mi blog.
Y podría ocurrir que la clase
dirigente, esa plutocracia, a la vez racional e irracional, se decida a pasear
al elefante por todos los pasadizos de la Casa Blanca y logre al fin amaestrarlo para evitar males
mayores al imperio que siempre le ha gustado vestir los ropajes de sistema
bueno.
Un país incluso en sí mismo, sin contar con
las múltiples relaciones e interconexiones con los países del mundo, nunca
podrá compararse con una empresa. Una mirada a las realidades internacionales
de los estados revela que existen otras naciones, agrupaciones de naciones y,
por encima de todas, la ONU,
como la organización global más representativa del derecho y la política de los
Estados.
Ello conlleva al acatamiento de determinadas
y muchas normas y reglas que deben guiar el rumbo de todo gobierno que se
precie de responsable de la autoridad y del compromiso del Estado que
representa. Por tanto, asombra que el actual presidente estadounidense Donald
Trump asuma tan a la ligera sus
funciones adoptando tempranamente medidas que, aunque consecuentes con
sus ideas de campaña electoral, rebasan los límites necesarios para el normal
estudio y comportamiento comedido que exigen la implementación de políticas
internas y externas complejas.
De modo tal, que el exitoso empresario ha
llegado a la Casa Blanca
con ínfulas de cambiarlo todo según su pensamiento y práctica empresarial, y
tiene en vilo en estos momentos a medio o a todo el mundo, cosechando los
naturales rechazos, más de los acostumbrados, en su propio país, y, por
supuesto, por las patadas de elefante atolondrado, la condena también, más
notoria que nunca antes, en los países vecinos y en los países allende las
tierras y los mares, que analizan las amenazas y los peligros que se les viene
encima.
El muro en la frontera con México es un
dechado de sinrazón. El presidente del país que le arrebató casi la mitad de su
territorio, ahora quiere extender dicho muro en todo el territorio fronterizo,
que por otra parte está y estaría construido sobre antiguas tierras aztecas. Y
para contrasentido, y tal vez único como medida extraterritorial del nuevo
emperador, que el costo no lo pagará el Estado que lo levanta para su supuesta
protección, sino que deberá efectuarlo el Estado de al lado. ¿Aceptará México
en alguna forma esta extorsión, sobreañadido al despojo antiguo de sus tierras?
¿No intervendrá la ONU
a través de su Asamblea General para evitar que este principio trumpista siente
precedente y pueda convertirse mañana en una normativa de política futura de
los países temerosos de las olas de emigrados, pero poderosos por sus fuerzas?
Hay que expresarle a los Estados Unidos que lo justo según el sentido común es
que “quien hace y deshace debe pagarlo con su sudor y su bolsa” y si con su
acción afectara a otros, “debe por
justicia resarcirlos por los daños”.
Ahora Trump, presidente de un país que
blasona de tierra de migrantes, que ha fomentado para su incumbencia la
propaganda de las libertades relacionadas con la emigración, adopta medidas
irracionales de discriminación y de violación de los derechos humanos
relacionados con este asunto. Y de todas partes, internas y externas, han
venido las declaraciones y manifestaciones de condenas por estas formas
contrarias al derecho internacional.
Además, asumiendo una política proteccionista
y conservadora, amenaza a las empresas automovilísticas y otras, asentadas
principalmente en México, y las conmina a ponerlas en marcha en los Estados
Unidos. ¿Generalizará también esta política con otros países, incluyendo sus
aliados occidentales? ¿Romperá con la extravasación de los capitales hacia
otros países, rasgo característico del imperialismo junto con la presencia e
intervención de las fuerzas militares en
todas partes en que puedan asentar sus bolsas y sus botas?
Sería bueno para el mundo que Trump empezara
por poner fin a esa especie de migración de sus fuerzas militares hacia todo el
mundo, y clausurara todas las bases militares fuera del país y retornara a esos
cientos de miles de soldados a su tierra. Con ello haría un gran servicio a la paz
mundial, y pudiera ahorrar los miles de millones necesarios para el separatista
muro que ha soñado y se propone construir en apenas dos años. Pudiera empezar,
por ejemplo, por la base naval más antigua, la de Guantánamo, Cuba, cuya
presencia ha sido reiteradamente impugnada por el pueblo y gobierno cubanos.
En fin, Trump está causando, tempranamente,
mucho estropicio dentro y fuera de su país. Pero aún es pronto para predecir y
poder poner de manifiesto quién gobierna de verdad en los Estados Unidos. Y
podría ocurrir que la clase dirigente, esa plutocracia, a la vez racional e
irracional, se decida a pasear al elefante por todos los pasadizos de la Casa Blanca y logre al fin amaestrarlo para evitar males
mayores al imperio que siempre le ha gustado vestir los ropajes de sistema
bueno.
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