.Orlando Guevara Núñez
Durante los últimos días de la guerra revolucionaria, el
Comandante en Jefe Fidel Castro dirigía desde la zona oriental las operaciones
rebeldes en todo el país.
Daba instrucciones, precisaba detalles, alertaba a sus
tropas, apreciaba peligros, siempre con
una fe infinita en la victoria final. Estaba muy al tanto de las operaciones de
las columnas invasoras de Camilo y el Che. En fin, sobre todo lo concerniente a
la guerra.
Para estos días, había fijado la Comandancia Central en
La Rinconada, lugar cercano a Jiguaní. La Batalla de Maffo se había iniciado
desde el 10 de diciembre. La resistencia enemiga era tenaz.
Sus testimonios en el libro De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba, la
contraofensiva estratégica, son elocuentes.
El 14 de diciembre, Fidel dirige una nueva carta al
comandante Hernández Ríos, jefe de la guarnición de Maffo, atrincherada en las
instalaciones del BANFAIC, de esa localidad aledaña a Contramaestre.
“Mi proposición a usted obedecía a móviles humanos, en
bien de sus hombres y de los míos, puesto que no se justifica por parte de
ustedes resistir una posición que está perdida. Nosotros no somos extranjeros,
somos cubanos, no mancha su frente deponer sus armas ante compatriotas que han
demostrado sobradamente la justicia de la causa que defienden frente al régimen
criminal y odioso, por el cual usted está haciendo derramar la sangre de sus hombres”(…)
(…) Con verdadera pena me veo en la obligación de
comunicarle que a partir de las 12:30 de esta noche queda rota la tregua.
El enemigo siguió resistiendo, con la esperanza de un
refuerzo salvador que nunca llegaría.
El lunes 15, anotaría Fidel: “ Inmerso en el asedio de
Maffo, le escribí a Raúl para que me prestara apoyo aéreo con algunas bombas
incendiarias, con el objetivo de precipitar el desenlace y dirigir el ataque a
Jiguaní”.
En esa misiva, Fidel decía a Raúl:
“Aquí se está librando una lucha dura. Hoy es la quinta
noche consecutiva. La aviación ha arrasado el pueblo. Después tenemos la tarea
de Jiguaní, que está cercado con 250 hombres dentro. Una tropa de 200 guardia
ha logrado infiltrarse, tratando de apoyar a la de Maffo; la tenemos localizada
al norte de Baire, que está en nuestras manos y espero interceptarla mañana. Los
de Maffo se están defendiendo como fieras y nos han costado ya 13 bajas (dos
muertos y 11 heridos de mayor o menor gravedad) (,,,)
Aplicando las medidas necesarias en el momento adecuado,
Fidel le expone a Raúl en esa carta:
“No sueltes un solo prisionero más. Creo que debemos
varias ya la política en ese sentido. Después del trato que les hemos dado, no
se justifica que resistan todavía como resisten. Tengo un encabronamiento
con estos de Maffo que de milagro no los
fusilo a todos cuando se rindan”
El día 16 el Comandante en Jefe le escribe a Almeida,
informándole que el refuerzo había sido interceptado y rechazado, ocupándole algunas
armas. Lo hicieron retroceder hasta Jiguaní.
Le informa, además, sobre un incidente lamentable en la
zona de operaciones de las columnas 1 y 3, zona de Cautillo, al penetrar, sin
autorización previa del mando rebelde, un
jeep de la Cruz Roja, el cual fue destruido por una mina, pereciendo sus
cinco tripulantes. El hecho ocurrió a
las tres de la madrugada.
Fidel culpa al mando militar de la tiranía y a la
jefatura de la Cruz Roja por autorizar ese viaje, evidentemente con objetivos
de exploración del camino, utilizando a esta institución para lo que
correspondía hacer a los soldados.
El máximo jefe rebelde lamentó la muerte de esos cinco
miembros de la Cruz Roja, víctimas de la insensibilidad de sus propios jefes.
Ese mismo día 16 escribe notas a los jefes rebeldes
Cristino Naranjo y Arturo Aguilera. Al primero, para que espere instrucciones
suyas; al segundo, autorizando entrega de seis galones de gasolina.
Pronto sucederían importantes y decisivos
acontecimientos.
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