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Orlando Guevara Núñez
Una
reciente cifra ofrecida a la prensa por la Ministra de Educación cubana, fija
en 1 700 000 alumnos los que irán a las
clases a partir del próximo 5 de septiembre, inicio del nuevo curso escolar. Se
refiere a la enseñanza desde el prescolar hasta el preuniversitario. Otras
decenas de miles irán a las universidades.
Pero
las cifras, por sí solas, no lo dicen todo. Hay otra realidad más reveladora:
en Cuba no hay un solo niño sin escuelas y maestros, ni maestro sin aulas. El
país entero es una inmensa escuela. Incluso hay decenas de aulas con menos de
cinco alumnos, por estar en lugares con poca población. Si un solo alumno vive
en un lugar muy apartado, hasta allí llega el maestro. Recuerdo una cifra de
cursos anteriores cuando llegaron a existir más de un centenar escuelas con un
solo alumno.
Al
ver esta obra, vienen a mi mente los recuerdos de la etapa anterior a 1959. Un
millón de analfabetos. Falta de escuelas. Niños sin acceso a la educación,
mientras 10 000 maestros estaban sin empleo.
En
la zona rural donde nací y viví los primeros años, el analfabetismo alcanzaba
el más del 80 por ciento de la
población. Y muchas escuelas, solo impartían hasta el tercer grado de
escolaridad. Aún recuerdo el día en que llegué a ese nivel. No hubo fiesta,
sino deseos frustrados de seguir los estudios.
Mi
padre hizo el intento de que yo siguiera estudiando y comenzó a pagarle un peso
a un maestro particular y tres a una profesora de mecanografía, que vivían en
el pueblo, a 12 kilómetros de mi barrio rural. El transporte era un caballo.
Pero pronto el intento quedó trunco, porque cuatro pesos eran mucho capital
para poder pagar ese derecho humano que
para entonces el gobierno de los Estados Unidos, en lugar de criticar a la
dictadura de Fulgencio Batista por violarlo, le suministraba armas y asesores
militares para hacerlo cada día más inhumano.
Cuba
es hoy el país con más docentes por alumno. Como es también el de más médicos
por habitantes. En ambos casos, servicios gratuitos para toda la población, sin
discriminación de ningún tipo. Un país que en el tercer año de la Revolución
erradicó el analfabetismo. Y que ha
enviado decenas de miles de maestros a otros países a luchar contra ese mal. Más de ocho millones de personas han
aprendido a leer y escribier fuera de nuestras fronteras, gracias a esa
cooperación, cumpliendo el legado martiano de que al venir a la tierra todo
hombre tiene derecho a que se le eduque y después, en pago, el deber de
contribuir a la educación de los demás.
El
5 de septiembre, educadores y educandos iniciarán otra página de gloria para la
educación cubana. Mientras tanto allá, en el norte revuelto y brutal que nos
desprecia, al decir de Martí, se siguen fraguando planes de subversión contra
el pueblo de Cuba, el más reciente con internet como arma, con las esperanzas
de revivir el capitalismo, privatizar la educación y la salud y que los cubanos
volvamos a la indigencia y el analfabetismo.
Vale
recordarles otra sentencia martiana: Un pueblo instruido será siempre fuerte y
libre. Y eso somos los cubanos. Todos con el derecho y la oportunidad de llegar a los más altos niveles educacionales, hasta donde su capacidad y dedicación los respalden.
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