.Orlando
Guevara Núñez
En
fecha temprana como julio de 1960, Nydia
Sarabia escribió una crónica sobre los hechos del 31 de julio de 1957,
relacionados con la reacción de los santiagueros ante el asesinato de Frank
País. De ese trabajo periodístico, publicado como suplemento del periódico Sierra Maestra, edición de julio 31 de
1960, extraemos los párrafos siguientes:
“En
la mañana del 31 las mujeres enlutadas se apertrecharon en el Parque Céspedes
para recibir al Embajador yanquee. Le
entregarían una carta pidiéndole al gobierno de USA que no vendiera más armas y
bombas al tirano. Gritaban continuamente:
¡ Libertad! ¡Libertad!”
“El
asesino de Frank parecía un león enjaulado. Con el Embajador yanquee no podía
hacer uso de la fuerza brutal con las mujeres. Montaba y salía de la
´microonda`. Daba órdenes, recorría la cuadra como lanzando zarpazos,
vociferando palabras obscenas. Al llegar el célebre Smith con su comitiva al
Ayuntamiento, los músicos, desanimados, eran forzados a ejecutar ´molto vivao´
varias piezas para que los gritos de ¡Libertad! o ¡Fuera Salas Cañizares! no
los oyeran los visitantes”
“Trajeron
a los bomberos para que regaran chorros de agua sobre las manifestantes. A estos los vi mohinos, temerosos.
Jamás habían pensado hacer eso contra
las mujeres de su pueblo. Los esbirros tomaban ellos mismos
las mangueras y mojaban a las mujeres. Ni esto
las hizo callar. Era tanta la pena, el vejamen, la muerte de Frank, que todo se
convirtió en rabia”.
“Las
mujeres santiagueras expresaron al chacal, cara a cara, sin miedo, todo lo que
en sus corazones de madres, esposas e hijas, estaba hacía mucho tiempo
aguardando. Se ha dicho que la palabra a veces es más poderosa que el fusil. Y
esa fue el arma más viril. Doblaron la soberbia del esbirro de la tiranía,
aunque muchas fueron a pasar la noche en
un siniestro calabozo”.
“Habría
que parafrasear el célebre verso de José
Asunción Silva: Ya viene el cortejo… Un
silencio sepulcral envolvía a la ciudad heroica. Sobrecogía aquella quietud de
catacumba, silencio de muertos sin enterrar. El pueblo no podía sino unir sus
tremendas fuerzas en una sola para dar tierra a los caídos. Aquel 31 de julio
hubo otra cita con el destino cubano. Mientras a Frank lo sacaban en hombros de
la casa de Heredia, a Pujol también lo conducían desde la Colonia Española, a
un último encuentro con los suyos. Al unirse los dos entierros, desde los
balcones eran arrojados pétalos de rosas de manos de los niños y ancianos. Se
cantaba el Himno Nacional y el del 26, como si ésta hubiese sido ya una tierra
libre” “En los alrededores de la ciudad los tigres se mordían la lengua. No se
atrevían a dar el paso ante la muchedumbre enardecida por el dolor. La sangre
derramada era demasiado preciosa para que la volvieran a hollar con sus botas
los verdugos. Todos se replegaron en la guarida del Moncada”.
“En el Santa Ifigenia ondearon banderas
cubanas y del 26. Hasta la tumba del Apóstol Martí llegaron aquellos que en el
más valiente peregrinaje que se haya dado en América, fueron a rendirle cuentas
del saldo de muertos heroicos (…)
Nydia Sarabia Hernández. Periodista y escritora. Santiaguera.
Fundadora del periódico Sierra Maestra
en la clandestinidad. Reside (2013) en
La Habana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario