Orlando Guevara Núñez
Es, sin duda, la carta en que Martí hace esta afirmación, una de las que con mayor tristeza escribe. Se trata de su respuesta a la recibida del patriota Enrique Collazo, y está fechada, en Nueva York, el 12 de enero de 1892, y publicada en el periódico El Porvenir, ocho días después.
En tono ofensivo Collazo había dirigido una carta a Martí, con motivo de un escrito del Apóstol enjuiciando el libro A pie y descalzo, del también cubano Ramón Roa, al considerar que, con esa posición derrotista, no favorecía al patriotismo, sino al gobierno español en Cuba.
Según el propio Martí, el párrafo de su trabajo que motivó la carta de Enrique Collazo fue el siguiente:
“¿O nos ha de echar atrás el miedo a las tribulaciones de la guerra, azuzado por gente impura que está a paga del gobierno español; el miedo a andar descalzo, que es un modo de andar ya muy común en Cuba, porque entre los ladrones y los que los ayudan, ya no tienen en Cuba zapatos, sino los cómplices y los ladrones? ¡Pues yo sé que el mismo que escribe un libro para atizar el miedo a la guerra dijo en versos, muy buenos por cierto, que la jutía basta a todas las necesidades del campo en Cuba, y sé que Cuba está otra vez llena de jutías, me vuelvo a los que nos quieren asustar con el sacrificio mismo que apetecemos!, y les digo ¡mienten!
Explica a Collazo a quienes en Cuba van dirigidas esas palabras.
A las graves ofensas, Martí responde:
“¿De modo que, para usted y sus tres compañeros los que no pudimos servir a la guerra con las armas llevaremos perennemente el marchamo de cobardes, y estamos incapacitados de servirla, o la hemos de servir como réprobos mal admitidos en la iglesia aún cuando hayamos alzado del polvo la bandera de la Revolución en los instantes en que los que acababan de abandonarla, se sentaban a la mesa del Gobierno español? ¡Pues vale más haber recogido del polvo la bandera, que servir al interés del enemigo, hiriendo por el costado a quien la lleva, en el instante en que se le ponen alrededor las fuerzas necesarias para la batalla!”
Le argumenta que todo el que peleó en la guerra es sagrado para él, pero no el que hace industria de haber peleado en la Revolución, pues ése tendrá que bajar los ojos ante él y ante todo hombre honrado. Le explica que el libro mencionado sirve a España, no a Cuba, aunque el autor haya errado sin voluntad.
Sería provechoso para cada cubano leer esta respuesta de nuestro Héroe Nacional. Eso ayudaría en la comprensión de las divisiones todavía presentes en aquella época, de la sagacidad de Martí para desentrañar incomprensiones y peligros, sus postulados sobre el sacrificio, el patriotismo y la unidad de los revolucionarios dentro y fuera del país, y su inclaudicable posición de principios y ética.
Esa grandeza fue ratificada años después, pues, al momento del combate preparado, la guerra necesaria, tanto Enrique Collazo, como quienes lo secundaron en sus ofensas, habían reconocido su error, y el puesto de lucha, no tuvo que esperar por ellos. Allí estuvieron, junto a Martí, junto a la Revolución.
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