lunes, 29 de noviembre de 2021

Los días inolvidables del Granma

 


 

. Orlando Guevara Núñez

 

Guardo recuerdos nítidos sobre el desembarco del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956. Vivía en una zona rural de Niquero, a menos de 30 kilómetros del lugar por donde llegaron los expedicionarios encabezados por Fidel Castro. Tenía entonces 13 años de edad.

Se escuchaban perfectamente las explosiones de las bombas y se veía el tránsito de tropas batistianas.

No sé cuál sería la fuente, pero esa misma mañana la gente del barrio  sabía que  Fidel Castro era el jefe, que había venido dispuesto a derrocar a la tiranía. Recuerdo que le pregunté a mi madre por qué sucedía ese hecho y simplemente me contestó: “Ellos son buenos y vienen a luchar por Cuba”.

En los días siguientes, nuevos bombardeos y metralla en Alegría de Pío, bautizo de fuego de los expedicionarios. Fue el 5 de diciembre. Allí cayeron los tres primeros combatientes revolucionarios. Los militares hablaban de la muerte de muchos de ellos. Después se supo que otros 18 habían sido hechos prisioneros y asesinados brutalmente por los esbirros uniformados.

Transcurrida una semana del desembarco, tuve que ir al pueblo de Niquero, en lugar de mi hermano, que debía hacerlo todos los días, a llevar leche a la casa del dueño de la pequeña colonia cañera donde vivíamos.

Al pasar por el cementerio, una imagen horrenda me quedó grabada para siempre en la memoria. En la entrada de ese lugar, yacían tirados en el suelo los cadáveres de 8 expedicionarios del Granma, recientemente asesinados. Los habían dejado allí, de forma ultrajante, para escarmiento de la población. La tiranía se negaba a darles sepultura. Cuando la presión  popular logró que fueran  sepultados, querían hacerlo sin sarcófagos, lo que también fue impedido. Entonces los asesinos adoptaron una decisión que llevaron a cabo:  los enterraron en fila, pero fuera del cementerio, donde permanecieron hasta después del triunfo de la Revolución, cuando la primera medida fue agrandar el área para que quedaran dentro, y luego exhumar los restos y trasladarlos a la capital del país.

Se habló mucho de que Fidel estaba entre los muertos, aunque por aquella zona la gente no creyó nunca esa noticia. Recuerdo que un soldado de la tiranía, conocido como Lungo Cañamero, exhibía un reloj que afirmaba se lo había quitado a Fidel después de haberlo muerto.

Poco a poco se fue conociendo toda la verdad, totalmente distinta a las versiones que daban los partes de la tiranía. Fidel y una veintena de expedicionarios se reagruparon  a los 16  días del desembarco, escalaron la Sierra Maestra con la valiosa ayuda de los campesinos de la zona, fundaron el Ejército Rebelde, hicieron la guerra revolucionaria y condujeron al pueblo a la victoria del 1ro. de enero de 1959.

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