jueves, 14 de noviembre de 2019

Fidel, en 1958, ante una posible intervención de Estados Unidos y la OEA en Cuba





.Orlando Guevara Núñez
Es una verdad comprobada que el gobierno de los Estados Unidos trató de ahogar a la Revolución cubana antes de que naciera. Pero sus maniobras fracasaron. La grandeza del Comandante en Jefe Fidel Castro redujo esas aspiraciones a una quimera que persiste aún.
El  9 de diciembre de 1958, un funcionario norteamericano visitó en La Habana al tirano Fulgencio Batista, enviado por el Departamento de Estado y con la anuencia del presidente Eisenhower con una  misión concreta: aconsejarlo para que renunciara y diera paso a una Junta Cívico Militar. Una previsión para evitar el triunfo de la Revolución.
Coincidentemente, ese 9 de diciembre Fidel, en respuesta a una información de la revista norteamericana  Times en la cual se expresaba la posibilidad de que los Estados Unidos intervinieran en los asuntos cubanos, a través de la OEA dejaría bien clara su posición:
“A buena hora se aparece esa gente con esas intenciones de intervención o de llamar a la Organización de Estados Americanos (OEA). Cuando aquí la dictadura estaba tronchando cabezas por decenas y por centenares, no se preocuparon absolutamente nada por eso. No tienen derecho a venir a preocuparse ahora…De ninguna manera aceptaremos ningún tipo de intervención en este conflicto (…) No aceptaremos nada que no sea la rendición incondicional de Batista y Columbia. Todo el que permanezca al lado de la dictadura, tendrá que rendirse. Ese es un problema que no hay ni que preocuparse. El  que venga a intervenir tendrá que entrar peleando (…)

El 17 de ese mismo mes, el embajador de Estados Unidos en Cuba, Earl Smith, le comunicaba al dictador que su gobierno le retiraba el apoyo  y  sugería   la conveniencia de su renuncia e inmediata salida del país. En realidad habían previsto que la victoria revolucionaria era un hecho inminente y se esforzaban para evitarlo.
Fidel, al mismo tiempo, desbarataba las maniobras externas e internas.
Percatado de que en la capital cubana se tramaba un golpe de Estado para entregar el gobierno a una Junta Militar y escamotearle el triunfo al Ejército Rebelde, no dio ni tiempo ni tregua a los golpistas. La única condición era que todas las fuerzas de la tiranía depusieran sus armas y se rindieran incondicionalmente.
Hasta que el tirano huyó. Y el pretendido golpe de estado fue el que murió al momento mismo de nacer.  Desde entonces- y por eso estamos aquí- los cubanos hemos sido capaces no solo de preservar la Revolución, sino, sobre todo, de  engrandecerla y defenderla. Pese a los gobiernos yanquis, pese a la OEA y contrarrevolución, ¡Aquí estamos y estaremos por siempre!

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