sábado, 16 de febrero de 2019

¡Lo que importa no es que nosotros triunfemos, sino que nuestra patria sea feliz!





Orlando Guevara Núñez
En el dolor del exilio pronunció José Martí estas palabras. Fue en un discurso conmemorativo del alzamiento de La Demajagua, que tuvo lugar   en Masonic Temple, Nueva York, el 10 de octubre de 1887, ante un auditorio de emigrados cubanos.  
Reverencia a los mártires, exaltación de la grandeza. “Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de La Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella: cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: “¡ya sois libres!”
Habla Martí en esa ocasión sobre  la prudencia en la espera para no repetir
esfuerzos  inútiles  “Pues por eso estamos aquí: porque la prudencia puede refrenar, pero el fuego no sabe morir; porque el amor a nuestro país se nos fortalece con los desengaños, y es superior a todos ellos” (…)
Se refiere a la necesidad de ese cuidado en la espera, y” no pensar en invasiones ciegas, ni capitanías militares, ni arrogancia de partido vencedor, sino  en amasar ·la república que hará falta mañana”.
Evoca el sacrificio hecho y el que está aún por venir. Para que “patria, cuando la muerte haya puesto fin a esta fatiga de amarte con honor, puedas tú decir, aunque no te oiga nadie: fuiste mi hijo” Y a la patria le dice: ¡No hay más gloria verdadera que la de servirte sin interés, y morir sin manchas!

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