.Orlando Guevara Núñez
A continuación de esta idea,
escribió otra nuestro Apóstol: “golpear la vida es más hermoso que abatirse y
tenderse en tierra por sus golpes”. Está hablando sobre una persona nombrada
Manuel Acuña, poeta mexicano, de quien dice: ¡Lo hubiera querido yo tanto, si hubiese él
vivido! Y continúa: “Yo le habría explicado qué diferencia hay entre las
miserias imbéciles y las tristezas grandiosas; entre el desafío y el
acobardamiento; entre la energía celeste y la decrepitud juvenil”.
En tono de reproche, escribe
sobre el poeta: “Los que se han hecho para asombrar al mundo, no deben
equivocarse para juzgarlo; los grandes tienen el deber de adivinar la
grandeza”. Y agrega: ¡Paz y perdón a aquel grande que faltó tan temprano a su
deber!
Continúa alegando que el
peso se ha hecho para llevarlo, el sacrificio para merecerlo y el derecho de
verter luz no se adquiere sino consumiéndose en el fuego. Dice que el referido
poeta estaba descontento de su obra y despechado contra sí.
Asevera Martí que Manuel
Acuña estaba enfermo de dos tristes cosas: de pensamiento y de vida, Lo calificó como un temperamento
ambicioso e inactivo, deseador y perezoso, grande y débil. “Era un alma
aristocrática, que se mecía apoyada en una atmósfera vulgar”
Por la descripción martiana,
se deduce que este hombre murió por voluntad propia, pues apunta: “Disgustado
de cuanto veía, no vio que se podían tender las miradas más allá”. Y se refiere
a su" resolución solemne y criminal, olvidando que una cobardía no es un
derecho". En otra parte señala “una forzada sepultura, equivocando la vía de la
muerte, porque por la tierra no se va al cielo” (…)
El escrito está fechado en diciembre 6 de 1876 y publicado en periódico azteca El Federalista.
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