sábado, 29 de abril de 2017

La metamorfosis de Donald Trump




.Orlando Guevara Núñez

Cuentan las malas lenguas - y también algunas buenas- que el presidente norteamericano Donald Trump ha sido algo así como una especie de camaleón, con la capacidad de cambiar de color en correspondencia con la situación que lo rodea.
Datos publicados atestiguan que militó en el Partido Demócrata hasta 1987, cuando pasó al Republicano hasta 1999, fecha en que se alistó en el llamado Partido de la Reforma, abandonado en el 2001, para volver al Demócrata hasta el 2009, del cual se escabulló para regresar al Republicano.
Siendo así, cabe pensar que ha estado, sencillamente, donde más resguardados ha visto sus intereses. Su tránsito de empresario a político, está en correspondencia con esa “virtud” del mandatario imperial.
Su actuación como presidente no difiere de su inestabilidad como persona. Se dice y se contradice. Es evidente que el pueblo de los Estados Unidos eligió – como fruto de su “sistema democrático” a una persona que identifica a su nación como una empresa a su servicio. Y lo peor: se cree también que el mundo es una empresa suya.
Hace poco Donald Trump dijo que en sus primeros tres meses de gobierno había hecho más que todos sus antecesores. Creo que en esto no se equivocó.
Es difícil encontrar otro que en tan poco tiempo haya hecho o dicho… tantos disparates.
En tan poco tiempo ha sido el mandatario norteamericano que ha descendido al nivel de récord su aceptación en la población. El que más veces ha dicho hoy lo contrario de lo que dijo ayer. Y el que en menor tiempo ha hecho cosas contrarias a las prometidas en su campaña electoral.
Por citar un ejemplo, prometió la paz, no intervenir en conflictos de otros países y dedicar sus esfuerzos al desarrollo interno, en beneficio de los norteamericanos. Y en menos de cien días, incrementó en más de cincuenta mil millones el presupuesto militar, atacó a Siria, probó la “bomba madre” en Afganistán, provocó la crisis en la península coreana, ha apoyado a la contrarrevolución en Venezuela y ha puesto al mundo al borde de un holocausto nuclear.
Su política anti inmigrantes, el polémico tema sobre el muro de México y la revocación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Estados Unidos, Canadá y México) le han provocado rechazos que, sin dudas, le han mostrado la realidad de un dicho popular cubano de que una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero.
En sus primeros tres meses de gobierno, Donald Trump ha logrado algunas cosas sin precedentes en otros mandatarios de ese país. Por ejemplo: desde 1945 que comenzó este tipo de encuestas, ha sido el presidente con menos aceptación popular, contando con igual desaprobación el equipo por él designado para las funciones de gobierno.
La expectativa estadounidense de crear en el primer trimestre  180 000 puestos de trabajo, quedó por debajo de los 100 000. Eso sí, la rebaja de impuestos sobre las ganancias a las corporaciones, desciende entre un 15 y un 35 por ciento.
En tan poco tiempo, nunca un presidente norteamericano había enfrentado tantas desaprobaciones internas a su política. De todas formas, es el  presidente electo en Estados Unidos. Sus  pretensiones están siendo condicionadas, como para hacerle saber a él – y a los demás- que el poder en ese país está en manos de poderosos intereses muy por encima de cualquier presidente. Así, él seguirá diciendo, haciendo locuras, unas anunciadas, otras improvisadas, no pocas transformadas,  hasta que sus propios compinches se lo permitan. O hasta que el resto del mundo se lo permita.

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