.Orlando
Guevara Núñez
Cuentan las
malas lenguas - y también algunas buenas- que el presidente norteamericano
Donald Trump ha sido algo así como una especie de camaleón, con la capacidad de
cambiar de color en correspondencia con la situación que lo rodea.
Datos
publicados atestiguan que militó en el Partido Demócrata hasta 1987, cuando
pasó al Republicano hasta 1999, fecha en que se alistó en el llamado Partido de
la Reforma, abandonado en el 2001, para volver al Demócrata hasta el
2009, del cual se escabulló para regresar al Republicano.
Siendo así,
cabe pensar que ha estado, sencillamente, donde más resguardados ha visto sus
intereses. Su tránsito de empresario a político, está en correspondencia con
esa “virtud” del mandatario imperial.
Su actuación
como presidente no difiere de su inestabilidad como persona. Se dice y se
contradice. Es evidente que el pueblo de los Estados Unidos eligió – como fruto
de su “sistema democrático” a una persona que identifica a su nación como una
empresa a su servicio. Y lo peor: se cree también que el mundo es una empresa
suya.
Hace poco
Donald Trump dijo que en sus primeros tres meses de gobierno había hecho más que
todos sus antecesores. Creo que en esto no se equivocó.
Es difícil
encontrar otro que en tan poco tiempo haya hecho o dicho… tantos disparates.
En tan poco
tiempo ha sido el mandatario norteamericano que ha descendido al nivel de
récord su aceptación en la población. El que más veces ha dicho hoy lo
contrario de lo que dijo ayer. Y el que en menor tiempo ha hecho cosas
contrarias a las prometidas en su campaña electoral.
Por citar un
ejemplo, prometió la paz, no intervenir en conflictos de otros países y dedicar
sus esfuerzos al desarrollo interno, en beneficio de los norteamericanos. Y en
menos de cien días, incrementó en más de cincuenta mil millones el presupuesto
militar, atacó a Siria, probó la “bomba madre” en Afganistán, provocó la crisis
en la península coreana, ha apoyado a la contrarrevolución en Venezuela y ha
puesto al mundo al borde de un holocausto nuclear.
Su política
anti inmigrantes, el polémico tema sobre el muro de México y la revocación del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Estados Unidos, Canadá y
México) le han provocado rechazos que, sin dudas, le han mostrado la realidad
de un dicho popular cubano de que una cosa piensa el borracho y otra el
bodeguero.
En sus
primeros tres meses de gobierno, Donald Trump ha logrado algunas cosas sin
precedentes en otros mandatarios de ese país. Por ejemplo: desde 1945 que
comenzó este tipo de encuestas, ha sido el presidente con menos aceptación
popular, contando con igual desaprobación el equipo por él designado para las
funciones de gobierno.
La
expectativa estadounidense de crear en el primer trimestre 180 000 puestos de trabajo, quedó por debajo
de los 100 000. Eso sí, la rebaja de impuestos sobre las ganancias a las
corporaciones, desciende entre un 15 y un 35 por ciento.
En tan poco
tiempo, nunca un presidente norteamericano había enfrentado tantas
desaprobaciones internas a su política. De todas formas, es el presidente electo en Estados Unidos. Sus pretensiones están siendo condicionadas, como
para hacerle saber a él – y a los demás- que el poder en ese país está en manos
de poderosos intereses muy por encima de cualquier presidente. Así, él seguirá
diciendo, haciendo locuras, unas anunciadas, otras improvisadas, no pocas
transformadas, hasta que sus propios
compinches se lo permitan. O hasta que el resto del mundo se lo permita.
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