domingo, 20 de noviembre de 2016

Hacia el aniversario 60 del 30 de noviembre y del 2 de diciembre Santiago de Cuba, terminado un combate, en espera del otro



.Orlando Guevara Núñez

En la Estación de Policía, la fuerza atacada  por los revolucionarios  era  superior en número. Unos 70 policías y 15 soldados.  Pepito-afirmó Frank- llevaba 28 hombres; ocho integraban el grupo de Otto, más un grupo, el asignado a Paquito, más pequeño.El combate es violento. El enemigo sufre varias bajas. El primer revolucionario en caer es Tony Alomá; Pepito Tey avanza con mayor ímpetu hacia la posición enemiga, es herido en una pierna y sigue combatiendo hasta el final.
También Otto Parellada es víctima del desigual enfrentamiento. Ante la imposibilidad de tomar la estación de la Policía, se ordena la retirada de los revolucionarios, no sin  antes incendiar el edificio, que es destruido por las llamas.
A poca distancia, los disparos rebeldes quebrantan la resistencia de la Policía Marítima. Se toman prisioneros y armas, pero un refuerzo enemigo, procedente del Cuartel Moncada, entra en acción. El asalto se libra sin bajas de los estrenados combatientes.
La otra acción principal, el ataque y bloqueo del Cuartel Moncada, no llegó a ejecutarse, como consecuencia de la detención, durante la noche del 29, de sus principales responsables, Léster Rodríguez y Josué País. Por ese motivo no se disparó el mortero contra la fortaleza. Las Brigadas Estudiantiles secundan el alzamiento.
Terminados los combates en los lugares escogidos, los valientes asaltantes ocupan diversos puntos de la ciudad y actúan como francotiradores. La resistencia se mantiene  y al día  siguiente, aún se luchaba.
Una descripción realizada por Frank País caracteriza los acontecimientos del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba.
“La ciudad amaneció bajo un tiroteo general. Armas de todos los calibres vomitaban fuego y metralla. Alarmas y sirenazos de los bomberos, del cuartel Moncada, de la marina. Ruido de los aviones volando a baja altura. Incendios por toda la ciudad. El ejército revolucionario dominando las calles y el ejército de Batista pretendiendo arrebatarle ese dominio. Los gritos de nuestros compañeros, secundados por el pueblo, y mil indescriptibles sucesos y emociones distintos”.
Al concluir los combates, la persecución de las fuerzas de la tiranía fue feroz, pero enfrentó un valladar decisivo: la solidaridad del pueblo santiaguero. Las puertas se abrían para que los jóvenes asaltantes perseguidos entraran. Mucha gente del pueblo arriesgó así también su vida ese 30 de noviembre.
 En la jefatura de la Policía Nacional, por ejemplo, los bomberos que acudieron a apagar el incendio, ayudaron a escapar a los detenidos por la tiranía que allí estaban. Unos de esos combatientes relataría que “Los bomberos nos sacaron disfrazados con sus ropas y cascos con la mayor naturalidad, por delante de los propios policías”.
Durante la lucha, narra Asela de los Santos, una joven santiaguera incorporada a la insurrección, a un combatiente se le cayó una caja de balas. “Los proyectiles se regaron en la calle. Pasaban en aquel momento un hombre con una carretilla y varios transeúntes y sin pronunciar palabra, se agacharon y después de recogerlas siguieron su camino”.
El Granma llegó a un lugar cercano a Playas Coloradas, en Niquero, el día 2 de diciembre, 48 horas después del levantamiento de Santiago de Cuba. Las noticias eran contradictorias, pero Frank siempre confió en que Fidel y los expedicionarios llegarían a la Sierra Maestra. Por aquellos días, el héroe de la lucha clandestina le dijo a Armando Hart: “Ahora, a unir los campesinos y  realizar acciones, que esto será una bola que nadie podrá detener”.
“Frank era tan organizado, afirma la combatiente María Antonia Figueroa, que después del levantamiento el Movimiento quedó intacto, no sufrió más descalabros que la pérdida de esos tres compañeros (Pepito, Otto y Tony). Él ordenó enseguida recuperar cuanta arma y bala encontráramos”.
Después de terminado el combate del 30 de noviembre, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, con Frank País al frente, se preparaba para iniciar otro: el respaldo a Fidel en la Sierra Maestra, y el fortalecimiento de la organización clandestina.
Tal como se había previsto, se puso en marcha otra fase de la acción, mediante sabotajes a las comunicaciones, el transporte y otras instalaciones. En muchas otras partes, los revolucionarios se habían lanzado también a la lucha.
El apoyo a Fidel y a sus compañeros tomaría otras formas. En marzo de  1957, Frank organiza y envía, como refuerzo del Ejército Rebelde, a más de  medio centenar de combatientes, muchos de ellos participantes de la heroica acción del 30 de noviembre de 1956. En junio de ese mismo año, otro grupo, con igual fin, marcha hacia las legendarias montañas orientales. Muchos de los jóvenes que estrenaron el uniforme verde olivo en la entonces capital del indómito Oriente, caerían después en las propias calles santiagueras.

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