“Esos tanques son del pueblo; se los hemos arrebatado a la
tiranía para dárselos al pueblo. Y por
eso esta mañana tuvimos la singular satisfacción de ver que a nuestro tanque el
pueblo le tiraba flores. Y no es un
tanque, son 16 tanques:
los tanques que mandaron para perseguir a los rebeldes, y los
rebeldes van ahora para La Habana con los tanques”.
“Pero hay algo más extraordinario todavía: los soldados que mandaron para Oriente
a perseguir a los rebeldes, ahora van para La Habana junto con los rebeldes
(APLAUSOS); las fragatas que mandaron a Oriente para destruir a cañonazos a
nuestras tropas, van ahora para La Habana con los rebeldes (APLAUSOS); los
aviones que antes desde este mismo Camagüey partían a bombardear la Sierra
Maestra, están aquí ahora, a la disposición...
(ININTELIGIBLE)... (APLAUSOS)
“Para demostrarles a los campesinos que la guerra se acabó
de verdad, que ya no hay nada más que temer —por lo menos de algún enemigo
interno—; para demostrarles a los campesinos de la Sierra Maestra que estos
aviones son suyos (APLAUSOS), vamos a mandar los aviones a lanzar regalos a los
campesinos de la Sierra Maestra. Y
créanme que será para mí un motivo de gran satisfacción, porque una mañana en
el alto de la Sierra dije:
algún día esos aviones vendrán aquí, pero a tirar medicinas y a
tirar regalos para los campesinos. Y voy
a cumplir mi palabra (APLAUSOS)”.
“Lo que les quiero decir es que los tanques, los cañones,
los aviones, las fragatas, los fusiles, las ametralladoras, todo, está en manos
del pueblo (APLAUSOS)”.
“La guerra se acabó ayer y ya estamos trabajando, trabajando
más que cuando no había paz; la paz para nosotros es trabajo triplicado, es
lucha triplicada. Y estaremos luchando,
mientras nos quede una gota de energía estaremos en pie y no descansaremos y no
dormiremos”.
“Cuando hoy atravesaba las calles de Camagüey, donde
encontraba tantas caras emocionadas, tantos brazos que se alzaban, cuando
parecía que todo era una alegría inmensa en los rostros, yo pensaba en otras
cosas. Yo decía: cada hombre y cada mujer y cada joven
y cada anciano, cada niño, parecía ser feliz.
Cualquiera diría que aquella gente no tenía problemas, que aquella gente
no tenía preocupaciones. Sin embargo, yo
decía: detrás
de cada rostro que se alegra, cuántas preocupaciones habrá (APLAUSOS). ¿Cuántos de aquellos hombres y mujeres que
caminaban, que rebosaban de júbilo, cuántos tendrían trabajo, cuántos tendrían
un centavo en el bolsillo, cuántos podrían tener la seguridad de que si
enfermaba un hijo o un hermano iba a tener con qué comprarle la medicina? ¿Cuántos tendrían un techo decoroso donde
vivir? ¿Cuántos tendrían la seguridad de
poder comer al otro día? Y estaba seguro
de que detrás de aquellos rostros, de que aquel hombre o mujer, cuando pasara
el instante y volviera a su casa, volverían a su mente el cúmulo inmenso de
preocupaciones de cada hombre o mujer humilde”.
“Sería un demagogo y un embustero si dijera aquí que todos
los problemas se van a resolver y se van a resolver enseguida. No.
Cuando nosotros llegamos a Playa de las Coloradas en el Granma, no creíamos que todo se iba a
resolver y se iba a resolver enseguida.
Sabíamos que había que luchar mucho, sabíamos que grandes fuerzas se
oponían a nosotros, que grandes intereses se oponían a nosotros, que grandes
creencias se oponían a nosotros. Se
decían muchas cosas: que aquello no
podía triunfar; que no había hambre, y que cuando no había hambre las
revoluciones no prosperaban; que no teníamos el ejército; que contra un
ejército no se podía hacer una revolución; que las revoluciones se hacían con
el ejército o sin el ejército, pero no contra el ejército. Y lo peor es que aquí había que luchar no
solo contra los fusiles, sino también contra las creencias; contra las
creencias, que a veces son peores que los fusiles, ¡peores son que los
fusiles! Pues bien: la dictadura acaba de caer y, sin
embargo, ustedes y nosotros acabamos de llegar a la Playa de las Coloradas,
porque en la paz nos queda mucho por luchar.
Nada lo recibimos en balde, todo lo que obtendremos tendrá que ser con
el sudor de nuestra frente”.
“Decía que surgirían los envidiosos, los que no pueden
tolerar el acierto de otros, los que creen que todo les hace sombra. Vendrán los calumniadores, vendrán a dividir
a nuestro pueblo hoy reunido, vendrán a debilitarlo, a destruirle la fe en los
hombres que lo están dirigiendo.
Lucharemos contra eso”.
“Dura y difícil será la empresa de los que pretendan
separarnos y alejarnos a nosotros de nuestro pueblo, porque cuando no se vive
más que para un solo propósito, cuando no se vive más que con una sola
intención, cuando no se descansa, cuando no se duerme, cuando no hay tregua en
el trabajo y en la lucha por servir honradamente una causa, no hay fuerza que
pueda separar a un hombre de su pueblo Y el pueblo tendrá en nosotros eso: servidores, y no
quien trate de servirse del pueblo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario