.Orlando
Guevara Núñez
Enfrentando dificultades y
privaciones que muchos pensaban infranqueables, el yate Granma, con 82 expedicionarios a bordo, llegó a la tierra
cubana en las primeras horas del domingo
2 de diciembre de 1956.
El Estado Mayor estaba
integrado por Fidel como Comandante en Jefe y dos Jefes de Estado Mayor: los capitanes Juan Manuel
Márquez –segundo al mando- y Faustino Pérez. El Che, con grados de teniente,
vendría en la expedición como Jefe de Sanidad, mientras que los tres pelotones
formados estaban bajo el mando de los
capitanes José Smith Comas (Vanguardia), Juan Almeida Bosque (Centro) y Raúl
Castro Ruz (Retaguardia).
Los expedicionarios
desembarcaron en condiciones muy difíciles, entre mangles, ciénaga y yerba de
cortadera, por donde tuvieron que transitar unos dos
kilómetros, con sus mochilas y armas, así más difíciles de cargar, hasta
llegar a tierra firme. Súmense a estos los malestares de la travesía por mar, a
la cual la mayoría no estaban
acostumbrados.
Así comenzaron a avanzar
buscando internarse en las montañas de la Sierra Maestra. Pero tres días
después, el 5 de diciembre, fueron sorprendidos en el lugar conocido como
Alegría de Pío. Por tierra, el fuego de
los fusiles enemigos; por el aire, los bombardeos y ametrallamientos de
la aviación.
Es el día en que surge un
grito de guerra que, 60 años de haberse
producido, es enarbolado hoy por todo el pueblo: ¡Aquí no se rinde nadie! La exclamación salió de la garganta de
Juan Almeida Bosque, como respuesta a la conminación enemiga de rendirse. Los
expedicionarios del Granma tendrían ese día su bautizo de fuego.
Durante ese aciago día, tres
expedicionarios cayeron en combate. Vendría entonces la dispersión en varios
grupos, la tenaz persecución y los asesinatos. Hasta el día 16 de ese mes, 21
combatientes revolucionarios habían perdido la vida, 18 de ellos asesinados
luego de ser hechos prisioneros.
Pero el Movimiento
Revolucionario 26 de Julio había preparado condiciones en esa costa sur
oriental para auxiliar a los expedicionarios. Las figuras de Frank País y Celia
Sánchez Manduley fueron clave en la labor de búsqueda, localización, rescate y
salvamento de los combatientes dispersos.
Entre los campesinos,
formaban parte de los grupos de apoyo Crecencio Pérez Montano y
Guillermo García Frías. El primero, ya fallecido, ganó el grado de Comandante
del Ejército Rebelde; el segundo obtuvo también ese grado durante la guerra y
es hoy Comandante de la Revolución.
El 18 de diciembre de 1956, a
16 días del desembarco, con la ayuda de estos grupos, se produce en un lugar
llamado Cinco Palmas, el reencuentro entre Fidel Castro y Raúl Castro. Es la
ocasión en que el jefe de la Revolución, al comprobar que están juntos ocho hombres con siete armas,
exclama: ¡Ahora sí ganamos la guerra!
A partir de entonces, con una
veintena de expedicionarios que se reagruparon, más la temprana incorporación de campesinos y
obreros a la guerrilla, el naciente Ejército Rebelde pone proa hacia la Sierra
Maestra y comienza una lucha que haría realidad la predicción de Fidel de no
cesar hasta derrocar al tirano.
Como homenaje a ese día
glorioso del 2 de diciembre de 1956, la fecha señala el Día de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias cubanas, bastión hoy en la defensa de la Patria. Día en
que todo nuestro pueblo les rinde homenaje a todos los combatientes que siguen
vistiendo el uniforme verde olivo estrenado en Santiago de Cuba el 30 de
noviembre de ese mismo año por los combatientes clandestinos bajo el mando de
Frank País para secundar el desembarco.
En Cuba es una realidad que
el ejército es el pueblo y el pueblo es el ejército. Por eso este día es de
júbilo popular, ocasión para estrechar con más fuerza esos lazos indisolubles, con el orgullo de tener
aún junto a nosotros a los principales fundadores, como el Comandante en Jefe Fidel
Castro y el General de Ejército Raúl Castro.
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