.Orlando Guevara Núñez
El gobierno de los Estados Unidos se empeña cada día más en tratar de venderle- léase imponerle - al mundo su corrompido sistema de democracia. En la enfermiza mente de sus gobernantes está fijada la idea de suplantar la omnipotencia de Dios, y diseñar al mundo a su imagen y semejanza.
Lo curioso que el recién
electo presidente de ese país, declaró que la democracia en su país estaba en
crisis. Eso expresó ante el insólito hecho de que el presidente saliente
objetara el resultado de las elecciones y promoviera el asalto al Congreso, lo
que equivale a un burdo golpe de estado, generosamente perdonado, sin importar siquiera las vidas perdidas por el ataque.
Ellos llaman democracia solo al derecho de ejercer el voto. Y ni ese derecho lo tienen todos los estadounidenses. Pero hay una realidad más cruda: en Estados Unidos, los electores no tienen más opción que la de elegir a millonarios que utilizarán el poder para ser cada vez más ricos, mientras millones de personas incrementan el número de pobres. El derecho es a elegir, pero sin la potestad de participar en las decisiones principales de la nación, que es el verdadero sentido de una democracia real.
En ese país, se defiende para los demás el pluripartidismo, pero desde la década de 1880 el poder se lo distribuyen solo dos partidos, republicanos y demócratas, que pueden resumirse en uno solo; el partido de los millonarios.
La democracia de los Estados Unidos permite que en ese país, se utilice la tortura como medio de obtener información, admite que como promedio dos afro norteamericanos mueran cada día asesinados por la policía; que exista una brutal discriminación racial; que malvivan más de 40 millones de personas por debajo de los límites de la pobreza; que esa nación sea la mayor consumidora de drogas en el mundo y cerca de 50 millones apenas sepan leer y escribir.
Una democracia que permite al gobierno norteamericano aplicar contra otros pueblos la sucia guerra económica, las sanciones, el robo de sus riquezas y destinar miles de millones del presupuesto público para tratar de subvertir el orden y derrocar a los gobiernos que no se subordinan a sus dictados.
Democracia que permite a ese gobierno financiar con miles de millones de dólares al gobierno genocida de Israel para que reprima al pueblo palestino; que apoya las barbaries de gobiernos como los de Colombia y Chile, al tiempo que promueve y financia las peores causas contra la verdadera democracia en cualquier parte del mundo.
Ese tema de la democracia, unido al de los derechos humanos y la libertad de expresión, es de los más utilizados contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, por solo exponer tres ejemplos.
Los cubanos, sin embargo, somos inmunes a ese veneno. Nuestra democracia es real, participativa, respaldada por un pueblo que es gobierno y un gobierno que es pueblo. No es un extremismo afirmar que si el pueblo estadounidense pudiese votar por una Constitución previamente discutida por él, donde sus opiniones sean escuchadas, analizadas e incorporadas a esa suprema ley, como es una práctica real en Cuba, se convencería de que en esa materia es Estados Unidos quien debe aprender de Cuba.
Pero lo que exigimos los
cubanos, a lo que tenemos pleno derecho, es a que se nos respete como país libre
y soberano que somos. Y ese derecho, no solo lo proclamamos, sino también que
lo defendemos.
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