.Orlando Guevara Núñez
El 13 de noviembre de 1958,
la emisora Radio Rebelde, desde la Sierra Maestra, surcaba el espacio con una
noticia trascendente, una histórica
convocatoria del Comandante en Jefe Fidel Castro a todos los mandos
rebeldes y al pueblo. Todo debía alistarse para asestar un golpe demoledor a la
ya tambaleante dictadura de Fulgencio Batista.
Las fuerzas rebeldes habían
rechazado a la llamada Ofensiva de Verano, que pretendía cercar y
aniquilar el principal núcleo guerrillero
en la Sierra Maestra, encabezado por Fidel, mientras que igual tentativa había
fracasado en el territorio de la Sierra Cristal, escenario de operaciones del
Segundo Frente Oriental Frank País, bajo el mando del Comandante Raúl Castro.
Estaba ya en marcha la
Operación Santiago. Y las instrucciones rebeldes fueron certeras y precisas. “Es
este un minuto extraordinario- diría Fidel en su alocución- que puede
determinar el fin próximo de la tiranía.
Se llamaba a todas las fuerzas a intensificar la lucha. Una
de las medidas era paralizar el tráfico en toda la provincia de Oriente.. Poner
en alerta a todas las unidades rebeldes; cerrar todas las entradas y salidas de
las ciudades orientales, al tiempo que se orientaba a las columnas rebeldes del Segundo Frente
proseguir su avance, cercando y rindiendo cuarteles en su territorio. De igual
forma, las columnas cercanas a Santiago de Cuba debían estrechar el cerco sobre
esta ciudad y no permitir el movimiento enemigo.
A las tropas de rebeldes que
operaban en el oeste y centro del país, se les indicaba combatir
cualquier refuerzo enemigo que pretendiera avanzar hacia Oriente.
Las indicaciones de Fidel a
través de Radio Rebelde orientaba a las Columnas invasoras
Nro., 2, Antonio Maceo, comandada por Camilo Cienfuegos, y a las 8 Ciro
Redondo dirigida por el Che, ambas operando en Las Villas, aglutinar el apoyo
de las demás fuerzas revolucionarias que combatían en esa región e interceptar
todas las vías férreas y carreteras para impedir por ellas el paso del
ejército enemigo hacia Oriente, interrumpiendo también la huída de las fuerzas
derrotadas en este territorio indómito.
“El pueblo debe cooperar con
el Ejército Rebelde en todo lo que esté a su alcance”, precisaba el Comandante
en Jefe. El pueblo debe ser el principal mantenedor del orden en cada ciudad
que se libere, evitando que se produzca ningún tipo de saqueo, destrucción de
propiedades, o hechos de sangre deprimentes”
Desde esos días, en los
albores de la victoria, la visión de Fidel sobre la conducta de la Revolución
en el poder era expresada con toda nitidez:
“Nadie debe tomar venganza
contra nadie. Los confidentes y los elementos que se hayan caracterizado por
sus actos inhumanos contra el pueblo deberán ser detenidos e internados en
prisiones para ser juzgados por Tribunales Revolucionarios.
“En los momentos decisivos
que se acercan el pueblo debe dar las más elevadas pruebas de civilidad,
patriotismo y sentido del orden para que nadie pueda el día de mañana lanzar
imputaciones deshonrosas contra nuestra Revolución que por ser la más elevada
conquista de la nación cubana y su más extraordinaria prueba de amor
patrio y dignidad ciudadana debemos
cuidarla de toda mancha”.
Esa fue la ética fidelista
que se convirtió luego en ética de pueblo.
La Operación Santiago fue un golpe decisivo contra la tiranía
batistiana. Su proyección era dar la batalla final en Santiago de Cuba, donde
unos 5 000 soldados y oficiales de la tiranía ocupaban el Cuartel Moncada.
Pero esa batalla no fue
necesaria, porque la tiranía batistiana, ante el victorioso avance de las
tropas rebeldes, se desplomó aquel histórico 1ro. de enero de 1959. El definitivo triunfo rebelde se proclamaría en el mismo lugar que cinco años, cinco meses
y cinco días atrás, el mismo jefe revolucionario había iniciado la última etapa
de lucha por la independencia verdadera de la Patria.
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