Orlando Guevara Núñez
Los nombres escritos en el título no dicen mucho. Ni
siquiera algunos vecinos de Arquímedes Martínez Sauquet y Moisés Delisle
Mayeta, en el Distrito José Martí,
conocen esa historia. Ellos no acostumbran a contarla. Son sus nombres
de guerra en África. Pero es útil que los santiagueros los conozcamos. Por eso
estas breves líneas sobre una epopeya grande, cuyo principal protagonista fue
el Che.
Arquímedes (Agano)
recuerda que al salir de Cuba, Fidel despidió a su grupo y le explicó la
misión que cumplirían, “junto a un gran compañero”. Ya en El Congo, los recibió
ese hombre. “La gran sorpresa: darme cuenta de que estaba ante el Che”. Para los congoleses, era Tato.
Moisés (Ansa) “Quedé sorprendido y admirado. Lo vi
sereno. Nos explicó la misión de preparar a los africanos, de llevarlos al
combate. Y que si alguno no quería seguir, lo dijera. “Y también- afirmó
Arquímedes- que la lucha podría durar seis o siete años, que algunos caeríamos
y se vería si los congoleses eran tan valientes como los cubanos”.
Ambos combatientes se refieren a la disciplina exigida
por el Che. Su exigencia, su afán de superación, pues él mismo impartía clases
sobre francés, idioma que hablaban los combatientes ruandeses allí
presentes, y el swahili, dialecto de los nativos de El Congo. También matemática
y español. Allí no se podía estar un tiempo sentado, sin hacer nada.
Le pido a Agano un recuerdo personal entre él y el Che. “Una
tarde noche- dice- estábamos en un lugar donde él tenía una reunión. Un
compañero me devolvió la fosforera
prestada, pero ésta cayó al suelo y se provocó un incendio grande. Las
casitas cogieron fuego y hasta un
depósito de granadas, que explotaron” . El Che salió molesto, indagó sobre el
causante de la indisciplina. Y la sanción no tardó para el combatiente
calificado por él como bueno: tres días sin comer.
. De cómo consiguió otra fosforera, supe otra historia de
cómo en el Che se unían la rectitud y el humanismo: Un día, como hacían otros
compañeros, le pidió al Che la suya para encender un cigarro. Al devolvérsela,
el Che le dijo simplemente: “Quédate con ella”. Y todavía la guarda, como un
recuerdo de su querido jefe.
Veinte años después de aquella misión, Agano conoció de
un testimonio escrito del Che: “Quiero dejar aquí el nombre de aquellos
compañeros en los cuales sentí siempre que me podía apoyar, por sus condiciones
personales, su fe en la Revolución y su decisión de cumplir con su deber pasara
lo que pasara”. Entre esos nombres, aparece el suyo.
El Che aclara que pueden existir otros, pero no tuvo intimidad
con ellos. Y se disculpa por cualquier omisión.
Moisés Delisle evoca otro momento emotivo. Había sido
asignado a uno de los grupos de cubanos que cumplían misión en otro grupo
guerrillero. Luego de un ataque enemigo, cayó herido Orlando Fuentes Mayeta. Lo rescataron y lo
llevaron donde el Che, quien lo atendió, pero falleció pocas horas después. Lo
sepultaron. El duelo estuvo a cargo del Che quien dijo estar seguro de que
Orlando había muerto como un revolucionario
verdadero.
Pero sucedió -dice Ansa - que varios congoleses estaban afuera, sin protegerse, lo
cual ponía en peligro a todos. “Yo dije:
que me los den a mí, que voy a ser el dueño de ellos”. Al Chex no le gustó esa
expresión, me criticó fuertemente y dijo que allí nadie era dueño de nadie”.
Aquel regaño le dolió mucho a Moisés. Pero pronto el Che
conoció el detalle que había alterado los ánimos del combatiente: el fallecido
era primo suyo. Entonces, “Vino, me tiró el brazo sobre el hombro, se disculpó
porque él no sabía eso. Imagínese, ¡Un hombre como el Che, disculpándose
conmigo! En esa fecha, Moisés tenía solo
19 años de edad.
Como es conocido, la misión cubana en El Congo concluyó
cuando los propios congoleses decidieron no seguir peleando. Y llegó la despedida, después de siete meses de
lucha guerrillera. Ansa lo recuerda bien: “El Che nos dijo que veníamos para
Cuba, que nos acordáramos siempre de los caídos y de otros que caerían después,
que la lucha seguiría y se alcanzaría la victoria. El nunca pensó en la
derrota”.
Y otros compañeros, de aquel grupo, cayeron un tiempo después junto al Che. En El Congo,
los mártires cubanos fueron seis.
Tanto Arquímedes como Moisés, regresaron luego al África, como combatientes
internacionalistas. Allá recibió Arquímedes la noticia sobre la caída del Che
en Bolivia. “Aquello fue terrible, yo no
estaba preparado para saber eso. Fueron momentos muy duros y muy tristes”
El mismo sentimiento experimentó Moisés: “Yo tengo la
idea de que el Che aún está vivo. De él aprendimos como cumplir, como ser
patriota. Fue un hombre excepcional, siempre con fe en la victoria, nunca
perdió la confianza en la victoria. Lo veo vivo, como si estuviera frente a
nosotros, criticando lo mal hecho, trabajando por lo bueno, El educaba con su
ejemplo. Nos hacía falta que estuviera aquí, vivo.”
Arquímedes y Moisés, siguen siendo soldados del Che.
Militantes del Partido Comunista de Cuba. El primero estuvo al frente de la Asociación de Combatientes de la
Revolución Cubana en su área durante casi quince años, hasta que su salud se lo
permitió. Moisés es secretario general de su núcleo del Partido.
Los cubanos rendiremos sentido tributo al Che en el
aniversario 50 de su caída en Bolivia. Todos, sin distinción de edades. Pero
veo en los rostros de Arquímedes Martínez Sauquet (Agano) y Moisés Delisle
Mayeta (Ansa) un sentimiento tan profundo y callado como su propia historia
junto al Guerrillero Heroico.
Ellos siguen
fieles al legado de su jefe. En ellos confió el Che, quien un día, en
carta escrita a Fidel, escribió: “Tú me aseguras que los que están aquí son
buenos, estoy seguro de que la mayoría son buenos, sino estarían rajados hace
mucho. No se trata de eso, es que hay que tener el espíritu bien templado para
aguantar las cosas que suceden aquí; no se trata de hombres buenos, aquí hacen
falta superhombres”
A esa legión de
hombres, pertenecen Arquímedes y Moisés.
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