lunes, 9 de octubre de 2017

Agano y Ansa: guerrilleros del Che en El Congo



Orlando Guevara Núñez


Los nombres escritos en el título no dicen mucho. Ni siquiera algunos vecinos de Arquímedes Martínez Sauquet y Moisés Delisle Mayeta, en el Distrito José Martí,  conocen esa historia. Ellos no acostumbran a contarla. Son sus nombres de guerra en África. Pero es útil que los santiagueros los conozcamos. Por eso estas breves líneas sobre una epopeya grande, cuyo principal protagonista fue el Che.
Arquímedes (Agano)  recuerda que al salir de Cuba, Fidel despidió a su grupo y le explicó la misión que cumplirían, “junto a un gran compañero”. Ya en El Congo, los recibió ese hombre. “La gran sorpresa: darme cuenta  de que estaba ante el Che”.  Para los congoleses, era Tato.
Moisés (Ansa) “Quedé sorprendido y admirado. Lo vi sereno. Nos explicó la misión de preparar a los africanos, de llevarlos al combate. Y  que si alguno  no quería seguir, lo dijera. “Y también- afirmó Arquímedes- que la lucha podría durar seis o siete años, que algunos caeríamos y se vería si los congoleses eran tan valientes como los cubanos”.
Ambos combatientes se refieren a la disciplina exigida por el Che. Su exigencia, su afán de superación, pues él mismo impartía clases sobre francés, idioma que hablaban los combatientes ruandeses allí presentes,  y el  swahili, dialecto  de los nativos de El Congo. También matemática y español. Allí no se podía estar un tiempo sentado, sin hacer nada.
Le pido a Agano un recuerdo personal entre él y el Che. “Una tarde noche- dice- estábamos en un lugar donde él tenía una reunión. Un compañero me  devolvió la fosforera prestada, pero ésta cayó al suelo y se provocó un incendio grande. Las casitas  cogieron fuego y hasta un depósito de granadas, que explotaron” . El Che salió molesto, indagó sobre el causante de la indisciplina. Y la sanción no tardó para el combatiente calificado por él como bueno: tres días sin comer.
. De cómo consiguió otra fosforera, supe otra historia de cómo en el Che se unían la rectitud y el humanismo: Un día, como hacían otros compañeros, le pidió al Che la suya para encender un cigarro. Al devolvérsela, el Che le dijo simplemente: “Quédate con ella”. Y todavía la guarda, como un recuerdo de su querido jefe.
Veinte años después de aquella misión, Agano conoció de un testimonio escrito del Che: “Quiero dejar aquí el nombre de aquellos compañeros en los cuales sentí siempre que me podía apoyar, por sus condiciones personales, su fe en la Revolución y su decisión de cumplir con su deber pasara lo que pasara”. Entre esos nombres, aparece el suyo.
El Che aclara que pueden existir otros, pero no tuvo intimidad con ellos. Y se disculpa por cualquier omisión.
Moisés Delisle evoca otro momento emotivo. Había sido asignado a uno de los grupos de cubanos que cumplían misión en otro grupo guerrillero. Luego de un ataque enemigo, cayó herido  Orlando Fuentes Mayeta. Lo rescataron y lo llevaron donde el Che, quien lo atendió, pero falleció pocas horas después. Lo sepultaron. El duelo estuvo a cargo del Che quien dijo estar seguro de que Orlando había muerto como un revolucionario  verdadero.
Pero sucedió -dice Ansa -  que varios  congoleses estaban afuera, sin protegerse, lo cual ponía en peligro a todos.  “Yo dije: que me los den a mí, que voy a ser el dueño de ellos”. Al Chex no le gustó esa expresión, me criticó fuertemente y dijo que allí nadie era dueño de nadie”.
Aquel regaño le dolió mucho a Moisés. Pero pronto el Che conoció el detalle que había alterado los ánimos del combatiente: el fallecido era primo suyo. Entonces, “Vino, me tiró el brazo sobre el hombro, se disculpó porque él no sabía eso. Imagínese, ¡Un hombre como el Che, disculpándose conmigo!  En esa fecha, Moisés tenía solo 19 años de edad.
Como es conocido, la misión cubana en El Congo concluyó cuando los propios congoleses decidieron no seguir peleando. Y  llegó la despedida, después de siete meses de lucha guerrillera. Ansa lo recuerda bien: “El Che nos dijo que veníamos para Cuba, que nos acordáramos siempre de los caídos y de otros que caerían después, que la lucha seguiría y se alcanzaría la victoria. El nunca pensó en la derrota”.
Y otros compañeros, de aquel grupo, cayeron  un tiempo después junto al Che. En El Congo, los mártires cubanos fueron seis.
Tanto Arquímedes como Moisés, regresaron luego  al África, como combatientes internacionalistas. Allá recibió Arquímedes la noticia sobre la caída del Che en Bolivia.  “Aquello fue terrible, yo no estaba preparado para saber eso. Fueron momentos muy duros y muy tristes”
El mismo sentimiento experimentó Moisés: “Yo tengo la idea de que el Che aún está vivo. De él aprendimos como cumplir, como ser patriota. Fue un hombre excepcional, siempre con fe en la victoria, nunca perdió la confianza en la victoria. Lo veo vivo, como si estuviera frente a nosotros, criticando lo mal hecho, trabajando por lo bueno, El educaba con su ejemplo. Nos hacía falta que estuviera aquí, vivo.”
Arquímedes y Moisés, siguen siendo soldados del Che. Militantes del Partido Comunista de Cuba. El primero estuvo al frente  de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana en su área durante casi quince años, hasta que su salud se lo permitió. Moisés es secretario general de su núcleo del Partido.
Los cubanos rendiremos sentido tributo al Che en el aniversario 50 de su caída en Bolivia. Todos, sin distinción de edades. Pero veo en los rostros de Arquímedes Martínez Sauquet (Agano) y Moisés Delisle Mayeta (Ansa) un sentimiento tan profundo y callado como su propia historia junto al Guerrillero Heroico.
Ellos siguen  fieles al legado de su jefe. En ellos confió el Che, quien un día, en carta escrita a Fidel, escribió: “Tú me aseguras que los que están aquí son buenos, estoy seguro de que la mayoría son buenos, sino estarían rajados hace mucho. No se trata de eso, es que hay que tener el espíritu bien templado para aguantar las cosas que suceden aquí; no se trata de hombres buenos, aquí hacen falta superhombres”
 A esa legión de hombres, pertenecen Arquímedes y Moisés.







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