.Orlando
Guevara Núñez
Estas
palabras del Héroe Nacional cubano, José Martí, fueron pronunciadas, en honor a
Venezuela, en 1892. Trascendiendo el
tiempo, parecen dichas para la Venezuela de hoy. Selecciono estos fragmentos.
No con la voz penosa de quien vive aún en la fatiga de
los primeros días de América, puesto que sólo se han de contar en un pueblo los
días que nacen de aquel en que se sacudió de la frente la corona extraña; no con
la voz caída de quien, hasta por el cuerpo ruin, padece de envidia de aquellos
cíclopes que escalaron el cielo y se trajeron de él la banda azul que abrió en
dos, para siempre, el antiguo pabellón; no con la voz desmayada de la
enfermedad tenaz, sino con acentos que fueran a la vez como fragor de rayo y
como música de seda, quisiera yo sacar del relicario de mi pecho aquella tierna
reliquia de la pasión que guardo en él para el pueblo que a la hora de la
libertad puso en sus hombres la fuerza de los ríos con que echa atrás el mar, y
el ímpetu y el fuego y el estrépito con que arrancaron de los senos de la
tierra sus montañas; para cl pueblo que pone en sus mujeres el alma nacarada y
aromosa de su flor de café.
Porque yo no sé que haya derecho más grato que el de
admirar como hijo al pueblo por donde América mostró al mundo cómo la libertad
vence desnuda, sin más cureña que el lomo del caballo ni más rancho que
recortes de cuero, al poder injusto que se socorre de las riquezas de la
tiranía y del mismo ciego favor de la Naturaleza; de venerar como hijo a la
tierra que nos ha dado en nuestro primer guerrero a nuestro primer político, y
el más profundo de nuestros legisladores en el más terso y artístico de
nuestros poetas; de amar como hijo a la república donde las almas, a modo de
espada de fábrica finísima, son todas de acero, que pica frente a frente, para
quien les pellizca la dignidad o les rebana la tierra del país, y para el que
de afuera va a pedirles techo y pan son todas puño de oro.
Duermen tal vez otros pueblos, que es cosa que no se
ha de hacer, porque hay siempre pueblos que acechan y vigilan, duermen otros
pueblos tal vez, entretenidos en comadrear por las ventanas o en descascarar el
maíz, sobre una gloria que sólo tiene derecho a recordar quien la cultiva y
continúa; y suele uno que otro americano, por el anhelo codicioso de las pompas
y bienes del mundo, o por aturdimiento fácil ante las maravillas ajenas, acaso
más viciadas que seguras, o por el horror natural de los trastornos y la sangre,
o por impaciencia mal aconsejada de progresos superficiales e inmaturos,
proclamar más pesada de la cuenta, o abandonar a la lluvia y cl polvo del
camino, la patria que sus padres sublimes les confiaron, para obtenerle del
Universo indiferente la paz del respeto, y librarla del desdén peligroso con
que miran a las almas entecas los creadores y fuertes de este mundo; ¡pero a
Venezuela, como a toda nuestra América, a nuestra América desinteresada, la
hemos de querer y de admirar sin límites, porque la sangre que dio por
conquistar la libertad ha continuado dándola por conservarla! ¡Proclamemos,
contra lacayos y pedantes, la gloria de los que en la gran labor de América se
van poniendo de quicio y abono para la paz libre y decorosa del continente y la
felicidad e independencia de las generaciones futuras!
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