.Orlando Guevara Núñez
“Celia era y será siempre
para todos sus compañeros, la fibra más íntima y querida de la Revolución
Cubana; la más entrañable de nuestras hermanas. La más autóctona flor de la
Revolución”. Así la definió Armando Hart Dávalos, uno de sus más cercanos
compañeros de lucha.
El historial revolucionario
de Celia, resume el patriotismo, la entrega y la fidelidad de la mujer cubana,
cuyo carácter forjado con una mezcla de flor y de fusil, ha escrito gloriosas y
conmovedoras páginas, primero en la lucha por nuestra libertad e independencia,
y después en la construcción y defensa de la obra revolucionaria.
Celia fue revolucionaria
antes de iniciarse la lucha redentora de la Sierra Maestra bajo el mando de
Fidel. Ese espíritu rebelde, lo heredó de su padre, un médico prestigioso que
llegó a comprender la verdad de que los males de la Patria necesitaban una
medicina más radical, y esa medicina se llamaba Revolución.
En 1953, fue Celia una de las
que escaló el Pico Turquino para depositar en su cima un busto de José Martí,
como homenaje al apóstol de nuestra independencia en el año de su centenario.
Cuando conoció la noticia del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de
Céspedes, el 26 de julio de ese mismo año 1953, comenzó a sentir como suya esa
lucha, transformando sus sentimientos en acciones de solidaridad con los
revolucionarios presos.
Luego, trató de encausar sus
ideales de lucha participando en una conspiración liderada por un polítiquero
de la época, Millo Ochoa, quien a al final demostró su falta de patriotismo
para emprender un combate armado contra la dictadura de Fulgencio Batista. Para
el inicio de esa lucha, frustrada antes de comenzar, Celia había desarrollado un
amplio trabajo clandestino en las zonas de Niquero, Pilón, Media Luna,
Campechuela y Manzanillo, aglutinando a hombres y mujeres dispuestos para
enfrentar a la tiranía, teniendo como escenario ese pedazo de la heroica tierra
oriental.
La claudicación del falso
revolucionario, sin embargo, no mermó en Celia su convicción sobre la necesidad
y la posibilidad de emprender una gesta libertaria que sacudiera y exterminara
el oprobio de una Patria encadenada.
Esa convicción se fertiliza
con la lectura de La historia me
absolverá cifrando sus esperanzas de una lucha verdaderamente patriótica en
los revolucionarios que, con Fidel al frente, cumplen prisión en la entonces
Isla de Pinos. Pero mientras tanto, emprende sus propios caminos.
Ya en 1954 e inicios de 1955,
reagrupa sus contactos clandestinos y crea una organización para actuar en su
propio territorio, a la que nombró Movimiento Revolucionario Masó, como homenaje a Bartolomé Masó Márquez, el
prestigioso manzanillero general del Ejército Libertador Cubano que tanta
gloria legó a las siguientes generaciones de cubanos.
Al partir Fidel hacia el
exilio en México, el 7 de julio de 1955, tras una amnistía lograda para él y
sus compañeros por la presión popular, comienzan los preparativos para la expedición
del Granma, gesta de la cual no es ajena Celia Sánchez.
La joven nacida en Media Luna
el 9 de mayo de 1920, se va insertando poco a poco en el panorama de rebeldía
del pueblo cubano. Y su figura va emergiendo entre el Movimiento Revolucionario
26 de Julio –en el cual se integró en fecha temprana- hasta convertirse en un
puntal para los planes de reinicio de la lucha armada por la liberación
definitiva de la Patria.
Estando Fidel en los
preparativos de la expedición en México, Celia había expresado su deseo de integrar el grupo
que regresaría a Cuba a reiniciar la lucha. Sobre ese hecho, escribiría luego
el compañero Armando Hart:
“Recuerdo
también la primera vez que la vi. en La Habana, cuando vino a interesarse con
varios de nosotros a fin de que le diéramos vía y autorización para viajar a
México, con la intención de regresar en lo que después fue el desembarco del
yate Granma”. “Sin embargo - afirmó Hart - Frank quería que Celia permaneciera
en Manzanillo organizando el apoyo al desembarco. Puede decirse que no vino en
el Granma por una decisión de la Dirección del Movimiento en Cuba”.
Luego de los contactos con
Pepito Tey, María Antonia Figueroa y otros dirigentes del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio, conoce al héroe de la lucha clandestina, Frank
País, y comienza su febril actividad de organización y preparación de
combatientes que apoyarían el desembarco del Granma en la zona prevista. El
propio Armando la calificaría como uno de los cuadros principales del
Movimiento 26 de Julio en Oriente.
El chequeo sobre los puestos
y fuerzas del enemigo, la creación de una red de transporte que garantizara la
movilidad de los expedicionarios al producirse el desembarco, recolección de
armas y creación de pequeños
destacamentos que pudieran combatir desde el inicio si fuese orientado,
formaron parte de la labor organizativa de Celia y de otro valioso grupo de
compañeros.
Hombres de la talla de
Guillermo García Frías, primer campesino que se unió al Ejército Rebelde, y de
Crescencio Pérez Montano, que alcanzaría también el grado de Comandante durante
la guerra revolucionaria, fueron captados por Celia y desempeñaron un papel
decisivo en el rescate y apoyo a los expedicionarios en los días posteriores al
revés de Alegría de Pío.
Su labor clandestina se
incrementa, es perseguida, siendo en una ocasión capturada, escapando ante los
mismos ojos del enemigo. Arriesga a cada momento su vida, pero dirige con
eficiencia las tareas de una segura retaguardia de los combatientes de la
Sierra Maestra, entre éstas la organización del Movimiento Revolucionario 26 de
Julio en toda la zona de manzanillo y la preparación y envío a la Sierra
Maestra de los primeros refuerzos de combatientes rebeldes.
Después se cumpliría su más
cara aspiración, unirse al Ejército Rebelde, la primera mujer que lo hizo, pasando
a protagonizar otra de las etapas más fructíferas y valiosas de su vida como
revolucionaria. En medio de la lucha guerrillera se destacó por su labor
organizativa al lado de Fidel, impulsando y ejecutando los planes y decisiones
del máximo jefe de la Revolución.
Ella fue, en esa etapa, no
solo un paradigma de luchadora rebelde, sino también ejemplo en la atención a
los combatientes y a los campesinos, demostrando en toda su grandeza la sencillez, la firmeza y la total fidelidad
a Fidel y a la Revolución que la acompañarían durante el resto de su vida.
Después del triunfo, Celia
multiplicó su actividad, de forma austera y modesta, entregada de lleno a la
obra revolucionaria. Siempre quiso hacerlo sin publicidad personal. Pero desde
los días de la guerra, su nombre había entrado en la historia cubana con luz
propia. Fidel lo afirmaría al decir que cuando triunfara la Revolución y se
escribiera su historia, no podrían faltar los nombres de Norma y de David,
refiriéndose precisamente a Celia Sánchez y a Frank País.
Una de las obras más inmensas
de Celia fue su intensa actividad en el rescate y preservación de la
documentación histórica de la Revolución. A ella se deben muchos de los
documentos, objetos y preservación de lugares históricos que hoy transmiten a
nuestro pueblo el conocimiento y los valores sobre hechos y personalidades que
fueron pilares de la lucha revolucionaria y de la victoria definitiva.
Hoy nuestro pueblo la recuerda por su vida heroica, por su obra relevante y por el ejemplo de
firmeza, de lealtad y de consagración que legó a todos los cubanos.
Ella seguirá siendo siempre la
flor más autóctona de la Revolución.
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