.Orlando Guevara
Núñez
Tal como se
esperaba, el pueblo cubano llenó sus plazas, firmando con su presencia y su entusiasmo la
consigna que lo convocó a la celebración de este 1ro. de Mayo. En Santiago de
Cuba, la Avenida de los Desfiles, que desemboca en la Plaza de la
Revolución Mayor General Antonio Maceo
Grajales, el desfile duró una hora con
53 minutos. Verdadero concierto
de pueblo.
Un mar de
carteles respaldando a Fidel, a Raúl, al
socialismo y los acuerdos del 7. Congreso del Partido Comunista de Cuba;
fotos de los máximos líderes de la Revolución, del Che, de Camilo, del dirigente obrero Lázaro
Peña; del mejor amigo de Cuba, Comandante Hugo Chávez Frías.
Consignas
condenando el bloqueo y exigiendo la devolución del territorio cubano ocupado
por la ilegal Base Naval de Guantánamo.
Banderas cubanas
y del 26 de Julio. Niños y niños en los hombros de sus padres, una banderita
cubana en sus manos y el rostro alegre, como si viera en ese desfile el
preludio de su futuro feliz.
Rostros obreros,
campesinos, de estudiantes; agrupaciones
culturales, deportistas. Soldados de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas
Revolucionarias y del Ministerio del
Interior. Trabajadores por cuenta propia hombro con hombro de los
estatales.
Expresiones
solidarias con los hermanos pueblos de Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia y
con todos los trabajadores del mundo.
Esa fuerza de
pueblo, colmó la plaza donde se yergue, montado en su caballo, con una mano
extendida convocando a seguirlo, el Titán de Bronce, Antonio Maceo, santiaguero
que nos enseñó a no hacer nunca pactos indignos con el enemigo y nos legó el
principio de que la libertad no se mendiga, se conquista con el filo del
machete, porque mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de
ejercitarlos. Y también, cerca de allí, la imagen del Comandante de la
Revolución Juan Almeida Bosque, de quien heredamos el grito de guerra
convertido hoy en convicción de pueblo: ¡Aquí no se rinde nadie!
Juntos dirigentes
y pueblo. Juntos civiles y militares, dispuestos siempre a intercambiar sus
uniformes según los tiempos sean de paz o de guerra. Unidos jóvenes y viejos
contra lo viejo y por lo nuevo. Juntos en el objetivo de continuar construyendo
y defendiendo el socialismo. Esa es la realidad cubana que pretenden ignorar los
enemigos de nuestra Revolución, condenados a vivir como tristes perros empeñados en ladrarle
a la Luna, sin otro futuro que ser cegados por el brillo que ella emite.
Así son en Cuba
las celebraciones del Día Internacional de los Trabajadores. Fiesta de trabajo,
de compromisos nuevos. Fiesta de los trabajadores de hoy por ellos y por los de
mañana.
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