viernes, 6 de mayo de 2016

Nuestro Fidel de siempre ( II )


Fragmentos de su discurso pronunciado el 4 de enero de 1959 en Camagüey, al paso de la Caravana de la Victoria, rumbo a la capital del país.
.Orlando Guevara Núñez

Muchas lecciones ha aprendido nuestro pueblo en los últimos años.  Todos hemos aprendido algo.  Nuestro pueblo ha aprendido mucho.  No hay mejor escuela que la experiencia, y no hay mejor lección que aquella que se experimenta en la propia carne.  Siete años de tiranía han enseñado mucho a nuestro pueblo, siete años de tiranía nos han enseñado, sobre todo, que nuestras libertades no podemos nunca más perderlas de nuevo.
Si aquí en esta plaza se ha reunido virtualmente la ciudad entera, es porque a la ciudadanía le está interesando su destino, es porque a la ciudadanía le está interesando todo cuanto atañe a su futuro y a sus derechos.  El indolente ha desaparecido, el indiferente no existe.  No hay hombre o mujer que no se preocupe hoy por las cuestiones públicas, porque no hay uno solo que no haya sufrido en sus carnes la garra de la tiranía.  Yo no sé cuántos cubanos han vivido estos siete años sin haber recibido un golpe, un empujón, una bofetada, un culatazo, un insulto; qué cubano no ha perdido un ser querido o un amigo vilmente asesinado; qué cubano no guarda luto en su ropa o en su corazón.  Y es que no hace falta que le asesinen a un hermano, es que no hace falta que le asesinen al esposo o al hijo; basta levantarse una mañana y ver regado por las calles un rosario de cadáveres, para que todo el mundo se sienta de luto, para que cada madre se llene de incertidumbre y de temor:  Hoy fue el hijo de la vecina, el hijo de la amiga; mañana puede ser su hijo o su esposo.
Fueron siete años de verdadero terror, de verdadera inseguridad, de verdadera humillación; se respiraba una atmósfera de crimen, de terror, de inseguridad.
Pero no se trataba solamente de que la vida y la seguridad no estaban garantizadas para nadie.  Había cosas peores.  Había cosas peores que la muerte:  la humillación, la impotencia frente a los rifles mercenarios; sentirse hijo de este país, sentirse ser humano y vivir como animales.  Sentirse ser humano y pensar que aquí no se respetaba condición alguna; daba lo mismo que fuese niño o anciano, hombre o mujer, nadie escapaba.  Si el ser humano nace con una dignidad innata, y hasta a un niño cuando se le ofende se le hiere, cuando se le trata mal de palabra llora, cuando el padre le pega se siente humillado, ¿qué país era este, donde a los hombres respetables, padres ya de numerosos hijos, en cualquier esquina un esbirro les pegaba una bofetada?  Lo que los niños no pueden soportar, tenían que soportarlo los mayores.
Hay algo a lo que el ser humano no se adapta jamás:  a lo que le produce asco, a lo inmoral; a la presencia de toda una serie de sujetos que iba desde el botellero hasta el chivato, desde el politiquero hasta el bolitero, desde el policía esbirro al policía picador, desde el camaján chiquito hasta el camaján grande; desde las microondas de los esbirros hasta los Cadillacs y los Oldsmobiles de los politicastros ladrones; desde Otto Meruelo hasta Luis Manuel Martínez y Díaz Balart; desde el asesino desalmado hasta el guataca insolente y empedernido; desde la censura de prensa para todo el pueblo hasta el derecho de decir todo lo que les daba la gana a unos cuantos insolentes; desde la prohibición a las estaciones de radio y a los periódicos de escribir lo que quisiesen sus directores y sus redactores hasta la obligación de permitir que allí ellos escribieran todo lo que les diera la gana, o hablaran ellos.
Poco es lo que vamos a prometer, porque esto no es cuestión de promesas.  Se hacen promesas cuando uno está demandando que le crean lo que promete, cuando se está pidiendo algo.  No vamos a prometer nada, vamos a hacer (APLAUSOS), vamos a empezar a luchar en todas partes; vamos a invertir las energías de nuestros revolucionarios, de esos jóvenes que se jugaban la vida todos los días, de nuestros combatientes, de esos jóvenes que subían y bajaban montañas incansablemente; de este pueblo luchador.  Vamos a invertir esa energía, ahora que no hay guerra, en arreglar esto.  Vamos a empezar, que lo que hay es que empezar.  Y empezar por donde estemos, si estamos en un municipio, empezar por ahí mismo; y cada cual empezar por el suyo y empezar por su provincia y empezar por todas partes.  Vamos ahora a lanzar una ofensiva contra la corrupción, contra la inmoralidad, contra el vicio, contra el juego y contra el robo (APLAUSOS), contra el analfabetismo, contra las enfermedades, contra el hambre.  Vamos a empezar una ofensiva simultánea, como la ofensiva que terminó con el fin de la dictadura.  Vamos a luchar también contra el imperio de la corrupción, de la explotación, del abuso y de la injusticia, que ahora tenemos un ejército más grande, está todo el pueblo  (APLAUSOS).
Es imposible que ese mar de cabezas, que son los de aquí, pero que si lo juntáramos con los de un poco más adelante:  con los de Bayamo y con los de Holguín y con los de Santiago y con los de Santa Clara, podría hacer una muchedumbre de 20 kilómetros de largo...  ¡Porque es el pueblo entero, y el pueblo con las armas en la mano, el pueblo con un ejército suyo, con un presidente suyo, con un consejo de ministros suyo.  El pueblo libre y con todo en sus manos!  Un pueblo que sabe hablar, que sabe reunirse, que sabe reclamar, es imposible que, si lanza una ofensiva contra todo lo que ha constituido su desgracia, no logre la victoria (APLAUSOS).
Yo tengo la seguridad de que se hará un ejército que será modelo de América y garantía permanente de la paz y de la libertad, un ejército que estará con el pueblo, con la Constitución y con las leyes...  (INTERRUPCION).
Con esto les quiero decir a los comandantes del Ejército Rebelde que, en esta primera etapa, mientras se consolida la Revolución, mientras se consolida el triunfo, estarán dedicados a la tarea que es más importante ahora que ninguna:  organizar la fuerza armada del pueblo.  No habría libertad segura, no habría derecho seguro, no habría esperanza alguna, si no se garantiza la fuerza armada del pueblo; y no sería correcto en este momento, después que se ha luchado tanto, abandonar nuestras obligaciones, las obligaciones con Pero no nos conformaremos con esto. 
Estoy seguro de que nuestra patria ha entrado en una etapa nueva completamente.  Y los revolucionarios están embriagados de entusiasmo y tienen una fe en el porvenir; el impulso...  (ININTELIGIBLE)...  será extraordinario y los frutos no tardarán en verse.
En lo adelante, los recursos del Estado se manejarán pulcramente.  Los impuestos que en lo adelante se cobren no irán a parar a los bolsillos de nadie.  Cada ciudadano pagará lo que le corresponde, y lo pagará con gusto, porque sabe que nadie se lo va a robar.  Se acabaron los inspectores que van a los establecimientos a pedir y a exigir; y se acabarán las costumbres de los contribuyentes que preferían sobornar al inspector que pagar al fisco.  Se acabarán las botellas; se acabarán las comisiones; se acabarán los despilfarros.  Y la República podrá contar con más recursos que nunca, lo cual iniciará una era completamente nueva en nuestra patria.
Todo era un negocio turbio.  El más turbio de los negocios era un senador que no trabajaba ni 10 horas en el mes y cobraba 5 000 pesos, mientras un obrero de Obras Públicas trabajando muy duramente ganaba 3.00 ó 4.00 pesos, y ganaba 100.00 pesos al mes trabajando...  (ININTELIGIBLE)...  Y no les pagaban...  Ustedes veían que al senador era al primero que le pagaban, porque cuando las estaciones de radio anunciaban los días del cobro...  (ININTELIGIBLE)...  Pero algo peor:  si ese señor asesinaba a alguien en la calle no iba a parar a la cárcel, era impune.  Para castigarlo había que pedirles permiso, y como era una pandilla, si dejaban meter preso a uno, tenían que dejar meter presos a los otros luego.  Solamente aceptaban que fuera enjuiciado, cuando un senador mataba a otro senador, porque ya era cuestión de senadores y ya no podía hacer eso.  Pero si el que asesinaba no era un senador sino era un padre de familia cualquiera, ah, pues no, no había permiso.  Y cuando cualquier ministro robaba 10 millones de pesos, se postulaba en la próxima campaña, se hacía representante, y ya los tribunales no le podían hacer nada.  Y así resultaba que el senador era libre de hacer y deshacer.
Señor, pasa uno por delante de la residencia de un pagador del ejército y se encuentra usted una casa de dos pisos con piscina, 20 cuartos, un jardín, 3 máquinas, una finca, ¡y gana trescientos pesos!  Aquí lo que hay que preguntar no es quién roba, sino quién no robó.  El representante que cobra 3 000 pesos es un ladrón, aunque llamen sueldo a lo que se le paga (EXCLAMACIONES); el senador que cobra 6 000 pesos es un ladrón (EXCLAMACIONES); el concejal que cobra 30.00 pesos por no hacer nada es un ladrón y mucho más si es en la época de la dictadura (EXCLAMACIONES); el agente de la autoridad que cobre 100.00 pesos por respetar la ley y defender a los ciudadanos, y lo que hace es agredir a los ciudadanos y violar la ley, es un ladrón (EXCLAMACIONES); el juez que castiga al infeliz y no castiga al poderoso y cobra un sueldo por ser juez, es un ladrón (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).  Sin embargo, nunca les pasa nada.  Si el Estado tiene un parque forestal, cualquier día llega, viene el capitán jefe de la zona aquella y tumba todos los árboles, y no pasa nada.
Todo es negocio.  Si se van a comprar 20 camiones para Obras Públicas, hay una comisión de un 30%; si se va a comprar tela para hacerles uniformes a los soldados, hay una comisión de un 20%.  Todo es comisión y todo es negocio sucio en todas partes.  Si hay un crédito para hacer un camino, se roban la mitad...  (ININTELIGIBLE).  Y cuando no te cobran la comisión, venden los intereses del país, y les hacen concesiones a empresas extranjeras que son onerosas para la nación.  Venden la soberanía, venden nuestra riqueza mineral, venden los servicios públicos.  ¡Quién no sabe cuántos inconfesables negocios ha hecho la dictadura, y cuánto daño le ha hecho a la nación cubana!
En lo adelante el pueblo ganará todas sus batallas, porque el pueblo aprendió a ganar después de haber conquistado no solo la Revolución, sino el tenerla asegurada para sí, y ganará también las demás batallas.
Los discursos politiqueros pasaron de moda.  Aquello de reunir al pueblo y tenerlo dos horas parado para que desfilaran 20 señores hablando boberías, no.  Porque estaban aspirando y lo que les importaba era que les dieran el voto.  Era realmente un abuso con el pueblo.  El pueblo era tan bueno, que lo soportaba todo.  No quiero con esto ni mucho menos, disminuir ni despreciar la política.  Hablo de la mala política, no de la política como la entendía nuestro Apóstol:  a política comunitaria, al servicio de la colectividad; el arte de servir al pueblo.  Lo que ocurre es que hasta las palabras las han desacreditado.  Me refiero al estilo, que hay que cambiar.  Hay que implantar la ley del desinterés y la sinceridad (APLAUSOS).  ¡De intereses nada, de ambiciones nada!  Aquí el que anda con ambiciones y las demuestre, hay que apartarlo (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).  Nadie tiene derecho a preocuparse de su vanidad, de su capricho, de su cosa personal, a costa del pueblo (APLAUSOS).
Yo estoy seguro de que los cubanos no se conforman simplemente con ser libres en su patria.  Yo estoy seguro de que los cubanos quieren además disfrutar de su patria.  Yo estoy seguro de que quieren también participar del pan y la riqueza que se producen en su patria.
Sería un demagogo y un embustero si dijera aquí que todos los problemas se van a resolver y se van a resolver enseguida.  No.  Cuando nosotros llegamos a Playa de las Coloradas en el Granma, no creíamos que todo se iba a resolver y se iba a resolver enseguida.  Sabíamos que había que luchar mucho, sabíamos que grandes fuerzas se oponían a nosotros, que grandes intereses se oponían a nosotros, que grandes creencias se oponían a nosotros.  Se decían muchas cosas:  que aquello no podía triunfar; que no había hambre, y que cuando no había hambre las revoluciones no prosperaban; que no teníamos el ejército; que contra un ejército no se podía hacer una revolución; que las revoluciones se hacían con el ejército o sin el ejército, pero no contra el ejército.  Y lo peor es que aquí había que luchar no solo contra los fusiles, sino también contra las creencias; contra las creencias, que a veces son peores que los fusiles, ¡peores son que los fusiles!  Pues bien:  la dictadura acaba de caer y, sin embargo, ustedes y nosotros acabamos de llegar a la Playa de las Coloradas, porque en la paz nos queda mucho por luchar.  Nada lo recibimos en balde, todo lo que obtendremos tendrá que ser con el sudor de nuestra frente...  (INTERRUPCION)...  que se valen de todos los pretextos para confundir al pueblo, que mezquinamente y porfiadamente se valen de todas las circunstancias para sembrar la insidia y matar la fe, siempre con un propósito determinado.  Mucho tendremos que luchar nosotros también contra eso...  (ININTELIGIBLE)...  porque muchos tratarán de llenar de obstáculos nuestro camino.
Sería un demagogo y un embustero si dijera aquí que todos los problemas se van a resolver y se van a resolver enseguida.  No.  Cuando nosotros llegamos a Playa de las Coloradas en el Granma, no creíamos que todo se iba a resolver y se iba a resolver enseguida.  Sabíamos que había que luchar mucho, sabíamos que grandes fuerzas se oponían a nosotros, que grandes intereses se oponían a nosotros, que grandes creencias se oponían a nosotros.  Se decían muchas cosas:  que aquello no podía triunfar; que no había hambre, y que cuando no había hambre las revoluciones no prosperaban; que no teníamos el ejército; que contra un ejército no se podía hacer una revolución; que las revoluciones se hacían con el ejército o sin el ejército, pero no contra el ejército.  Y lo peor es que aquí había que luchar no solo contra los fusiles, sino también contra las creencias; contra las creencias, que a veces son peores que los fusiles, ¡peores son que los fusiles!  Pues bien:  la dictadura acaba de caer y, sin embargo, ustedes y nosotros acabamos de llegar a la Playa de las Coloradas, porque en la paz nos queda mucho por luchar.  Nada lo recibimos en balde, todo lo que obtendremos tendrá que ser con el sudor de nuestra frente...  (INTERRUPCION)...  que se valen de todos los pretextos para confundir al pueblo, que mezquinamente y porfiadamente se valen de todas las circunstancias para sembrar la insidia y matar la fe, siempre con un propósito determinado.  Mucho tendremos que luchar nosotros también contra eso...  (ININTELIGIBLE)...  porque muchos tratarán de llenar de obstáculos nuestro camino.
Hoy todo son aplausos.  No tardarán mucho en aparecer los insidiosos.  Desgraciadamente los insidiosos...  (ININTELIGIBLE)...  y donde, como decía nuestro Apóstol, “todas las glorias caben en un grano de maíz”.  No hay gloria grande.  Solo puede haber satisfacción con el deber cuando se actúa no por una vanidad o satisfacción material, sino por sentir que se cumple con el deber sin otra satisfacción material.
Decía que surgirían los envidiosos, los que no pueden tolerar el acierto de otros, los que creen que todo les hace sombra.  Vendrán los calumniadores, vendrán a dividir a nuestro pueblo hoy reunido, vendrán a debilitarlo, a destruirle la fe en los hombres que lo están dirigiendo.  Lucharemos contra eso.
Dura y difícil será la empresa de los que pretendan separarnos y alejarnos a nosotros de nuestro pueblo, porque cuando no se vive más que para un solo propósito, cuando no se vive más que con una sola intención, cuando no se descansa, cuando no se duerme, cuando no hay tregua en el trabajo y en la lucha por servir honradamente una causa, no hay fuerza que pueda separar a un hombre de su pueblo (EXCLAMACIONES).  Y el pueblo tendrá en nosotros eso:  servidores, y no quien trate de servirse del pueblo.
¿Qué podemos nosotros pedir del pueblo más de lo que el pueblo nos ha dado?  ¡Ningún poder, ninguna riqueza, ningún bienestar podrá jamás compararse con la emoción del cariño unánime de un pueblo!  (APLAUSOS.) Esto no se sacrifica por nada ni por nadie.  Solo los miserables, los que son incapaces de sentir...  (ININTELIGIBLE)..., podrían despreciar el amor despertado en un pueblo.



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