viernes, 30 de octubre de 2015

Operación Carlota. Pequeños relatos sobre una larga misión: La ciudad de las flores


                         
.Orlando Guevara Núñez
A la ciudad de Lubango,  en el sur de Angola, se le conoce como La ciudad de las flores.  Y existen sobradas razones para calificarla así, porque allí las flores, tanto las cultivadas como las silvestres, ofrecen a las personas  un fascinante paisaje.
Existen unos jardines maravillosos, en forma de parques, donde los nativos y visitantes admiran la belleza de diversas especies de las flores más hermosas que adornan a la región.
Esa característica de Lubango, hace de esta ciudad una de las más bellas de la República Popular de Angola. Y Lubango tiene, además, otra particularidad que nos llamó mucho la atención: su extraordinario parecido con nuestra Santiago de Cuba.
No es un parecido arquitectónico, ni en el interior de la ciudad, si no en su entorno. La entrada se asemeja mucho a la bajada de Quintero, mientras que las montañas forman una especie de anillo que las encierran. Muchas veces, desde el lugar donde radicábamos, algunos santiagueros mirábamos aquel paisaje y nos parecía estar en nuestra ciudad, observando las montañas de la Sierra Maestra.
Las flores de Lubango eran siempre motivo de admiración y más de una vez inspiración poética para nuestros combatientes internacionalistas en Angola. Y no es extraño que así fuera, porque las flores constituyen un delicado símbolo del amor y de la amistad. Y son buenas compañeras, tanto en los momentos de alegría como en los de dolor y nostalgia.
Muchos, al escribir, hablaban a su madre, esposa, novia u otros familiares y amistades sobre la belleza de las flores de esta también hermosa ciudad. Y yo no fui una excepción, pues recuerdo una carta a mi esposa que aludía esas bellezas, matizadas, en mi caso, por una nostalgia que trastornaba mi percepción sobre éstas.  Transcribo un fragmento:
Hoy contemplo a todos lados
Mil flores que esbeltas crecen
Con colores que parecen
Por un pintor inventados.
Pero esos tintes variados
Solo me causan enojos
Y me parecen abrojos
Los pétalos que las visten
Pues flores bellas no existen
¡Si no las miran tus ojos!         
Confieso que ese “desprecio” hacia las flores de Lubango, tenía vigencia solo cuando la nostalgia era mucha, porque en realidad me gustaban muchos los paisajes engalanados por éstas.
Pero si a confesiones vamos, tendría que hacer otra: que en las decenas de veces que disfruté el perfume de también decenas de especies, nunca encontré uno igual a la rosa cubana.
No tiene nada que envidiar nuestra flor. Bástele saber que cuando hablábamos de las demás y las admirábamos, estábamos, en el fondo, recordando y añorando a la inconfundible  y perfumada flor cubana.
                             
                                

No hay comentarios:

Publicar un comentario