martes, 13 de abril de 2021

Bombas yanquis en el aeropuerto de Santiago de Cuba

.Orlando Guevara Núñez

 

La ciudad de Santiago de Cuba despertó más temprano que de costumbre el 15 de abril de 1961. Los relojes cedieron esta vez su lugar al ruido de los aviones bombarderos, las explosiones y el tableteo de las ametralladoras. Al inicio, la población no sabía lo que pasaba; pero pronto se conoció que el Aeropuerto Antonio Maceo estaba siendo víctima de un ataque aéreo.

Alrededor de las 5:15 de la madrugada de ese día, dos aparatos del tipo B-26, procedentes de Puerto Cabeza, Nicaragua, comenzaron a lanzar sus mortíferas cargas sobre la terminal aérea santiaguera. La artera agresión sorprendió a los defensores, pues las naves traían pintadas las insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria cubana y nuestra Enseña Nacional. Una vez más, el crimen se escudaba en el engaño.

El objetivo formaba parte del plan de la agresión mercenaria que dos días después se produciría por Playa Girón. Pretendían destruir en tierra los pocos aviones de nuestra defensa e inutilizar la pista del aeropuerto.

Con igual propósito, los enemigos de la Revolución, encabezados por los Estados Unidos, atacaban también los aeropuertos  de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños, en la capital cubana.

En el Antonio Maceo fueron lanzadas bombas de 100 libras, de fabricación yanqui, mientras que ametralladoras calibre 50 ametrallaban desde el aire las instalaciones. El saldo fue de cuatro heridos y cuatro aviones destruidos, entre estos un DC-3 comercial de Cubana de Aviación.

Simbólicamente, del DC-3 carbonizado quedó intacta solo la parte portadora de nuestra bandera cubana. Y luego de 65 años de su caída en combate contra el ejército colonial español, el General Antonio Maceo recibió otra herida en combate, cuando el pecho de bronce del busto del Titán, situado frente al edificio central del aeropuerto, fue atravesado por un proyectil enemigo.

Pero la sorpresa del ataque no causó desconcierto. Percatados rápidamente del engaño, los combatientes, enardecidos, con gritos de ¡Patria o Muerte!, ¡Viva la Revolución! y ¡Viva Cuba Libre!, abrieron fuego contra los agresores. Uno de los B-26, tocado por los proyectiles milicianos, envuelto en llamas, emprendió la huida, seguido poco después por el segundo aparato.

Horas antes del ataque, esa misma madrugada, se produjo la pérdida más lamentable de ese día en Santiago de Cuba. El valiente capitán Orestes Acosta, quien había despegado a las 2:00 de la madrugada del aeropuerto, en un caza, en misión de reconocimiento rumbo a Baracoa, caía al mar cuando regresaba a la pista del Antonio Maceo.

“No he podido ver nada en Baracoa, pues la noche está muy oscura. Prepárame el catalina para salir nuevamente”, expresó en su última comunicación el valiente piloto, quien murió con el deseo de continuar la lucha que en los días sucesivos protagonizara su pueblo hasta derrotar la agresión organizada, financiada y dirigida por el gobierno de los Estados Unidos.

En la ciudad santiaguera la respuesta de la población fue también inmediata y enérgica. Muchos combatientes marcharon hacia el aeropuerto.

Al día siguiente, 16 de abril, la prensa reflejaba el resultado de la vandálica agresión. En La Habana, siete cubanos habían perdido la vida y 47 fueron heridos, entre ellos mujeres y niños. En San Antonio de los Baños, los heridos fueron dos.

Mientras que muchos aviones mercenarios regresaban a sus bases en distintas áreas seleccionadas y acondicionadas por Estados Unidos, la prensa reaccionaria se dedicaba, de forma apresurada, a desinformar al mundo, difundiendo la versión mendaz de que los bombardeos del 15 de abril habían sido ejecutados por pilotos cubanos con la intención de desertar. De nuevo la mentira junto al crimen.

Hoy está plenamente demostrada la procedencia de los pilotos asesinos. Entre esos mercenarios participaron incluso ciudadanos norteamericanos, nacidos en ese territorio, de los cuales cuatro pagaron con su vida la osadía de agredir a Cuba. Ellos fueron: Wade Caroll Gray, Ryley W. Shamburger, Thomas Willard Ray y Frank Leo Baker.

Aquellos hechos, antesala de la invasión mercenaria por Playa Girón, pusieron en pie de guerra a todo el pueblo cubano. En el entierro de las víctimas, el Comandante en Jefe Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución cubana y llamó a defender al precio que fuera necesario esa Revolución patriótica, democrática y socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes.

El 17 de abril se produjo la invasión que pretendía la destrucción total de la Revolución. Pero menos de 72 horas bastaron que los combatientes cubanos, bajo la jefatura directa de Fidel, convirtieran esa agresión en la primera derrota militar del imperialismo yanqui en América.

Hoy, cuando las voces imperiales reclutan a gobiernos sumisos y a mercenarios internos para sus propósitos de aniquilar a la Revolución, no debía olvidarse la lección de Playa Girón. Porque repetir la aventura equivaldría, sin dudas, a una derrota multiplicada.

 

 

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