lunes, 21 de octubre de 2019

Crisis de Octubre de 1962: los misiles que no pudieron ser desmantelados





.Orlando Guevara Núñez

Hace ya más de cinco décadas y media. Pero aquel octubre de 1962 sigue vivo en la memoria cubana como uno de los momentos más trascendentes de su historia. Bloqueo naval, amenaza de exterminio nuclear. Redoblados intentos imperialistas por destruir a la Revolución.
Y de nuevo el pueblo a las trincheras. Las mujeres a suplir el puesto de los combatientes movilizados. Los estudiantes preparándose para combatir. Otra vez el espectáculo de cuando Playa Girón, de muchos que hasta ese momento habían permanecido indiferentes y ahora reclamaban un puesto en la defensa de la Patria.
La agresión era inminente. Sabíamos el peligro de exterminio que se cernía sobre nosotros. Pero mientras más crecían las posibilidades de un ataque a nuestro suelo, más se agigantaba la decisión de defendernos hasta el último aliento. Y todo ello sin perder ni siquiera la alegría que nos identifica.
Seguíamos con atención todas las noticias. No perdíamos detalles sobre las orientaciones de nuestro Comandante en Jefe. En ningún momento disminuyó la confianza en la dirección de la Revolución. Con nuestro máximo jefe compartimos la idea de instalar aquí los cohetes de largo alcance y el desacuerdo con que los desmantelaran.
Apoyamos el principio de no permitir ninguna inspección enemiga sobre nuestro territorio, de rechazar todo tipo de chantajes. Y vibramos de patriotismo el día que un avión espía U-2 fue derribado cuando volaba sobre el indómito Oriente. Y más profunda fue la emoción cuando Fidel, valorando la grandeza de aquellos momentos, dijo que más que nunca se sentía orgulloso de ser hijo de este pueblo. Nosotros, desde luego, nos sentíamos orgullosos de Fidel y dispuestos a seguirlo hasta el final.
Una de esas noches, me correspondió un turno de guardia con un fusil M-1. Era, hasta entonces, el arma más efectiva que había tenido en mis manos. Y sentí la sensación de que con él era invencible. Mucha gente que ni siquiera tenía un arma como esa, albergaba las mismas convicciones.
La definición de ese fenómeno, de ese sentimiento individual y de pueblo, la encontré después en una afirmación hecha por Fidel, acerca de que nuestros misiles morales no podrían ser desmantelados jamás.
Esos días luminosos y tristes, como los calificara el Che, fueron decisivos para la supervivencia de la Revolución. Y hay un acontecimiento que aún recuerdo con nitidez. Muchos compañeros que en medio de esa crisis cursábamos las escuelas provinciales de Instrucción Revolucionaria en Oriente - Daiquirí, en Santiago de Cuba y Antonio Maceo, en Cauto Cristo, perteneciente a la región bayamesa- recibimos la misión de trabajar en la construcción del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba.
Y centenares de obreros, en aquellos cruciales momentos, pasaron a militar en las filas de ese Partido. Muchos compañeros habían ido a las trincheras como milicianos y regresaron como militantes comunistas. Las ideas por las cuales el imperio brutal norteamericano nos atacaba, se afianzaban mucho más en la conciencia de los trabajadores, de los campesinos, de los intelectuales, de los estudiantes, de todo el pueblo.
En Playa Girón nos habíamos enfrentado a una Brigada mercenaria y habíamos salido victoriosos. Durante la Crisis de Octubre, el enfrentamiento era contra el propio gobierno de los Estados Unidos, quien sabíamos poseía los medios para una destrucción total. Y también vencimos. En Girón vencimos con las armas y la sangre derramada. Ahora vencíamos con la moral y las ideas.
Analizando hoy aquella epopeya gloriosa, vale la afirmación de que preservamos la vida porque fuimos capaces de arriesgarla. Es una lección con vigencia para todos los tiempos.
Los cruciales momentos de la Crisis de Octubre, polarizaron aún más las posiciones individuales en Cuba. La consigna de ¡Patria o  Muerte!  adquiría una dimensión insospechada para el enemigo. Ellos mismos no tuvieron otra alternativa que respetarnos más a partir de ese momento.

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