viernes, 18 de enero de 2019

Sobre las cenizas de La Plata, una gigantesca escuela




.Orlando Guevara Núñez
El 17 de enero de 1957, en el combate de La Plata, localidad costera  asentada entre la Sierra Maestra y el Mar Caribe, actual municipio de Guamá, tuvo lugar la primera victoria del naciente Ejército Rebelde contra  las tropas de la tiranía batistiana.
Solo había  transcurrido mes y medio desde el desembarco del Granma. Y  la propaganda gubernamental se esforzaba en tratar de  engañar a la opinión pública, divulgando la mentira de que la tropa expedicionaria había sido aniquilada. Pero la acción insurrecta  demostró lo contrario.
En La Plata, la existencia humana estaba marcada por el cuartelito- con cinco soldados y cinco marineros al mando de un sargento- la casa del mayoral de la Beattie Sugar Co. y dos o tres familias, pues a las demás las habían obligado a refugiarse monte adentro, desalojadas y amenazadas por la guardia rural y los mayorales defensores del latifundismo.
Un total de 29 hombres, 18 de ellos expedicionarios del Granma, formaban la fuerza guerrillera, reforzada ya por ocho campesinos incorporados días atrás y tres combatientes enviados desde Manzanillo por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Contaban con solo 24 armas.
 De esta forma, 22 combatientes avanzaron sobre el cuartel. Para el ataque, fueron formados por Fidel cuatro pequeños grupos, integrados de la forma siguiente: Fidel Castro, el máximo jefe guerrillero, con  Ernesto Guevara (Che), Calixto García, Manuel Fajardo, Luis Crespo y Universo Sánchez. Otro grupo estuvo encabezado por Raúl Castro y lo integraron Ciro Redondo, Efigenio Aimejeiras, Armando Rodríguez y José Morán (luego traidor).
Juan Almeida Bosque, tuvo a su mando a Guillermo García, Crecencio Pérez, Manuel Acuña, Ignacio Pérez, Rafael Chao y Sergio Pérez. Y otro grupo fue dirigido por Julito Díaz e integrado por Camilo Cienfuegos, Calixto Morales y Reynaldo Benítez.
Cuatro combatientes recibieron la misión de custodiar al mayoral  chivato Chicho Osorio, ajusticiado al iniciarse el combate,  y a otros detenidos civiles. Ellos fueron: Daniel Motolà, Julio Zenón, Yayo Castillo y Nango Rey.
Alrededor de las 2:00 de la madrugada, una ráfaga disparada por Fidel comenzó el ataque que, luego de unos 40 minutos, doblegaba a los contrarios, con un saldo de dos muertos y cinco heridos, tres de los cuales fallecerían más tarde. Los rebeldes no tuvieron ni muertos ni heridos y ocuparon nueve fusiles con mil tiros, una ametralladora con 150 proyectiles y otros pertrechos de guerra.
Aquella acción, además de su valor mismo, tiene el mérito histórico de haber demostrado la verdad de que la guerrilla existía,  que había una fuerza dispuesta a mantener la lucha armada,  capaz  de realizar acciones ofensivas y triunfar sobre el enemigo. Fue  una base importante para ganar el apoyo campesino y desmoronar el triunfalismo de la dictadura, obligándola a una contienda distinta, la guerra de guerrillas para la cual no estaba preparada y saldría de ella derrotada luego de cuantiosas pérdidas.
Luego de esa victoria, las fuerzas rebeldes escalaron el firme de la Sierra Maestra, establecieron el primer territorio libre en el macizo de El Turquino y se estableció y  consolidó la primera Columna, la  Nro. 1  “José Martí”, bajo el mando de Fidel, y  cuya Comandancia Central radicó en La Plata, a unos 20 kilómetros del  escenario del primer triunfo guerrillero.
 Dos aspectos que caracterizaron al Ejército Rebelde hasta el mismo triunfo revolucionario, estuvieron presentes en La Plata. El primero, arrebatarles las armas al enemigo. Segundo, la ética, el respeto a los vencidos.
En los apuntes de su diario, el hoy General de Ejército Raúl Castro señaló sobre el combate de La Plata. (…) “Le prendí fuego al cuartel, la única casa que quedaba sin arder,  y después de colocar los heridos distantes del fuego, nos marchamos. El herido que me regaló el cuchillo, creyendo que nos íbamos, empezó a gritar lastimosamente: ´No me dejen solo que me muero´. El ignoraba que momentos después volverían tres de sus compañeros con medicinas nuestras para curarlos”.
En otra parte de sus notas, Raúl plasma con nitidez los principios del naciente Ejército Rebelde: (…) “Tomamos rumbo hacia el campamento. Me puse al lado de un prisionero y echándole un brazo por arriba de los hombros, así fui hablando con él de la ideología de nuestra lucha, del engaño de que eran víctimas ellos por parte del  gobierno y todo lo concerniente al tema que el tiempo y lo corto del camino nos permitió. El me pidió que anotara su nombre y que en el futuro no me olvidara de él, ya que era pobre, que mantenía a su mamá, y él no sabía lo que iba a pasar. Nos despedimos de los prisioneros con un abrazo, soltamos a los civiles presos. Unos de ellos nos serviría de guía”
Transcurridos  62  años de la histórica victoria de La Plata,  primer triunfo que abrió el camino hacia el 1ro. de enero de 1959, se cumple con creces el vaticinio hecho por Raúl cuando los guerrilleros regresaban a las montañas luego de terminado el combate: “Desde lo lejos, se veían arder sobre los cuarteles de la opresión, las llamas de la libertad. Algún día no lejano, sobre esas cenizas levantaremos escuelas”.
Hoy, la Patria toda es una gigantesca escuela. Y las llamas de La Plata, continúan iluminando el camino de la Revolución.

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