.Orlando
Guevara Núñez
El 4 de marzo es una fecha luctuosa para el
pueblo cubano. Y es, a la vez, una fecha gloriosa, expresiva del espíritu de
combate y de victoria.
Ese
día de 1960, nuestro pueblo fue víctima de uno de los más abominables actos de
sabotaje ejecutados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) del gobierno de los Estados Unidos: la
explosión, en el muelle de La Habana, del vapor francés La Coubre, que descargaba
armas adquiridas por Cuba en Europa, con el fin de defendernos de los
constantes actos terroristas y amenazas de agresión provenientes del
imperialismo norteamericano.
El crimen costó la vida de 101 cubanos y seis
marinos franceses, dejando centenares de heridos. El sabotaje se preparó en el
punto de embarque hacia Cuba y se hizo de forma que se produjeran dos
explosiones, con el fin de que la primera sirviera de motivo de atracción de
más personas que acudieran al salvamento y cayeran fulminados por la segunda.
Eran
los días de constantes sabotajes, de formación de bandas contrarrevolucionarias
organizadas, financiadas y dirigidas por la CIA; de vuelos constantes de avionetas
quemando cañaverales, de infiltraciones de grupos armados en territorio cubano,
de acciones combinadas con medidas
contra la economía, con la propaganda mendaz y las calumnias contra la
Revolución.
Con
ese acto terrorista se quería impedir
que el pueblo recibiera armas para defender sus conquistas. Y lo que lograron
fue que el pueblo fortaleciera más su decisión de preservar su libertad al
precio que fuera necesario.
Al
siguiente día de aquella barbarie, el 5 de marzo de 1960, durante el entierro
de las víctimas de la explosión, en
medio del luto y el dolor, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó:
“Y
sin inmutarnos por las amenazas, sin inmutarnos por las maniobras, recordando
que un día nosotros fuimos 12 hombres
solamente y que, comparada aquella fuerza nuestra con la fuerza de la tiranía,
nuestra fuerza era tan pequeña y tan insignificante,
que nadie habría creído posible resistir; sin embargo, nosotros creíamos que
resistíamos entonces, como creemos hoy que resistimos a cualquier
agresión. Y no solo que sabremos
resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que
nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha
revolucionaria: la de la libertad o la muerte.
Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía:
libertad quiere decir patria. Y
la disyuntiva nuestra sería patria o muerte”
Desde ese día, nació la
consigna de ¡Patria o Muerte! que identifica a nuestro pueblo heroico y lo ha
acompañado no solo en los momentos
difíciles relacionados con la defensa, sino también en todo lo relacionado con
los deberes patrios, internacionalistas y antiimperialistas.
Esa sigue siendo la
disyuntiva de un pueblo que prefiere morir de pie antes que vivir de rodillas.
Fueron esas las primeras palabras que escucharon los mercenarios que
desembarcaron por Playa Girón y a los que el pueblo fulminó en menos de 72
horas.
Y debían aprender los
enemigos la lección de que esa consigna, en cada momento, se traducirá en
acción. Porque el pueblo cubano es y
será siempre, un pueblo de ¡Patria o
Muerte!
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