.Orlando Guevara Núñez
La importancia que tiene esta
fecha radica en que aquel día inició nuestro pueblo, en escala modesta si se
quiere, inició el camino que lo condujo a la Revolución (APLAUSOS). Cruzarse de brazos ante aquella situación
habría significado la continuidad indefinida de la camarilla militar, la
continuidad indefinida en el poder de los partidos reaccionarios de las clases
explotadoras, habría significado la continuidad de la politiquería, de la
corrupción y del saqueo sistemático de nuestro país.
La
importancia de aquella fecha es que abrió un nuevo camino al pueblo, la
importancia de aquella fecha radica en que marcó el inicio de una nueva
concepción de la lucha, que en un tiempo no lejano hizo trizas a la dictadura
militar y creó las condiciones para el desarrollo de la Revolución
(APLAUSOS).
El ataque
al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de marzo (APLAUSOS),
fue la réplica decidida a aquel Gobierno instaurado a fuerza de bayonetas; y
fue la respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas
las deficiencias, una vez superada la inexperiencia, una vez desarrollada
plenamente, hizo posible lo que antes parecía imposible: hizo posible la destrucción de un ejército
moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía
luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue un
milagro. Lo que ha tenido lugar en Cuba
no fue un milagro.
Para
nosotros los cubanos, no tendría tanta trascendencia conmemorar con júbilo, con
entusiasmo, con fervor revolucionario esta fecha, si esta fecha ante nuestros
ojos no tuviera el valor de una lección útil, utilísima, a decenas y decenas de
millones de hermanos de América Latina (APLAUSOS); si esta fecha y lo que ella
simboliza, no entrañara un sólido aliento, una firme esperanza de que hay
remedio a los males de los explotados y hambrientos de este continente, de los
millones de trabajadores y campesinos y de indios esquilmados en este
continente; si no entrañara una esperanza y un aliento a la posibilidad de
resolver de una vez y para siempre los trágicos males sociales de este
continente, donde los porcentajes de muerte entre la población infantil se
cuenta entre los más altos del mundo, donde el promedio de vida es bajísimo, y
donde minorías oligárquicas —en complicidad con los monopolios yankis— saquean
despiadadamente a esos pueblos.
¡Esta
fecha tiene valor no como hecho que se proyecta hacia el pasado, sino como
hecho que se proyecta hacia el porvenir!
(APLAUSOS) Porque aquí en nuestro país había un poderoso ejército
profesional. Al servicio de los
explotadores, aquí había numerosos partidos burgueses que arrastraban a una
parte no desdeñable de la masa por caminos erróneos, y había todo un sistema de
prensa, de radio y de televisión al servicio de los intereses creados.
El cuartel
Moncada no cayó. Factores imprevistos
hicieron fallar el intento de ocupar la fortaleza, factores imponderables. Aquello habría podido ser un duro golpe para
nosotros, para nuestra convicción y nuestra fe de que aquel era el camino;
aquello pudo circunstancialmente fortalecer la opinión de aquellos que
afirmaban que no era posible luchar contra el ejército de Batista; pudo
circunstancialmente fortalecer la opinión de los politiqueros y los argumentos
de los politiqueros en favor de las componendas electoreras donde jamás el
pueblo obtiene nada. Sin embargo,
nuestra fe se mantuvo firme, inconmovible, de que aquel era el camino; y nos
dimos de nuevo a la tarea, ya con más experiencia, ya más elaborada, de llevar
adelante aquella lucha.
Mas,
cuando nosotros desembarcamos en el “Granma” 82 hombres (APLAUSOS), aun nos
traicionó la inexperiencia, aun nos traicionó nuestra inmadurez como
combatientes, y de nuevo un duro revés se asentó sobre nuestro esfuerzo y aquella
fuerza expedicionaria —organizada y preparada con grandes esfuerzos y
sacrificios— quedó virtualmente dispersa y aniquilada.
Aquello
habría podido ser un golpe tremendo para nuestra fe y para nuestra convicción
de que aquel era el camino. Mas, sin
embargo, nuestra fe y nuestra convicción se mantuvieron inalterables. Creíamos que aquel era el camino, ¡y al fin
la historia y los hechos, la realidad y la vida, se encargaron de demostrar que
aquel era el camino! (APLAUSOS)
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