sábado, 18 de diciembre de 2021

Ignacio Pérez Zamora: Un comandante glorioso

 


.Orlando Guevara Núñez

 

 El 19 de diciembre de 1958, se produjo uno de los combates más cruentos entre el Ejército Rebelde y las fuerzas de la agonizante dictadura batistiana. El escenario fue San José del Retiro, aledaño al poblado de Jiguaní, justamente entre Bayamo y Contramaestre, a orillas de la Carretera Central, que une a Santiago de Cuba con la capital del país.

Fue una acción combinada de las tropas rebeldes del  I y III Frentes Orientales, dirigidos por el Comandante en Jefe Fidel Castro y el Comandante Juan Almeida Bosque. El también Comandante Guillermo García Frías, jefe del cerco, ataque y toma de Jiguaní, describiría así ese jirón de la ofensiva final revolucionaria:

“En San José del Retiro tuvo lugar uno de los más encarnizados y difíciles combates que sostuvieron las tropas bajo mi mando. No fue una lucha de posiciones; se combatió sobre la marcha y en ocasiones cuerpo a cuerpo contra una gran fuerza a la que acompañaba un nutrido grupo de civiles e inclusive soldados vestidos como simples ciudadanos, lo que generó confusión y provocó que tuviéramos más bajas que de costumbre. Pero el pueblo de Jiguaní quedó liberado para siempre”.

La misión rebelde, explicó también Guillermo García, comenzó el día 10 de diciembre y debía impedir que las fuerzas enemigas estacionadas en Jiguaní huyeran hacia Bayamo y que desde esa ciudad salieran refuerzos hacia Maffo, donde ese mismo día comenzaría el cerco y hostigamiento a la fortaleza ubicada en ese lugar, casi pegado a Contramaestre.

Por la parte rebelde el combate dejó 12 muertos y tres heridos, mientras que el enemigo sufrió más de 30 muertos y 67 prisioneros, además de la pérdida de más de 70 armas largas.

Entre los guerrilleros caídos ese 19 de diciembre de 1958, estuvo el capitán Ignacio Pérez Zamora, ascendido póstumamente al grado de Comandante del Ejército Rebelde. Este valioso combatiente, era hijo del Comandante Crescencio Pérez, un legendario campesino de los que desempeñaron un papel protagónico en salvamento de los expedicionarios del Granma en los días posteriores al desembarco y a la odisea de Alegría de Pío.

Ignacio Pérez Zamora era ya jefe de una célula clandestina del Movimiento Revolucionario 26 de Julio cuando el 2 de diciembre de 1956 el Granma llegó a las cercanías de Playa Las Coloradas,  distante a unos 17  kilómetros del oriental poblado de Niquero. Estuvo entre los campesinos que salvaron la Revolución en esos días. Y formó parte de los tres que condujeron a Fidel Castro hasta la finca de Cinco Palmas, Purial de Vicana, donde el 18 de diciembre se produciría el encuentro del máximo jefe rebelde con su hermano Raúl y otros expedicionarios.

El 11 de enero de 1957, se produce la incorporación de Ignacio a las filas de la guerrilla. En lo adelante, comenzaría a tejer su historia como combatiente, en acciones como La Plata, Llanos del Infierno y El  Uvero. Su arrojo y capacidad lo elevarían al sitial honroso de jefe de la vanguardia de la Columna Nro. 1 José Martí, al mando del Fidel, cuando Camilo Cienfuegos fue designado para la Columna 4, dirigida por el Comandante Ernesto Che Guevara.

Vendría entonces su participación en los combates de Palma Mocha, Pino del Agua (uno y dos) y Salto de Nagua, hasta ser llamado por el Comandante en Jefe para reforzar las posiciones rebeldes en la Sierra Maestra ante la llamada Ofensiva de Verano, lanzada por el ejército batistiano. Combatiría entonces en El Jigüe, Vegas de Jibacoa, Las Mercedes y se integra luego a la contraofensiva del Ejército Rebelde que daría el golpe final a la tiranía.

La caída de Ignacio se produce ya en los finales del combate. El lugar era completamente llano, al punto de poder verse sin dificultad unos a otros los contendientes.  Junto al jefe rebelde  cae  su ayudante, Juan Pérez Olivera, un muchacho de 14 años de edad, hijo de una humilde familia de las Minas de Charco Redondo. La ira de los rebeldes ante esa caída se transformó en más arrojo y su empuje rompió todo vestigio de resistencia.

Los cadáveres de Ignacio y sus compañeros  fueron expuestos en un amplio corredor del poblado de Jiguaní. Allí asistieron Fidel, Raúl y Almeida. La despedida del duelo estuvo a cargo de Raúl.

En sentida carta a Crecencio Pérez, el Comandante en Jefe Fidel Castro le expresa:

Querido Crescencio:

Me acaban de informar la muerte de Ignacio. Con una pena infinita en mi corazón le escribo estas amargas líneas. Sé que era el hijo que usted más quería; y en verdad que se merecía todo su cariño y el nuestro. Siempre lo cuidé cuanto pude, como hago con todos los compañeros que más riesgos han corrido por el  tiempo que llevan en la lucha. Murió de un obús de mortero, combatiendo una tropa que iba en retirada. Recogimos su cadáver y le daremos honrosa sepultura. Duele que haya muerto precisamente cuando el triunfo está a la vista y cuando él estaba resultando ser uno de nuestros oficiales más competentes y de mi mayor confianza. Su nombre figurará en la lista de los comandantes de nuestro glorioso Ejército  y nunca lo olvidaremos. Le diré solo que Ignacio era para todos nosotros un hermano y tal es el dolor que sentimos en este momento.

  Fidel Castro

A esa misiva del Comandante en Jefe, respondió el padre colmado de dolor.

Comandante Fidel:

Su mensaje de hoy me produce el más profundo dolor de mi vida, mi existencia ya no será más que dolor, agonía y deber; nuestra revolución me ha arrancado lo más preciado de mi existencia, solo me alienta la fe. Su sangre, como la de tantos valiosos compañeros   caídos en aras de nuestro ideal, no será derramada en vano.

Reciba un abrazo fraternal

Crecencio Pérez M.  

A  Ignacio y a sus compañeros caídos, el pueblo les rinde tributo y respeto, defendiendo y engrandeciendo la obra por la que ellos ofrendaron su vida.

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