.
Orlando Guevara Núñez
Encerrado en el mal llamado Presidio Modelo, de Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud,
Fidel no perdió nunca su cualidad de
forjador de esperanza. Al contrario, las multiplicó, cuando para muchos eran
solo quimeras. La prisión fue continuidad de las ideas.
Allí,
el dolor por los 61 caídos en las acciones del 26 de julio (seis en combate y
55 asesinados) se convertía en mayores convicciones y en fuerza para concebir y
preparar los combates por venir. La soledad ni el castigo lo amedrentaron.
Un
testimonio suyo es revelador de las condiciones del presidio: “Ya tengo luz;
estuve cuarenta y cinco días ain ella y
aprendí a conocer su valor. No lo olvidaré nunca, como no olvidaré la hiriente
humillación de las sombras; contra ellas luché logrando arrebatarles casi
doscientas horas con una lucecita de aceita pálido y tembloroso, los ojos
ardientes, el corazón sangrando de indignación. De todas las barbaridades
humanas, la que menos concibo es el absurdo”. En otra ocasión diría: “Hace
cuatro meses y una semana que me tienen encerrado en esta celda solitaria.
Habían dicho al principio que era por cuatro meses, pero en realidad tienen
intenciones de dejarme así definitivamente”.
Pero
sus ideas no estaban presas. Trascendían los barrotes y penetraban en la mente
de muchos cubanos dignos, preparándolos para la lucha futura. Desde la prisión,
reelaboró su alegato La historia me
absolvera, sacado clandestinamente, publicado y hecho llegar a manos de
miles de cubanos.
Su
confianza en el pueblo se hace patente en carta a Haydée y Melba: “Considero
que en estos momentos la propaganda es vital; sin propaganda no hay movimiento
de masas; y sin movimiento de masas no hay revolución posible.
Su
visión sobre la lucha se amplía: (…) “Nuestra hora se acerca. Antes éramos un
puñado, ahora tenemos que fundirnos con el pueblo (…) “No he perdido el tiempo en la prisión
estudiando, observando, analizando, planeando, forjando hombres. Sé dónde está
lo mejor de Cuba y cómo buscarlo. Cuando empecé, era yo solo; ahora somos
muchos (…)
Así,
cuando pocos creían en la posibilidad de una revolución verdadera, Fidel no
perdió nunca la confianza en ella. No dejó de luchar por ella. Pocas veces en
nuestra historia se ha confirmado con mayor nitidez la sentencia de José Martí:
“Un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”.
Hoy,
las ideas de nuestro querido Comandante en Jefe, que no admitieron el encierro
de la tiranía batistiana, ni cedieron ante el imperio yanqui. Siguen guiando el
destino del pueblo cubano. Y se multiplican en millones de seres humanos, en
disímiles latitudes, donde ahora se sabe que un mundo mejor es posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario