.Orlando Guevara Núñez
Uno de los hechos que
asombran cuando se estudia lo relacionado con el asalto a los cuarteles Moncada
y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de
julio de 1953, es la forma en que se obtuvieron los recursos para financiarlo.
En
esa época imperaba en el país un gobierno corrupto y la política era sinónimo
de enriquecimiento, siempre a costa del pueblo y siempre a espaldas de los
intereses del pueblo. Las luchas entre los politiqueros eran en pos de
beneficios personales y privilegios, sin lugar alguno para los sentimientos
patrióticos.
Eso
explica que el día siguiente a la heroica acción, el propio tirano Fulgencio
Batista lanzara contra los asaltantes las más burdas calumnias, entre ellas la
de haber preparado la acción, “con dinero robado a la salud del pueblo y al
tesoro de la nación”. Dijo que el ex
presidente Carlos Prío Socarrás – a quien él derrocó con un golpe de estado, el
10 de marzo de 1952- había financiado con un millón de pesos las acciones de
ese día.
Entre sus
burdas mentiras, el tirano aseguró también que a los actores directos del asalto
se les había ocupado “voluminosas libretas de cheques, unas nacionales y otras
extranjeras y también cheques de viajeros” (...)
En
su mente de bandido no cabía el concepto de honradez ni de entrega total y
desinteresada a una causa noble, basada
en el sacrificio personal no solo relacionado con los recursos, sino también
con su propia vida.
En
su alegato de autodefensa La historia me absolverá, el propio Fidel
Castro desbarata las mendaces afirmaciones del tirano.
Ningún
político de entonces aportó un solo centavo para las acciones del 26 de julio
de 1953. Todos los recursos salieron de
los propios asaltantes, con sacrificios que convocan a la admiración y al
respeto, por su ejemplar altruismo.
Los
ejemplos mencionados por el máximo jefe del asalto ante el Tribunal que lo
juzgaba, fueron elocuentes: Elpidio Sosa, vendió su empleo. Fernando Chenard
vendió los aparatos de su estudio fotográfico.
Pedro Marrero empeñó su sueldo de muchos meses. Oscar Alcalde vendió su laboratorio
de productos farmacéuticos. Jesús Montané aportó el dinero que había ahorrado
durante más de cinco años. Todo lo entregaron para la causa revolucionaria.
Otros
muchos combatientes contribuyeron con los pocos recursos que tenían. De esa
forma, centavo a centavo, como lo expresara Fidel, fueron reunidos alrededor de
20 000 pesos. Con ellos se compraron las
armas y se pagaron otros gastos relacionados con la organización y ejecución de
la acción heroica.
De
haber existido más recursos, las acciones de Santiago de Cuba y de Bayamo
habrían contado con un número superior de combatientes. Un total de 1 200
jóvenes habían recibido entrenamiento y estaban dispuestos para la lucha, pero
las pocas armas que pudieron adquirirse no alcanzaban para todos y sólo
pudieron asistir los que las recibieron.
Algunos
políticos de la época contaban con suficiente dinero y armas, pero les faltaba
el patriotismo, la decisión de lucha y la disposición para darlo todo por la
libertad de la nación.
Cuando
no se logra el objetivo de tomar el Cuartel Moncada, Fidel, seguido por 18
jóvenes atacantes, se dirige hacia las montañas para desde allí proseguir la
lucha, hasta que es hecho prisionero, el 1ro. de agosto, y junto a otros
compañeros conducido hasta el Vivac de Santiago de Cuba.
Hoy,
quienes visiten el Museo Histórico 26 de Julio, enclavado en el otrora Cuartel
Moncada podrán ver, expuesto en una
pequeña vitrina, el “capital” ocupado al máximo jefe de los hechos del 26 de
julio de 1953.
El
hombre que había dirigido el asalto y se disponía a reorganizar la lucha para
derrocar a la tiranía y ganar la libertad e independencia para la nación
cubana, contaba con la “colosal” suma de ¡ocho pesos!
A
otro combatiente, Juan Almeida Bosque, la fortuna ocupada fue de un peso, y 25
centavos a Armando Mestre Martínez, quien cayera luego asesinado tras
desembarcar como expedicionario del Granma.
Lo
que no podía contabilizarse en aquellos momentos en las mentiras y calumnias
del sanguinario dictador, ni podía medirse por la cifra de dinero disponible en
manos de los asaltantes, eran otros millones muy diferentes al millón
falsamente atribuido por donación de Carlos Prío. Ese otro capital, invisible e
inmedible para muchos, estaba formado por los millones de razones y, sobre
todo, por los millones de corazones que desde entonces ganó Fidel, que se
multiplicaron en la lucha y crecieron mucho más a partir del triunfo
revolucionario del 1ro. de enero de 1959.
Esos
millones que siguen integrando hoy el verdadero capital de Fidel, continúan
multiplicándose en Cuba y en el exterior. Y reafirman a nuestro Comandante en
Jefe, aún después de su desaparición física, como un acaudalado de los que mucha
falta hacen en otras latitudes del mundo: ¡Millonarios en corazones!
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