.Orlando Guevara Núñez
El
desempleo formaba parte de las grandes tragedias de Cuba, denunciadas por Fidel
Castro ante el Tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953.
En ese histórico juicio, el líder de la juventud cubana en esa etapa de
combate, luego del análisis de otros problemas, expuso como una de las razones que justificaban la
rebeldía ante la dictadura que desde el 10 de marzo, tras un golpe de estado,
dominaba el país:
(…)
Con tales antecedentes, ¿cómo no explicarse que desde el mes de mayo al de
diciembre un millón de personas se encuentren sin trabajo, y que Cuba, con una población de cinco millones y
medio de habitantes, tenga actualmente más desocupados que Francia e Italia con
una población de más de cuarenta millones cada una?
Y
advertía Fidel en su alegato La historia me absolverá, que “El
porvenir de la nación y la solución de sus problemas no pueden seguir
dependiendo del interés egoísta de una docena de financieros, de los fríos
cálculos sobre ganancias que tracen en sus despachos de aire acondicionado diez
o doce magnates” (…) Y no es con estadistas al estilo de Carlos Saladrigas,
cuyo estadismo consiste en dejarlo todo tal cual está y pasarse la vida
farfullando sandeces sobre la “libertad absoluta de empresa”, “garantías del
capital de inversión” y la “ley de la oferta y la demanda” como habrán de
resolverse tales problemas”.
La
situación del desempleo era realmente agónica. A los 600 000 cubanos sin empleo
en aquellos momentos, se unían los 500 000 mil obreros del campo que solo
trabajaban tres o cuatro meses al año, pasando el resto sin tener donde ganar
su sustento.
A
la falta de empleo se unían los bajos salarios, los sistemas arbitrarios de
pago en muchos casos basados en papeles que sustituían al dinero, al tiempo que
la discriminación racial y de sexo marginaba
y perjudicaba a cientos de miles de cubanos.
La
situación de 1953 continuó agravándose, porque cada año arribaban a la edad del
empleo unos 100 000 jóvenes, para los cuales no existían fuentes de trabajo.
Así, en 1958, último año de la tiranía en el poder, más de 700 000 cubanos, una
tercera parte de la población laboral, más del 45 por ciento en las zonas rurales, no tenían
empleo permanente.
La
mujer era particularmente discriminada. En 1958, por ejemplo, solo estaban
empleadas 194 000 de ellas, el 70 por ciento en labores domésticas.
Antes
del triunfo de la Revolución, sólo 37 900 trabajadores incrementaban la cifra
de empleados cada año; en los primeros 17 años posteriores a 1958, el promedio
fue de 82 300. En la primera década de la Revolución, casi un millón de cubanos
encontró nuevos empleos.
Otra
tragedia relacionada con este tema, era la jubilación, pues la mayoría de las
cajas de retiro estaban desfalcadas, y luego de una azarosa vida laboral, la
mayoría de los cubanos tenía que vivir con míseros ingresos que le permitían
apenas subsistir.
El
desarrollo del país en todas las esferas, permitió erradicar el desempleo desde
los primeros años, hasta el punto de necesitar brazos para enfrentar los
diversos programas económicos y sociales.
Cientos
de miles de hombres y mujeres fueron
ocupados en las labores agrícolas, la industria, las construcciones, la salud,
la educación y otros servicios sociales.
Hoy
la mujer ocupa un lugar importante en la composición del empleo en Cuba, al
punto de que más del 65 por ciento de la fuerza técnica empleada en el sector
estatal civil está en sus manos. En este caso, como en los demás, han sido un
factor de ayuda los Círculos Infantiles, los seminternados de primaria, los
sistemas de becas, los comedores obreros y otras medidas que facilitan la
incorporación de las madres y demás mujeres al trabajo.
Cuba,
al estar por debajo del tres por ciento de desempleo – índice establecido
internacionalmente- llegó a ser un país
considerado con pleno empleo. Pero algo muy importantes es que muchas personas no
ocupadas, lo están por búsquedas de puestos de su preferencia, mientras miles
de plazas laborales permanecen sin ser ocupadas en la agricultura, las
construcciones, los servicios comunales y otros sectores importantes.
En
nuestro país, los sancionados, recluidos en prisiones, tienen el derecho al
trabajo, recibiendo sus salarios correspondientes.
El
derecho al trabajo, uno de los principales derechos humanos, está refrendado en
la Constitución de la República de Cuba. Y aún cuando muchos no han deseado
hacer uso de esa ventaja, comisiones de trabajo los han visitado para proponerles empleo.
Cada
año se producen incrementos de salarios a trabajadores de diversos sectores,
como han sido los de la salud, la educación, los jurídicos, entre otros, en
correspondencia con las posibilidades de la economía.
Hoy,
en medio de una crisis mundial que ha lanzado a la calle a millones de
trabajadores, Cuba, aún en medio del férreo bloqueo imperial que tiene la misma
edad de la Revolución, sigue protegiendo el empleo. Y en los años más duros, cuando fue necesario
cerrar muchos centros de trabajo por carencias de recursos para mantenerlos,
ningún obrero quedó desamparado. Pese a que la actualización del modelo
económico cubano ha conducido a que se racionalicen miles de plazas que
mantenían las plantillas por encima de su necesidad, se buscaron soluciones,
entre éstas la reubicación en otro
puesto y el incremento del trabajo no estatal que ya ocupa a más de 500 000
cubanos.
Los
trabajadores cubanos tienen garantizada no sólo su vida laboral, sino también
su jubilación, su vejez segura, incluyendo a los no estatales. Así ha sido
desde el triunfo revolucionario y lo refrenda también la nueva Ley
de Seguridad Social, que extendió la
edad necesaria para la jubilación, elevándola de 60 a 65 años para los hombres
y de 55 a
60 para las mujeres. Se establece incluso el derecho al pluriempleo y a que un
jubilado ocupe otro puesto laboral, distinto al que ocupaba, con derecho al
total del salario.
En
Cuba, desapareció el flagelo del
desempleo que estuvo entre los graves problemas que inspiraron a los
combatientes del Moncada para su hazaña del 26 de julio de 1953. Y la obra
conquistada, convierte en realidad los sueños que entonces parecían imposibles.
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