martes, 5 de enero de 2021

Un amargo recuerdo sobre los Reyes Magos

 


.Orlando Guevara Núñez

Algunos cubanos seguro recuerdan con alegría y alguna nostalgia la celebración, cada 6 de enero, del Día de los Reyes Magos. Yo no puedo compartir ni esa alegría ni esa nostalgia.

No había anochecer de cada 5 de enero que, junto a mis hermanos, no me encontrara ya en la cama. Lo de la cama fue después, primero estuvo la hamaca. Siempre bajo la creencia de que si los Reyes Magos llegaban y encontraban a alguien despierto, no llegaban.

Mi carta de solicitud de juguetes la dejaba acomodada dentro de un zapato. Pero Baltasar- mi Rey preferido- parece que repartía en mi casa y en mi barrio campesino lo que le sobraba después de visitar a los niños ricos, quienes siempre “se portaban mejor” que los niños pobres. Una vez me encabroné con él y le escribí a Melchor, pero me fue igual. Los mandé a los dos para el demonio y solo se me escapó Gaspar porque nunca llegue a escribirle ni a pedirle nada.

Por eso el día que antes de tiempo se rompió el encanto y desapareció la ilusión de los Reyes Magos en mi conciencia, no sufrí tanto. Para más exactitud, no sufrí nada NI culpé a mis padres por el engaño piadoso. Los quise más y me sentí conmovido pensando en la angustia de ellos para arrebatarle a la pobreza unos pocos pesos cada enero y alimentar así mis fantasías de niño. Y su visible pena cuando no podían comprar nada.

Por eso esta evocación sobre el 6 de enero. Por  suerte, en un enero, como dijo un poeta: con cinco días de anticipación, llegaron a Cuba los verdaderos Reyes Magos…

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