sábado, 25 de noviembre de 2017

Fidel: símbolo de victoria de la vida sobre la muerte





.Orlando Guevara  Núñez


¿Cuántas veces en su largo camino  de revolucionario, la muerte estuvo bien cerca de tronchar la vida de Fidel?  Se necesitaría un amplio volumen para reseñarlas todas en Cuba y fuera de ella. Y no se trata de que buscara el peligro, es que no renunció  nunca a ningún principio, a  ninguna idea, a ningún beneficio para su pueblo, por el temor a desafiarlo.
Desde su vida estudiantil, trataron de asesinarlo. Al terminar el combate del Moncada, se quedó cubriendo la retirada de sus compañeros;  luego, se desmontó del auto en que salía del lugar, para ceder su espacio  a un compañero herido, y llegó  a quedarse  solo, hasta que otro  auto de los asaltantes lo recogió y sacó del escenario del combate. Salvó su vida de forma asombrosa.
Al ser hecho prisionero, el 1ro. de agosto de 1953, ya en las montañas de La Gran Piedra, los soldados  de la tiranía estuvieron a punto de asesinarlo, hecho que impidió el entonces teniente Pedro Sarría, jefe de la patrulla que lo perseguía. En ese momento fueron pronunciadas por este militar las palabras que le salvaron la vida: ¡Bajen esos fusiles, que las ideas no se matan! En el trayecto desde el lugar de la detención hasta Santiago de Cuba, un comandante de la dictadura quiso arrebatarle a Sarría los prisioneros, entre ellos a Fidel, con el fin de asesinarlos. Otra vez  el honor se  impuso al crimen. Estando preso en la Cárcel de Boniato, se frustró  la orden de envenenarlo, resultado en el que influyó la vigilancia de los presos comunes de ese  penal.
El  7 de julio de 1955, tras la amnistía, por presión popular, del 15 de mayo de ese año, tuvo que marchar hacia el exilio en México, pues no solo carecía de condiciones para proseguir la lucha, sino que también su vida estaba en peligro.
Ya en el país azteca, pistoleros al servicio de la dictadura batistiana no pudieron cumplir su misión de asesinarlo. A partir del 5 de diciembre de 1956, a solo tres días del desembarco del Granma, estuvo muy cerca de perder la vida. Junto al también expedicionario Faustino Pérez, tuvo que permanecer más de otros tres días acostado en el suelo, cubierto con paja de caña, protegiéndose contra la presencia de los soldados enemigos, los bombardeos aéreos y la metralla. Cuenta Faustino que durante esa odisea, Fidel no pensó en la muerte, ni en la derrota, ni en la claudicación; le hablaba sobre los planes futuros de la Revolución. Y permanecía con el cañón de su fusil apoyado en la barbilla, dispuesto a morir antes que rendirse. Otra vez frustrados los intentos de la muerte.
El domingo 2 de diciembre de 1956, en ocasión de estarse celebrando en cuba la reunión  anual de Estaciones CIA en América Latina, el jefe CIA para esta área se dirigió a los presentes:
“Nuestro amigo, el presidente Batista, me acaba de llamar para informarme que una lancha en la que iba un grupo de hombres ha sido hundida en aguas de la provincia de Oriente cuando trataban de desembarcar. Los pocos supervivientes están siendo localizados por el ejército y la fuerza aérea”
“Batista me ha dicho que el jefe del grupo expedicionario  es un antiguo agitador estudiantil de la Universidad de La Habana, llamado Fidel Castro, que se encuentra entre los muertos”. 
Pocos días después, la dictadura, tratando de “matar a un muerto”, cuyo deceso había publicado, emitía una nota  que circuló en volantes para las zonas aledañas al desembarco, ofreciendo 100 000 pesos por la cabeza de Fidel Castro.
Ese llamado a la traición no pudo evitar que los revolucionarios recibieran la solidaridad y apoyo de los campesinos de la zona, quienes los buscaron, encontraron a  muchos de ellos, los protegieron y los salvaron del crimen. Celia Sánchez Manduley, cumplió bien esa misión, encomendada por el héroe de la lucha clandestina, Frank País García.
Ya en la Sierra Maestra, en una ocasión durmió, tapado con una misma manta, junto a un traidor portador de  una pistola lista para asesinarlo. El valor no le alcanzó al desertor para cumplir su misión pactada con los esbirros batistianos. Luego,  llegó a la Sierra Maestra un ex policía batistiano, quien había estado en México con la tarea de eliminarlo. Ahora accedió, infiltrado,  hasta donde estaba el jefe revolucionario, con idéntica misión; pero la perspicacia del jefe guerrillero lo descubrió a tiempo. Y la muerte sació su sed con la vida del criminal.
Durante sus visitas a Chile, Venezuela y Panamá, por solo citar tres ejemplos, fueron frustrados intentos de asesinato contra el líder revolucionario cubano. En el primero de estos casos, una  pistola oculta en una cámara de televisión, no fue accionada por la mano del encargado de ejecutar el crimen. El miedo se impuso. En Panamá, los terroristas que planearon el crimen terminaron presos.
Datos publicados, pero no por todos conocidos, testifican que el maridaje gobiernos de Estados Unidos, Agencia Central de Inteligencia (CIA) y mafia contrarrevolucionaria, principalmente la radicada en Miami,  organizaron que se conozca, la tenebrosa cifra de 637 intentos de asesinato contra Fidel.
El  gobierno de Ronald Reagan, con 197 intentos,  está  señalado ante la historia como el presidente de Estados Unidos que más veces ha apañado el intento de matar a otro jefe de Estado, en este caso al nuestro. La “medalla de Plata”, en esta siniestra carrera, le pertenece  a Richard Nixon, con 184. Bush (Padre)  marca el último peldaño con 21 tentativas de asesinar a Fidel. La desvergüenza, de todas formas, está  bastante repartida. La muerte no se confabuló contra nuestro Comandante en Jefe, aunque estuvo muy cercana.
Fidel arriesgó su vida en Playa Girón, dirigiendo personalmente las operaciones contra la invasión. Y estuvo a la vista  de los  mercenarios, aún armados. Expuso su vida, junto a la de su pueblo, durante  la Crisis de Octubre de 1962, ocasión en que  los cubanos afrontamos el peligro de un holocausto nuclear. En octubre de 1963, estuvo a punto de perecer al accidentarse en un río crecido  el vehículo anfibio en el cual participaba en las labores de salvamento de la población frente al devastador ciclón Flora.
El imperialismo y sus cómplices  mintieron infinidad de veces, publicando la falsa noticia sobre la muerte de Fidel. Engañoso y brutal consuelo, al no poder, por sí mismos,   convertir en verdad sus frustrados deseos.
Fidel llegó,  13 de agosto de 2016, a los 90 años de vida. Una vida que el crimen no  pudo segar. Ni el 25 de noviembre de ese año la muerte pudo lograr su objetivo. Y es que Fidel es un símbolo de la derrota de la muerte y la victoria de la vida. La muerte lo sigue respetando. Y su pensamiento,  su obra y su ejemplo,  cada día, trascienden fronteras.
Ha transcurrido ya un año de su desaparición física. Y entre nosotros sigue viviendo Fidel. Este primer aniversario, iremos al cementerio de Santa Ifigenia. Y allí, al ofrendarle una flor, podríamos imaginar la piedra que atesora sus cenizas como un crecido grano de maíz albergando en sus entrañas  una síntesis de toda la gloria  y la historia de la patria cubana.

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