miércoles, 28 de junio de 2017

Trump inclina su frente ante un símbolo: la traición, el robo,el terrorismo y la derrota




.Orlando Guevara Núñez
 Los cubanos – y es así en muchas partes del mundo- acostumbramos a bautizar instituciones culturales, científicas, deportivas o de disímiles funciones, con el nombre de personas cuyo recuerdo, por la obra de su vida, merecen perdurar en el recuerdo del pueblo. En nuestro caso, por ejemplo, el nombre de Alicia Alonso fue asignado a un teatro en la capital cubana. Alicia es símbolo de la cultura cubana y del mundo. La sola mención de su nombre es sinónimo de arte, de cultura, de ética, de profesionalidad, de humanismo, de lealtad. La dignidad de la nación cubana se sintetiza en las seis letras de su nombre.
El presidente de los Estados Unidos, como carpa para montar su show contra Cuba en Miami, escogió un teatro nombrado Manuel Artime. Y es que ese nombre sintetiza  valores que para Donald Trump y la jauría allí reunida, son ingredientes de sus patrones morales: la traición, el robo, el terrorismo y la derrota.
Manuel Artime Buesa, se sumó al Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra, a menos de 72 horas antes del triunfo revolucionario del  1ro. de enero de 1959. Y durante su permanencia como militar, llegó a obtener los grados de teniente. Pero pronto su verdadera vocación se impuso y lo condujo a la traición.
Siendo funcionario del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) en una zona oriental de desarrollo, luego de intentos frustrados de conspiración, desertó y marchó hacia los Estados Unidos.
Pero en esa ocasión, a la cualidad de traidor, unió otra: la de ladrón, al llevarse unos 100 000 pesos propiedad de la institución en la que trabajaba. No obstante, en el país de la “democracia y de los derechos humanos” fue acogido como héroe. Recibido, protegido y aupado para conquistar el tercer peldaño que identifica su vida: el de terrorista.
Fundador de la organización terrorista Movimiento de Recuperación Revolucionaria, con la función de unir fuerzas para derrotar a la Revolución cubana. De ahí, todo quedaba preparado para el siguiente acto “heroico” de Manuel Artime: su integración a la invasión mercenaria de Playa Girón. Y no como soldado simple, sino como “líder civil” de la Brigada 2506, donde esbirros, asesinos, explotadores, latifundistas y otras lacras del pasado erradicado en Cuba, venían a recuperar sus privilegios.
Esa invasión le propició a Artime la otra cualidad por la cual recibe hoy el homenaje hasta del propio presidente de los Estados Unidos, la de la cobardía y la derrota.
La historia de Playa Girón es bastante conocida. Los agresores no duraron ni siquiera 72 horas. No aguantaron ni el tiempo mínimo planificado para autoproclamarse como gobierno que pediría ayuda al amo yanqui y éste prestaría mediante una intervención militar que pusiera fin al gobierno revolucionario cubano.
Estuvo Artime entre quienes, al enfrentarse al fuego de los combatientes cubanos y ver su vida en peligro, a su “patriotismo” impuso el interés de salvar el pellejo, buscando refugio fuera del alcance de las balas, y levantando las manos ante los milicianos, en señal de una rendición incondicional.
Luego, el “acto heroico” de la derrota total, la breve prisión y, por último el ser canjeado por compotas para los niños cubanos.
Pero ahí no paró la historia. Renacida su vocación de mercenario, ante la promesa de otra invasión, esta vez más confiable, marchó a Nicaragua, para su entrenamiento. Y cuando el gobierno yanqui no estuvo dispuesto a enfrentar similar aventura y similar derrota, volvió a su madriguera, a hacer cuanto pudiera para derrocar la Revolución. Hasta su fallecimiento, en 1977.
El nombre de Manuel Artime Buesa, es hoy glorificado en Miami. El teatro que allí evoca su figura, fue el refugio, junto al presidente Trump, de personas que asumen los valores que caracterizaron a tan “ilustre” personaje: la traición, el robo, el terrorismo, la cobardía y la derrota.
¿Conocerá el pueblo norteamericano la verdadera historia de éste,  otro de los “héroes cubanos” de Trump?

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