martes, 31 de enero de 2017

La humanidad sigue su marcha indetenible





El 31 de enero de 1962, en Punta del Este, Uruguay, el gobierno de los Estados Unidos consiguió que la Organización de Estados Americanos (OEA) expulsara a Cuba de su seno, trillando el camino para, pocos días después oficializar el bloqueo económico, comercial y financiero al país.
En esa ocasión, el soborno y el temor pudieron más que la dignidad de quienes se reunieron para condenar a Cuba. En América Latina, sólo México no rompió sus relaciones con nuestro país.
Pero el  4 de febrero siguiente, más de un millón de personas se reunieron en la capital cubana, y en nombre de todo nuestro pueblo, con Fidel al frente, proclamaron un histórico documento: La Segunda Declaración de La Habana. Vale recordar algunos fragmentos del discurso del Comandante en Jefe cubano aquel  memorable día, hace ahora 55 años.
"En Punta del Este se libró una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo yanqui. ¿Qué representaban allí, por quién habló cada uno de ellos? Cuba representó los pueblos; los Estados Unidos representó los monopolios. Cuba habló por las masas explotadas de América; Estados Unidos, por los intereses oligárquicos explotadores e imperialistas. Cuba, por la soberanía; Estados Unidos, por la intervención. Cuba, por la nacionalización de las empresas extranjeras; Estados Unidos, por nuevas inversiones de capital foráneo. Cuba, por la cultura; Estados Unidos, por la ignorancia. Cuba, por la reforma agraria; Estados Unidos, por el latifundio. Cuba, por la industrialización de América; Estados Unidos, por el subdesarrollo. Cuba, por el trabajo creador; Estados Unidos, por el sabotaje y el terror contrarrevolucionario que practican sus agentes, la destrucción de cañaverales y fábricas, los bombardeos de sus aviones piratas contra el trabajo de un pueblo pacífico. Cuba, por los alfabetizadores asesinados; Estados Unidos, por los asesinos. Cuba, por el pan; Estados Unidos, por el hambre. Cuba, por la igualdad; Estados Unidos, por el privilegio y la discriminación. Cuba, por la verdad; Estados Unidos, por la mentira. Cuba, por la liberación; Estados Unidos, por la opresión. Cuba, por el porvenir luminoso de la humanidad; Estados Unidos, por el pasado sin esperanza. Cuba, por los héroes que cayeron en Girón para salvar la Patria del dominio extranjero; Estados Unidos, por los mercenarios y traidores que sirven al extranjero contra su Patria. Cuba, por la paz entre los pueblos; Estados Unidos, por la agresión y la guerra. Cuba, por el socialismo; Estados Unidos, por el capitalismo”.
"Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina –continuaría el jefe de la Revolución su histórico discurso- con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy le ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad. Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy le toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron nuestros antepasados.
"Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas progresistas; los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina; lucha de masas y de ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño".
Han pasado 55 años y la historia ha confirmado los planteamientos de la Segunda Declaración de La Habana. El imperialismo no ha podido destruir la Revolución cubana. Ya Cuba no está aislada, nunca lo estuvo de los pueblos, sino de los gobiernos traidores a ellos. En otras naciones de nuestra América, se alzan procesos revolucionarios a los cuales el imperio no ha podido sobornar ni eliminar, aunque los ha convertido en víctimas de infamias, de amenazas y agresiones.
La realidad es que en la América de Bolívar y Martí, se está haciendo ya en muchos lugares lo que ellos dejaron sin hacer por los holocaustos de Santa Marta y de Dos Ríos, porque esta humanidad sigue diciendo ¡basta! y no ha detenido ni detendrá su marcha.

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