.Orlando Guevara Núñez
El mes de abril es un alto
símbolo en la historia de combate y de victoria de la Revolución cubana. El 15
de ese mes, en 1961, fueron bombardeados los aeropuertos de Ciudad Libertad,
San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, con el saldo de siete muertes y
decenas de heridos.
Al día siguiente, en el
entierro de las víctimas, Fidel proclamó el carácter socialista de la
Revolución y el pueblo, con los fusiles alto salió a defender esas ideas a
costa de su propia vida.
Por ese hecho el 16 de abril
se conmemora la fundación del Partido Comunista de Cuba y se celebra el Día del
Miliciano.
En la mañana del 17, se
produjo la invasión mercenaria, contra la cual, desde el primer momento,
lucharon los combatientes cubanos, derrotándola en menos de 72 horas.
El 19 de abril de 1961 fue un
día de indescriptible júbilo para los cubanos. Ese día, a las 5:30 de la tarde – fue tomado el último reducto enemigo durante
la invasión mercenaria de Playa Girón. Rotunda victoria del pueblo agredido; aplastante
y bochornosa derrota para los agresores, la CIA y el gobierno imperialista de
los Estados Unidos.
Las imágenes de la victoria
recorrieron el mundo entero. Era el pueblo miliciano, obrero y campesino que
había salvado su suelo de las botas imperiales. Se había hecho trizas el propósito de los Estados Unidos de
intervenir militarmente en Cuba. Las
imágenes de la derrota fueron conocidas también: mercenarios prisioneros, desmoralizados;
esbirros y asesinos, latifundistas y otros explotadores, con la amargura de ver
escapar la oportunidad de regresar a Cuba al capitalismo salvaje que el pueblo
había decidido cambiar para siempre por el socialismo.
La primera reacción de la CIA
fue tratar de ocultar la verdad sobre la agresión, haciéndola aparecer como una
operación de apoyo a las bandas alzadas. Pero la mentira duró muy poco tiempo.
El propio presidente de los Estados Unidos tuvo que reconocer la paternidad de
la agresión.
Estábamos ante un hecho de
trascendencia histórica mucho más allá de las fronteras cubanas. Se había
producido la primera derrota militar del imperialismo norteamericano en
América.
Las armas enemigas nada
pudieron frente a la moral, el patriotismo y la valentía de los cubanos.
Algunos datos demuestran el
descalabro de los invasores: fueron muertos 89 y hechos prisioneros
1 197; un total de 12 aviones B-26 fueron derribados; los cinco tanques
Sherman, arrebatados al enemigo; un
inmenso arsenal de armas modernas ocupadas. Algunos mercenarios habían
reembarcado, huyendo de forma desorganizada. Se comprobó una vez más que el
mercenario pelea hasta donde vea en peligro su vida.
Después, las presentaciones
públicas, televisadas, de los mercenarios. Sus declaraciones de que vinieron
“embarcados” o sea, engañados; otros, como cocineros; tres falsos sacerdotes
invocaron a Dios para santificar el crimen. Connotados criminales durante la
tiranía, enfrentaban ahora la justicia revolucionaria, la justicia del pueblo.
Muchos de los mercenarios se
asombraron ante la presencia de Fidel en las comparecencias televisivas. Ellos,
desde el mismo momento del desembarco, llegaron matando. Ahora, el propio Fidel
les preguntaba cómo habían sido tratados luego de ser prisioneros. Ninguno pudo
hablar de maltrato, ni de vejaciones. Los heridos habían sido curados, todos
estaban bien atendidos. La ética que se había forjado en las Fuerzas Armadas
Revolucionarias cubanas desde el mismo inicio de la lucha, se prolongaba ahora
ante un enemigo criminal que venía a destruir a la Revolución, había segado la
vida de 157 cubanos y herido a centenares.
La agresión imperialista
demostró también que Cuba no estaba sola. En muchos países hermanos de América
Latina, cientos de manifestantes se lanzaron a las calles en defensa del país
agredido. Hubo decenas de heridos, detenidos, y en algunos casos, muertos que
el pueblo cubano suma hoy a sus muertos gloriosos.
Muchos expresaron su deseo de
venir a combatir, a defender a Cuba. En Europa, los Estados Unidos y Asia, también la
solidaridad se puso de manifiesto.
Ahora llegamos a los 53 años
de la victoria de Playa Girón. Las agresiones imperiales, en ese tiempo, no han
cesado. Han pasado de un gobierno a otro, se han recrudecido bajo otras formas,
pero están ahí, sin que haya cambiado en nada el objetivo de destruir a la
Revolución cubana.
Los cubanos, sin embargo,
hemos resistido y continuaremos resistiendo, convencidos de que como en Playa
Girón, la victoria será siempre de nuestro pueblo.
Ahora somos mucho más
fuertes. Nuestra fortaleza y nuestra unidad nos hacen invencibles, aunque las
mentiras sigan siendo un arma utilizada sin escrúpulos contra la Revolución. Cuba
continuará siendo lo que ha sido en este más de medio siglo de constante
batallar: un ejemplo de la capacidad de los pueblos, por pequeños que sean,
para defender su dignidad, su decoro, su independencia y su derecho a escoger
su propio destino. Esa fue una hermosa lección de la victoria de Playa Girón.
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