.Orlando Guevara Núñez
El ilegal proceso mediante el
cual cinco antiterroristas cubanos fueron condenados a prisión hace más de 15
años, es prueba de que en el auto titulado país campeón de los derechos humanos
y de la democracia, cuando de Cuba se trata, hasta la justicia se convierte en
farsa, aunque el precio sea violentar sus propias leyes y hasta su Constitución.
Fue ilegal el apresamiento, de
forma violenta y sin pruebas que justificaran ese proceder. Fue ajeno a la
justicia la excesiva demora del proceso. Se violó la ley norteamericana al
celebrar el juicio en Miami. Los acusados y defensores tuvieron acceso apenas
al 20 por ciento de los documentos. Se
pagaron cientos de miles de dólares a medios de comunicación y a periodistas
para que mintieran a la opinión pública sobre los procesados y crearan un
ambiente hostil hacia ellos. Se ejerció presión sobre jueces. Se fabricaron
cargos falsos y se aplicaron condenas excesivas, aún sin poder probar
culpabilidad.
El caso en el cual se ensañó
más la injusticia norteamericana, es el de Gerardo Hernández Nordelo. Fue
condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión. Resultó el único
acusado de Conspiración para cometer
asesinato en primer grado. ¿Por qué ese cargo de Conspiración y no el de haber cometido asesinato? Sencillamente, por falta de pruebas, porque
ese delito no existía y había que buscar una justificación para la condena.
Se sabe que la acusación de Conspiración, en
la llamada justicia norteamericana, no necesita ser probada y equivale a
haber cometido el hecho. Esa imputación
está relacionada con las dos
avionetas derribadas legalmente por el gobierno cubano en sus aguas
jurisdiccionales por violar nuestro espacio aéreo con fines subversivos. El
propio representante fiscal, en el juicio, declaró que no existía prueba alguna
contra Gerardo en este sentido. Y se demostró que fueron autoridades aeronáuticas
norteamericanas – y no Gerardo- quienes informaron a Cuba sobre la salida de
las naves hacia nuestro territorio.
Pero había que satisfacer a la mafia
contrarrevolucionaria y terrorista de Miami. Y la condena fue tan larga como
injusta: cadena perpetua.
El segundo cargo de gravedad
fue el de Conspiración para cometer
espionaje. De nuevo el recurso de Conspiración acude en ayuda de la falta
de pruebas. Otra pieza de la farsa.
En el juicio quedó demostrado
que los tres antiterroristas cubanos a
quienes se condenó por este cargo –Gerardo,
Ramón y Antonio- no cometieron esa
violación. Por eso no se les pudo juzgar como espías, aunque la prensa pagada
les acuñó esa condición y lo sigue haciendo todavía.
El gobierno de los Estados
Unidos sabe perfectamente, e importantes
testigos de su parte así lo declararon en el juicio que en las 20 000 páginas
ocupadas a los Cinco, ni una sola contenía información secreta sobre ese país.
Ninguno de los patriotas cubanos obtuvo
ni buscó ese tipo de información, porque su único objetivo fue penetrar a los
grupos contrarrevolucionarios y terroristas que actúan contra Cuba desde ese territorio y contribuir
a salvar vidas de nuestro pueblo y de otros, incluyendo al de Estados Unidos.
Pero la injusticia prevaleció.
Gerardo, por este otro falso cargo,
recibió como sanción su segunda cadena perpetua. Ramón y Antonio fueron
condenados a esa misma pena.
Otro cargo grave fue el de Conspiración para cometer delito contra los
Estados Unidos. Se les atribuyó a los cinco cubanos. No pudieron avalar con pruebas la acusación,
pero no hacían falta. La condena estaba prefabricada. Importantes testigos
norteamericanos negaron que hubiese
existido esa amenaza. Pero los jueces tenían la orden de condenar, sustituyendo
la justicia por la injusticia y la razón por la arbitrariedad. Todos recibieron
sanciones.
Otros cargos se sumaron en el proceso contra los Cinco. Uno fue el de
Identidad y documentación falsas. En este caso, la
acusación recayó sobre Gerardo, Ramón y Fernando. Se sabe que René y Antonio tenían ciudadanía
norteamericana y no necesitaron ese recurso.
Los tres fueron condenados,
pese a que en materia de derecho existe, reconocida en ese país, la Doctrina de
la Necesidad, acreedora de que evitar un
delito mayor, justifica delitos menores. Y en este caso se trataba de evitar el
delito mayor, el de los crímenes contra
el pueblo cubano y más allá.
También a los cinco cubanos se
les acusó de ser agentes no registrados
de un gobierno extranjero. Sobran los comentarios de qué hubiese sucedido si
los Cinco se hubiesen presentado a la Fiscalía de los Estados Unidos a
solicitar permiso para monitorear a los grupos terroristas que actúan contra
Cuba desde allí.
Como resultado final, la
injusticia no pudo ser mayor. Gerardo Hernández Nordelo: dos cadenas perpetuas
más 15 años de prisión; Ramón Labañino Salazar: Cadena perpetua más 18 años de
encierro; Antonio Guerrero Rodríguez: Cadena perpetua más 10 años de presidio;
Fernando González Llort: 19 años de reclusión; René González Sehwerert: 15 años
de privación de libertad.
Es conocido que hubo una
posterior revisión de esas sentencias, en la cual la injusticia prevaleció. Se
determinó, por ejemplo, anular la cadena perpetua impuesta a Ramón y Antonio
por el supuesto delito de Conspiración
para cometer espionaje. Se reconoció la falta de pruebas. Sin embargo, se
mantuvo la cadena perpetua, por ese mismo cargo, para Gerardo, tras la inmoral
y anti ética afirmación de para que
quitarle esa pena y si tenía otra igual.
En esa ocasión, la sentencia de
Ramón pasó a ser de 30 años y la de Antonio a 21 años con diez meses. La de
Fernando quedó en 17 años y la de René no fue modificada porque hubiese
conllevado a su liberación.
Otra vergüenza de la injusticia
contra los Cinco, han sido los castigos
crueles e inmerecidos, violatorios de
las propias normas carcelarias de los Estados Unidos, el ensañamiento con sus familiares
por la prohibición de los encuentros, su
ubicación junto a reos comunes, la incomunicación y obstáculos para la correspondencia.
Hoy en el mundo se alzan
millones de voces de hombres y mujeres honestos, de organizaciones, de grupos
de solidaridad, de parlamentarios, de personalidades, para exigir la libertad
de Gerardo, Ramón y Antonio. Ya René y Fernando están en Cuba, luego de cumplir íntegramente las
condenas impuestas.
Los Cinco, declarados Héroes de
la República de Cuba, son inocentes. Y tuvieron la necesidad de ir a ese país
para salvaguardar la vida de nuestro pueblo, amenazada y agredida muchas veces
por esos grupos integrados por asesinos y terroristas.
Un simple repaso a esas a acciones,
demuestran esa verdad desde los primeros años de la Revolución.
El 17 de marzo de 1960 fue
aprobado por las autoridades de Estados Unidos el llamado Proyecto de Acción
Encubierta contra Castro, contentivo de innumerables acciones para derrocar al
gobierno revolucionario. El 18 de enero de 1962, se aprobó y Proyecto Cuba con
32 tareas con igual fin.
En esa época, de unos 40
agentes de la CIA encargados del caso Cuba, la cifra se elevó a 588. Se
realizaron contra nuestro país 12 operaciones aéreas para transporte de armas y
explosivos. Fueron creadas, instruidas, armadas y financiadas 299 bandas contrarrevolucionarias integradas por 3 395
mercenarios. En marzo de 1960 se ejecutó el sabotaje, en La Habana, del vapor
francés La Coubre, que transportaba armas para defender la soberanía cubana. En
abril de 1961, tuvo lugar la invasión mercenaria de Playa Girón, también organizada,
financiada y dirigida por Estados Unidos y derrotada en menos de 72 horas.
Solo entre 1961 y 1963, Cuba
fue víctima de 5 780 acciones
terroristas proveniente de los grupos radicados en los Estados Unidos, entre
éstas 716 sabotajes de envergadura.
Quema de cañaverales, daños a
industrias importantes, ametrallamiento desde lanchas rápidas, violaciones de
nuestro espacio aéreo, secuestros de naves aéreas y de pescadores; asesinato de
maestros, obreros, campesinos, de personas inocentes de la población. La lista
se haría interminable.
Como consecuencia de esa política hostil y
criminal, ejecutada por los grupos terroristas, en maridaje con la CIA y los gobiernos de Estados Unidos, Cuba ha
sufrido la pérdida de la vida de 3 478 de sus hijos y la incapacidad física de 2 099. La bochornosa cifra de 637
planes de asesinato contra el Comandante en Jefe Fidel Castro, son una muestra
del terrorismo de Estado practicado por
el gobierno imperial norteamericano contra nuestro país.
Por evitar esos males, fueron Gerardo, Ramón, Antonio,
Fernando y René a los Estados Unidos. Por eso fueron juzgados y condenados. Es
válido, por eso, afirmar que no se trata de pedir perdón para ellos. Es a ellos
a quienes hay que pedirles perdón por la injustica de la cual han sido
víctimas. Lo que se exige es justicia y que sean liberados de inmediato.
El presidente Obama tiene la potestad para liberarlos. Sería, es una
verdad irrebatible, una buena oportunidad para sacar del lodo en que la
falsedad de ese proceso ha hundido la moral y el prestigio del sistema judicial
norteamericano. ¿O es, acaso, que un Premio Nobel de la Paz y Profesor de
Derecho Constitucional, como él, no se ha dado cuenta de eso?
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